Los ojos del alma
Leandro Díaz, ciego de nacimiento, nunca vio la luz pero se atrevió a cantarle al amor.
Un juglar de quilates, un narrador de historias, un caminante de senderos, un compositor de lo cotidiano y por eso sus cantos son para enamorar. Crónica desde el coro celestial.
Juan Aya
Abril 23 de 2018
“Al recordarte Matilde sentí temor por mi vida”.
Con esa frase que hace parte de uno de sus cantos más entonados, comienza el relato de un hombre que con sus ojos siempre cerrados tuvo la claridad para mostrar realidades, para hacernos sentir y enamorarnos con sus merengues y paseos. Leandro Díaz, un compositor de a pie, un autor de memoria que nos dejó un legado inmortal en voces e interpretaciones de diversos cantantes.
Su piel fue fundida por el sol que se asomaba a diario por la casa materna de Altopino en Lagunita de la Sierra en donde nuestro Leandro apareció un amanecer de carnaval, el 20 de enero de 1928. Y cómo no
pudo ver la luz prefirió cantar su pena, que contar su lamento.
Vengo a cantar en un son de merengue lleva el título de "Mi memoria"
Natural es aquella persona que sin estudio también se defiende.
Con la memoria Leandro comenzó a almacenar olores, sabores, fragancias, tonos, cantos y más. A la distancia y sin equivocarse, el trovador de los ojos del alma podía decir quién llegaba, a qué olía. Su mente se convitió en un prodigio.
A pesar que mi vista es pérdida a mi Dios no tengo que desearle. Un hombre que sabe la verdad de la vida y a pesar de vivir en la sombrno es triste. “Nos soy un hombre triste. Creo que la tristeza es de todos”.
Salir del pueblo
La vida en Lagunita de la Sierra transcurría entre los oficios domésticos, arreglo de sillas, instrumentos, poda de jardines, limpieza de escombros y lavado de chismes (vajillas).
Entonces ya con algunos cantos en su mente, la destreza para interpretar la dulzaina se desplazó a San Diego. Allí conoció a músicos de la talla y relevancia del maestro Reyes Torres, Nicolás ‘Colacho’ Mendoza y tres amigos con los que conformó un grupo: Hugo Araújo, Juan Calderón y Antonio Brahim. Amigos de parranda, de noches adobadas por la luz de la luna, de cantos en amaneceres llenos de ron.
Guitarras mágicas y bohemia de la buena. Sentimientos plasmados en partituras que se interpretan con una voz ronca que emite sonidos delalma. Y como había tiempo para la parranda también quedaba para elamor, pero el de verdad, no el de paso.
Sin consuelo y con dos amores
Si quiera a ustedes andan gozando a mi no me consuela nadie.
Leandro Díaz deja de llorar y suspirar el día que muera. Y Leandro Díaz sufre de amor, y de dolor por esa herida.
Letras que hacen parte de ‘A mí no me consuela nadie’, un canto lleno de nostalgia más no de drama. Tampoco es un lamento personal de Leandro Díaz. Es por el contrario una entrada a tener a quien cantarle
y no al estilo de Rafael Escalona, Emiliano Zuleta, Simón Salas y Julio Suárez, quienes a cada mujer que conocían le componían. El hombre que nunca vio la luz le hizo ese canto a Cecilia una mujer de Urumita, pero los verdaderos amores de Leandro en vida fueron dos: Nelys y Helena Clementina Ramos, las dos mujeres con quien el poeta del alma tuvo tres y seis hijos, respectivamente. “Son dos mujeres hogareñas, juiciosas y dedicadas a cuidar y a atender a su marido, eso me gustó y aunque lo ideal es no tener sino una mujer, la tradición en la costa es así, y ellas lo supieron desde un principio.
Los coqueteos de Díaz
Una casa que recibió en Barrancas fue acompañada con una mujer que lo atendía y él se enamoró de ‘La Gordita’, pero en un viaje a San Diego y cuando Leandro regresó ella se había marchado con un chofer, por eso compuso un canto que le salió de su alma lastimada.
Era sábado en la tarde el día que llegue a mi tierra ya me contaron la historia que le ocurrió a la gordita y yo que me trasnochaba y hasta pensaba quererla hoy están jugando con ella esas cosas me mortifican tanto que vacilo la gordita nada quiso conmigo ahora le traigo esta cancioncita con esa la castigo.
Pero como la vida del cantador no termina con un desengaño, Leandro también se atrevió a escribir ‘La Diosa Coronada’. Fue Josefa Guerra, una joven sandiegana que vivía en Tocaimo y que Leandro quiso
conquistar pero la joven por ser hija de un ganadero se creía más que todo y entonces el cantor le compuso unos versos.
Señores vengo a contarles hay nuevo encanto en la sabana.
En adelanto van estos lugares ya tienen su diosa coronada.
Y llega la mira con anhelo y dice gracias le doy al cielo que viva alegre en la sabana ya tiene su diosa coronada. Que canta el pobre Leandro Díaz triste por la serranía.
Josefa solamente fue su amiga y miraba con desdén a un enamorado Leandro. Un canto con el alma llena de heridas por ser menos y no poder acceder al amor de la diosa.
Sin reclamos para Dios
Leandro nunca se quejó de su mal. Hasta el día de su partida (El final fue el 22 de junio de 2013) le dio gracias a Dios por su existencia, su talento y su vida de hombre campesino, parrandero y enamorado. De
alguna manera debía agradecerle al creador y que mejor que un canto:‘Dios no me deja’.
Él sabía que si me abandonaba ninguno cantara como canto yo.
He sabido librar la batalla... No hay que negar la existencia de Dios
Él la vista me negó para que yo no mirara. Y en recompensa me dio los
ojos bellos del alma.
Una vida vivida desde la sombra y con la luz tierna del alma, del almaque fue capaz de componer a mujeres que nunca vio pero que amó con su corazón de trovador silvestre y arraigado a las costumbres de la
provincia.
Como se inicio el relato de sus días en la tierra, la historia se despide con versos de ese inolvidable canto.
Este paseo es de Leandro Díaz pero parece de Emilianito, tiene los versos bien chiquiticos y muy bajitos de melodía. Tiene una nota bien recogida que no parece hecho mío. Era que estaba en el río pensando en Matilde Lina. Era que estaba en el río pensando en Matilde Lina.
Y nos dejó pensando que también sin ojos se puede ver. Sobre todo si se tiene un alma limpia, pura y llena de creatividad, sensibilidad y amor. El poeta de los ojos cerrados se fue dejando un bello legado de
cantos, sentimientos, sabiduría y amor. Leandro vive en nuestros corazones a través de sus cantos.
“Dicen que si el hombre no sufre, no se hace grande y yo creo haber pagado el precio completo”, Leandro Díaz.
Concentrado y lúcido. Un Leandro auténtico y genial.
Ingeniero eléctrico
6 añosUna nota escrita desde el corazón