LIBERTAD. DIFÍCIL CONSENO
Son innumerables los modos de entender la palabra “libertad” y, más aún cuando se refiere a la práctica. Difícil porque la libertad no es algo que se agrega al ser humano. El ser que somos cada uno es libertad y conocimiento en acto.
Al tiempo que Miguel de Cervantes escribía así: «por la libertad, Sancho, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida»[1], en un lugar de Alemania otra persona estaba exigiendo libertad en términos tan distintos que, escribir la misma palabra para llamar significados tan diferentes, parece un disparate o paradoja rara. Martín Lutero reclamaba libertad de conciencia moral frente a la autoridad eclesiástica.
Aunque esta proclama pueda parecer una cuestión menor, la doctrina que Lutero quiso reducir al ámbito religioso, pasó al mundo político en cuanto se crearon las iglesias nacionales: la Reforma luterana ha transformado desde la raíz el curso de la historia de Occidente.
Para Lutero, libertad de conciencia significa que la voluntad propia es la única norma de acción. Esta propuesta conduce a la anarquía: quien sólo reclama derechos y no admite ningún deber, ni reconoce ningún ordenamiento que le preceda es un peligro para la sociedad.
Siglo y medio después, una proposición de Inmanuel Kant se convierte en lema de la Ilustración: “sapere aude”, ¡atrévete a saber! Tales palabras se pueden interpretar de formas distintas. Conocer es bueno: sin embargo, son también una llamada al individualismo, a romper con las grandes tradiciones hasta perder el acceso a la verdad común. Las palabras de Kant son la divisa de la “Ilustración: dicen al hombre que debe salir de la inmadurez de la que él mismo es culpable. Atrévete a saber, viene a decir: ten el valor para fiarte solamente de tu propia razón. Además, la teoría kantiana del conocimiento establece que solo es posible el conocimiento sensible y que es imposible conocer más allá de lo material y sensible.
Éste es uno de los puntos clave en la crisis del pensamiento contemporáneo, porque el yo que sólo conoce derechos y ningún deber ni reconoce ningún ordenamiento que le preceda, es una construcción artificial. Desde el nacimiento y, aún antes, la persona humana es un “ser-con”, co-existe con las demás personas y con el universo. El individualismo extremo no es humano. El ser humano es social por naturaleza
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En el siglo XX, un teólogo católico, Joseph Ratzinger, ofrece varias alternativas para mejorar el futuro de nuestra sociedad: 1 el predominio de la ética sobre la política; 2 reconocer que Dios imprescindible para la ética, porque “donde se niega a Dios, no se edifica la libertad, sino que se la priva de su fundamento y se deforma. 3 La necesidad de rechazar la fe en el progreso, porque no es el progreso la meta fundamental de la humanidad
Se trata de saber qué es el ser humano y cómo puede vivir rectamente en cuanto individuo y en cuanto miembro de una sociedad.
Ratzinger resume sus investigaciones sobre el origen de nuestros problemas y propone nuevas respuestas: deja claro que la crisis de la historia de la libertad, en la que nos encontramos, se basa en un concepto de libertad que no se ha aclarado; ese concepto se ha aislado de otros de los cuales es inseparable: la verdad, el bien, la justicia, la responsabilidad y, con esa maniobra, se ha falsificado. En segundo término, el concepto de libertad también se ha restringido: se ha reducido a derecho individual.
Hoy prevalecen esas pseudo-libertades, falsas y falsificadoras, que son la verdadera amenaza contra la auténtica libertad. Aclarar la noción de libertad es hoy una tarea decisiva.
[1] El Quijote II, 58.