El Flautista (texto propio)

El Flautista (texto propio)

Escrito por Xavi García @Capadocius - Se dice que hace mucho tiempo, cuando los Señores Feudales dominaban estas tierras, existía un músico que acaparó más popularidad que el mismo Rey.

Con su flauta era capaz de invocar el buen tiempo. Con una alegre canción bendecía a las parejas que querían casarse y aportaba felicidad y esperanza a aquellos humildes viajeros que lo necesitaban.

Tales eran sus virtudes que gente de todo el reino, incluso de otros más lejanos, visitaba a aquel misterioso músico para poder disfrutar de sus excepcionales cualidades. El Rey, se había negado a creer aquellas habladurías de campesinos ya que su orgullo no le permitía aceptar que un cualquiera estaba tocado por los ángeles. Pero, con el tiempo, no se hablaba de otra cosa y el flautista se había convertido en un incómodo competidor en popularidad. "Música" pensaba él "Cómo la música puede ser más popular que todo un Rey".

Abrumado por las noticias que llegaban del pueblo, el Rey mandó apresar al flautista y le recibió en audiencia. Allí, asombrado por ese gran talento, quiso tener solo para sí el sonido de la flauta. Condenó al músico a tocar solo para él o, si se negaba, ser condenado a muerte por desobediencia.

El flautista se negó en rotundo y prefirió aceptar una muerte segura a vivir bajo el yugo de la intolerancia. Fué arrestado y llevado al calabozo, en el que se dispuso a tocar su última melodía. La más triste, profunda y conmovedora canción jamás tocada.

Al tocar, un ente del bosque quedó prendado de tan bellas notas musicales que provenían de la torre del calabozo. Se acercó, con forma de pájaro, a la cornisa y habló directamente a la mente del artista. "Entiendo tu pena y condeno tu destino. Te ofrezco la vida eterna junto a quienes entiendan tu don". Entró en la estancia y le dijo al flautista que se arrojara por la ventana, que no le pasaría nada. Y tras meditarlo, el músico saltó no sin dudar.

El agua hizo que el golpe fuese más suave y logró salir, empapado, directo al bosque. Pero nadie contaba con el gran campamento de legionarios y mercenarios que se encontraba entre el castillo y el bosque. Cientos de soldados que, al ser alarmados y avisados, fueron tras él. Corrió, pero los caballos lo acorralaron a la entrada del bosque, justo en la zona de armeros. Allí, rodeado, volvió a escuchar al ente que le propuso de nuevo un pacto: Poder tocar su música por siempre jamás. En ese preciso momento, el montón de armas y las rocas del camino se unieron a él y lo petrificaron para siempre conviertiéndolo en una estatua.

Los soldados, aterrados, salieron huyendo por ese claro acto de brujería. Y desde entonces, todos aquellos que se acercan a su zona escuchan sonar la flauta ininterrumpidamente.

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