Libérrima. Jesus, las mujeres y la Teología. (5-A de 7)
Libérrima.
Ensayo: “La mujer y la Teología” (5-A de 7)
Apartado V: Jesús y las mujeres de los Evangelios.
Fernando López Alanís
Es muy importante conocer la actitud y las palabras del Maestro Jesús con las mujeres, según los Evangelios (modificados o no a lo largo de los siglos), para comprender mejor la enorme injusticia que los dirigentes del Cristianismo, en todas sus expresiones, han cometido, desde los primeros años de su fundación y expansión, como lo vimos anteriormente, con la mitad de sus feligreses, las mujeres. Advierto desde ahora que en este repaso hemos dejado fuera el pasaje de la Samaritana, para abordarlo después en toda su profundidad y belleza.
En esta entrega, mis queridos Cuatro Lectores y Medio, e interesados lectores todos, nuestros comentarios serán lo más sintético posible, dejando en libertad la aplicación de sus propios criterios y el vuelo de sus imaginaciones.
Jesús fue un auténtico revolucionario en esto. Para comenzar, llama mucho la atención la libertad con que Jesús procedió en su trato con las mujeres, sin que se sintiera obligado por las leyes de pureza o impureza legal, o por tradiciones que consideraban el trato público entre hombres y mujeres como algo totalmente indebido y hasta reprobable.
Así que cuando Jesús lo hace, desquicia las costumbres sociales y religiosas patriarcales del Judaísmo, asumiendo como Maestro los enredos y escandalaos que traía tal comportamiento. Conversa y hasta discute con ellas, y va más allá, las toca y se deja tocar por ellas a la vista de todos. Jamás les mandó que usen velos ni las regresó sus casas para que las instruyan sus maridos. Y esto es totalmente aplicable a todas las mujeres que “lo siguieron desde el principio”, y a todas quienes conformaron el número de discípulas, que fueron muchas.
Así, de una vez adelantemos algo: hay que releer los Evangelios en forma total y sin prejuicios, para comprender, aceptar y tratar el asunto femenino dentro las enseñanzas del Evangelio, y no desde las doctrinas religiosas de exclusión y sometimiento de las mujeres, según los dirigentes del Cristianismo, particularmente del Catolicismo.
Como las citas sin ser numerosas, ciertamente son complejas y han de hacerse completas en lo que se pretende, hemos dividido este Apartado en tres secciones. Así que comencemos:
Lo primero que debemos advertir es que Jesús no excluyó a nadie de su mensaje ni de su acción salvadora, según lo hace constar en el Evangelio de Lucas 4: “18. El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos”; es decir a todos; Jesús no excluye a nadie, por tanto tampoco a las mujeres de todas las condiciones, porque Él lo dice, independientemente de lo que opinen “otros”.
En otro sentido, comencemos también por el incidente de “la hemorroísa”. El hecho nos lo narran los Evangelistas Marcos y Mateo. Dicen así.
Marcos 5: “25. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias… 27. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, 28. porque pensaba: con sólo tocar su manto quedaré curada. 29 inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. 30. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: ¿Quién tocó mi manto?... 33. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. 4 Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad”.
Y lo narra así Mateo 9: “20. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, 21. pensando: Con sólo tocar su manto, quedaré curada. 22. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado. Y desde ese instante la mujer quedó curada”.
La importancia de este hecho radica en que se trata de una “mujer impura” y que así era conocida en la población donde vivía, de otro modo no lo hubieran sabido los evangelistas. La mujer era impura según lo decretado en Levítico 15: “25 Cuando una mujer tenga un flujo de sangre durante varios días, fuera del período menstrual, o cuando la menstruación se prolongue más de lo debido, será impura mientras dure el flujo, como lo es durante la menstruación”. Jesús no sólo la cura en medio de una multitud, además alaba su fe y proclama, para que lo sepan y entiendan todos los presentes y los siglos posteriores, que “por su fe se ha salvado”. Teología pura, con la mujer.
Y hay más. Le dice “hija”, lo que es único en todos los evangelios, que además establece una relación muy especial entre ella y Jesús, y destruye con una palabra todo el entramado legal y de tradiciones patriarcales de los Judíos, y es un lección para sus seguidores de entonces y de ahora, que, como veremos, hace a la mujer sujeto de todos los derechos.
Otra acción importantísima se desarrolla en el episodio de la mujer siro-fenicia, que muchos consideran la entrada de los no judíos en el plan salvífico de Jesús. Es decir,Teología pura con la mujer. El diálogo es muy bello y Jesús acaba por rendirse ante ella y aceptándola sin más dentro de los suyos. Veamos:
Mateo 15: 22. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: Señor, Hijo de David, ten piedad de mí: mi hija está terriblemente atormentada por un demonio… 25. Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: Señor, socórreme. 26. Jesús le dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros. 27. Ella respondió: Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños. 28. Entonces Jesús le dijo: mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo! Y en ese momento su hija quedó curada”. Sin más comentarios.
Todos hemos oído sobre lo escrupuloso que fueron los judíos en los tiempos de Jesús, y lo son todavía, con la aplicación de sus leyes y tradiciones patriarcales, en especial con lo establecido para el descanso del sábado. Jesús chocó de frente con los “escribas, fariseos y sacerdotes”, guardianes de esas leyes y tradiciones. Para nuestro intento atenderemos sólo al incidente de haber curado en sábado a una mujer encorvada. Lo conocemos así:
Lucas 13: “10. Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. 11. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. 12. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: Mujer, estás curada de tu enfermedad, 13. y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios… 16. (Jesús acotó) Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?
Apuntemos que, primero, es una mujer “poseída”, y que el hecho se desarrolla dentro de la sinagoga. Jesús no la expulsa por estar “endemoniada”, no la considera indigna de estar en la asamblea; segundo: la cura, expulsa al demonio que la poseía, sin que ella se lo pidiera, y lo hace en un “día prohibido”: no sé qué digan los sabios Teólogos, pero a mi parece una extraordinaria lección de “teología de la gracia”. Tercero: la tocó delante de todos. Cuarto: la reconoce como hija de Abraham: es decir, con todos los derechos de los descendientes de ese patriarca. Con el debido respeto, como 2 mil años después, según veremos, tuvo que hacerlo ¡la organización de las naciones unidas!
Para terminar este Apartado subrayemos que Jesús y las mujeres nos han dado, y seguirán dando, lecciones de Teología. Y así les dejamos por ahora. Nos leeremos en la segunda parte de este Apartado el próximo viernes 32 (07-2020). Se puede reproducir hasta 1000000 de veces. Saludos y Bendiciones para todos.