Los 7 pecados capitales que atentan contra la felicidad
La primera cosa que vi del mundo fue un cofre. Me pareció misterioso. Yo no sabía lo que ese objeto significaba. Estoy seguro de que para todos los niños, la primera cosa que ven, debe ser una gran sorpresa.

Los 7 pecados capitales que atentan contra la felicidad

Es imposible perder el goce de vivir. Ser divertido, alegre, es parte de esta vida y es el elemento fundamental para ser feliz. Sin embargo, estas son escalas de disfrute, pues la felicidad comprende un aspecto más amplio. En esta primera entrega sobre el tema, te hablaré sobre aquellos aspectos que atentan en contra de la felicidad, y en la próxima algunos hábitos para poder lograrla.

1. Devaluar la felicidad

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Devaluar la felicidad es depreciarla. Generalmente lo hacemos cuando nuestras acciones, lideradas por nuestras intenciones, persiguen el foco para la obtención de cosas materiales, o bien, hacemos un sacrificio para conseguir esas cosas.

En un mundo consumista como el de hoy es fácil perder la dirección, pensamos que las cosas que tenemos son sinónimos de éxito, y todos queremos mostrar que somos exitosos. Así de jóvenes creemos que el auto nos dará el status, luego nos casamos y tenemos que tener una casa, postergamos hijos para que llegue en una situación holgada y cómoda, luego hacemos el quincho, luego la piscina, es momento de cambiar el auto, hacemos un viaje y recién después pensamos en la familia. Este ejemplo extremo es uno de tantas decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida mal enfocados. El esfuerzo y la inversión de energía puesta en cosas no nos garantiza la felicidad, sólo el bienestar.

Devaluar la felicidad es estar en un trabajo que no me gusta para tener dinero o prestigio. Estar con alguien porque significa status, o simplemente realizar actividades que no impliquen satisfacción emocional propia, sino en la obtención de una satisfacción extrínseca.

2. Perseguir la superioridad

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No es lo mismo superarse que ser superior. Muchos pensamos que ser el mejor, mostrar que somos "lo mas" nos hará felices por estar en la cima de la montaña. Queremos ser los más inteligentes, los más hábiles, los más ricos, los más famosos.

Presumir a los demás de ser feliz es síntoma de dos cosas. Una, realmente no eres feliz, y dos, te quieres mostrar superior con algo de lo cual careces. Y eso ya es mucho.

Crees que tienes el mejor trabajo, la mejor esposa, la mejor performance en tu deporte favorito. ¡Bullshit! Seguramente es lo que crees, pero no tu realidad.

Cuando eres feliz no necesitas presumir. No hace falta publicarlo en facebook o instagram, o en wasup!

Si tu hijo trajo una libreta con buenas notas, y es motivo de felicidad guárdalo para tí. Si lo publicas estás presumiendo de superioridad. Tal vez me puedas decir que es por orgullo, pues bien, nunca olvides que el orgullo precede a la caída en la soberbia.

Todo el mundo se dará cuenta y percibirá que eres feliz simplemente al verte, por ver cómo te sientes, cómo lo comunicas, cómo compartes, como eres. Es imposible separar el estar feliz de ser feliz, vienen en el mismo combo.

3. Ser demandante, evasivo o antisocial

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Está demostrado que ayudar a los demás es una causa importante de felicidad. Las 5 profesiones más felices son aquellas que tiene por finalidad el otro. Poder ayudar y ver el logro de esa ayuda, colabora mucho con nuestra felicidad. Lo contrario a ello es estar pendiente de uno mismo, pasar tiempo pensando y actuando para sí. Ser sociable en el trabajo o en el resto de los ámbitos, hace a la gente más feliz.

Pensar en los demás confluye en bajar mi egoísmo, permite conocer otras realidades y otros pensamientos, y como consecuencia de este ejercicio trabajo sobre mi humildad. Es tremendamente importante tener sensación de pertenencia, el sentimiento de que importamos y somos amados por otros, para ser felices.

Te sientes feliz cuando te sientes en contacto con alguien, que retroalimenta de alguna manera tu accionar, te devuelve diez a uno la inversión de tu tiempo, tu atención, tu limosna, tu donación.


4. Ser controlador

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Podemos intentar ejercer dos tipos de control, el primero hacia el mundo. Intentar controlar todas las variables que nos suceden día a día es impensado. Queremos controlar lo que sucede en nuestro trabajo, en nuestros estudios, en la calle, en el club, etc. Realmente no se puede, hay cosas que están fuera de nuestro alcance, no logramos de ninguna manera abarcar todo y mucho menos que todo sea como queremos. Controlar el mundo implica derramar energía para que las cosas sean como yo quiera, y eso no solo es tiempo perdido, es imposible.

El segundo intento por controlar es querer tener "bajo el ala" a quienes nos rodean, de tal manera que actúen, piensen y sientan como nosotros queremos o pensamos, es decir bajo nuestros paradigmas. La esposa, los hijos, los amigos, los compañeros de trabajo, los socios, todos aquellos que nos acompañan día a día tienen sus problemas y actúan en función de ellos. Es necesario comprender primero para luego ser comprendidos. No podemos ni debemos controlar a los demás y mucho menos sus decisiones. Esto no nos permite ser felices.

Querer que el mundo sea como yo quiero es un camino seguro a la infelicidad.

5. Desconfiar de los demás

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El mundo de hoy nos da motivos para desconfiar. A mayor flujo de información y posibilidades de comunicación, es más facil sentirnos vulnerables ante situaciones que no controlamos. Pensamos que todos de algún modo u otro necesitan o quieren sacar ventaja nuestra o de nuestras acciones, sobre todo por aquellos comportamientos que no alcanzamos a comprender o ver en su totalidad. El mecánico seguramente no me está diciendo la verdad sobre lo que tiene el coche, en el supermercado los precios están inflados y no me hacen los descuentos prometidos, el banco se quedó con mi dinero, el verdulero tiene la balanza programada con unos gramos más, el abogado me demora el juicio, etc,

Esta serie de desconfianza en forma diaria, hace también que comencemos a razonar que las personas que están cerca nuestro también nos despierten dudas en su actuar. Mi hijo me estará diciendo la verdad? Mi cuñada realmente tiene un problema financiero? Mi esposo es fiel.

Debemos aprender a mirar a los demás sin desconfiar de sus verdaderas intenciones, para esto es importante tomarnos el tiempo necesario para conocerlas, y sobre todo para comprenderlas.

6. Desconfiar de la vida

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Mantener un rol de víctima permanente de la vida no hace otra cosa mas que alimentar ciertos temores de vivencia diaria que a la larga se transformarán en miedos. El miedo paraliza, no podemos accionar, y la duda nos demora en la toma de decisiones. Comenzamos a desconfiar no solo de todos sino de todo. Creemos que es la vida la que nos tiene que dar cuando en realidad tenemos que salir nosotros a demandarle a la vida que nos de.

Creer que la vida es injusta con nosotros, es reconocer que no estamos haciendo lo necesario. También tiene que ver con el foco. Donde tengo mi corazón y mi razón puestas a diarios.


7. No contar con una mirada interior. No reflexionar.

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Hay quienes dicen que uno tiene que gustarse a si mismo antes que poder gustar de los demás. Tal vez sea cierto en parte, lo que sí es verdad es que si no me conozco, no me controlo, no tengo dominio de mi mismo, es muy difícil que gusten de mi o que a los demás les agrade.

La verdadera independencia pasa por el dominio de mi mismo. Si transgredo normas, me equivoco, y no tiendo a corregir, a romper paradigmas para poder ser feliz, difícilmente pueda crecer y llegar a conseguirlo.

Para ser feliz debo cambiar comportamientos propios, aprender a confrontarme de manera tal que fluyan los errores, saber identificarlos para reprogramar buenas acciones y ser todos los días un poco mejor, o cuando menos, hacer todos los días las cosas un poco mejor.

Mirarme, analizarme, reflexionar, es esa pausa que permite ver todo el campo, hacer un inventario de las cosas útiles, pero también saber darle valor. También con las personas, entender el valor que tiene cada uno en mi vida. Seguramente encontrar esa valoración me de indicios de que puedo ser feliz sin esperar más. A veces la mirada está puesta en el horizonte, en un faro falso que construimos y no miramos nuestro barco como para darnos cuenta que el tesoro ya está con nosotros y no hacia donde vamos.

Simplemente hay que mirarse y preguntarse: ¿soy feliz?

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