Liderando el cambio.
LIDERANDO EL CAMBIO.
Por años hemos escuchado la palabra cambio en la realidad política del país. Y es que este término lo estamos utilizando desde finales de la década de los ochentas, donde, al menos la mayoría de los venezolanos, anhelábamos un giro o la renovación en las estructuras políticas y de poder; esto, sin tener consciencia, ni medir las consecuencias de lo que el realmente representaría ese cambio.
Treinta y un años después seguimos empleando el mismo vocablo, el cual no parece pasar de moda para los venezolanos. Y hoy hago referencia a la palabra cambio como el cese de la repetición; y es que considero que como sociedad, como país en general, hemos repetido patrones que nos han conducido indeteniblemente a nuestra actual realidad.
Entonces, se debe desmontar la creencia que la simple existencia de un líder puede ejecutar el cambio por si solo; entender que el liderazgo es una actividad que podemos desarrollar todos o cualquiera, asumiendo responsabilidades de forma activa.
Si hoy quisiéramos ver materializado un cambio en una sociedad desesperanzada, donde las necesidades básicas y la dignidad del ciudadano se han visto socavadas por años, necesitaremos construir un liderazgo que desarrolle valores compartidos, donde se recobre la confianza en el otro y tengamos de nuevo la capacidad de asociación. Este liderazgo tiene que ir más allá de un líder con capacidad de influencia sobre las masas, debe tener un poder extraordinario de información veraz que lo hagan asertivo en la toma de decisiones; decisiones que se obligan a estar íntimamente ligadas a las necesidades reales del pueblo. Un liderazgo que estimule nuestra capacidad de aprendizaje y aumente la capacidad de recordar la historia para no repetirla, un liderazgo que construya valores dando ejemplos.
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Dicho esto, puedo afirmar que el liderazgo pacta con la responsabilidad, es decir, con ser responsable; y cuando me refiero a responsable, hablo concretamente a esa generación de expectativas que acompañan al liderazgo. No se debe generar expectativas, ni alimentar esperanzas baldías, si las mismas no pueden ser satisfechas; su incumplimiento traerá consigo la frustración del pueblo, afectando directamente la credibilidad de cualquier proceso.
Los buenos líderes deberían de ser generadores de seguridad, brindar orientación y establecer orden. Pero, sin poner todo el peso sobre un líder, se debe cultivar el liderazgo social como un mecanismo que haga sustentable el nuevo proceso de cambio.
En la situación actual, el liderazgo enfrenta un gran reto, y es: cómo manejar el estado de desesperanza y estrés que mantiene a la población venezolana en desequilibrio, sin capacidad para reaccionar ni generar el cambio necesario. Para superar esta situación, se requiere desmontar la creencia y la visión que la salida no es posible; es aquí idóneo contar con un proyecto claro, transparente y real para generar en los ciudadanos confianza en el futuro a pesar de la realidad del hoy.
Seguir pensando que la figura de un solo líder resolverá los problemas es un delirio. Pero, lo que sí podría hacer ese líder es lograr que sus seguidores finalmente asuman su responsabilidad de ejercer, todos juntos, el liderazgo desde cada uno de sus espacios comunes, y así tener un movimiento masivo, donde a suma de las partes finalmente materialice el cambio. El compromiso y la responsabilidad no son de uno, sino de todos.