Los Yankees han sido cementerio de reclutas
Por Andrés Pascual (junio 4 2011, El Tubeyero22)
Los Yanquis de esta época ni campeonatos compran, sello a que acostumbraron durante más 40 años a sus fanáticos, a precio superior al del mercado: los inquilinos del Yanqui Estadio han tenido en alta estima la muy positiva colaboración del jugador, hecho por otras franquicias, en la construcción del más grande imperio beisbolero de la historia, hoy "se les metió el perro en el tabaco", porque enfrentan una rabiosa competencia de iguales y/o superiores posibilidades.
Del Boston no solo llegó Ruth; sino también dos pitchers que lograron su inmortalidad por su trabajo para la franela a rayas del Coronel Jacob Ruppert. Ninguno formó parte de la tan cacareada Maldición: ni a Herbert Pennock (foto) ni a Waite Hoyt les crearon otra historia fantasmagórica que destacara la inapetencia del propietario de aquel club, con sede en Fenway Park, por la victoria. Pero, sin Hoyt ni Pennock, los Yanquis de los 20’s y parte de los 30’s, nunca hubieran podido hacer lo que hicieron en el Joven Circuito.
Los Medias Rojas fueron un “caso”: a Willie Mays lo observó en ligas negras antes que cualquiera de otra franqucia, un scout del Boston; entonces el artillero jugaba a las órdenes de Dick Lundy, que lo recomendó, en el circuito sepia; sin embargo, pudo más el sentimiento racista de Tom Yawkey que el entusiasmo por hacer un club ganador colocando a Mays al lado de Ted Williams, por lo que ordenó una "olímpica" respuesta a la prensa: “…su estilo de juego no se aviene con el nuestro…”.
Boston puso sobre el terreno el primer negro en 1959, Pumpsie Green, pelotero de ninguna clase ni trascendencia, 12 años después que el Brooklin inició la era moderna del jugador negro para el Béisbol Organizado y dos después que se había retirado Jackie Robinson como pelotero activo.
A través del tiempo, Vic Raschi, Johnny Sain, Johnny Mize, Tite Arroyo, Pedro Ramos, Joe Sewell, Héctor López, Roger Maris, Reggie Jackson, Scot Brosius…han sido decisivos o casi en más de una victoria en campeonatos de liga o en la Serie Mundial como talentos no desarrollados dentro del sistema de sucursales del club; estos peloteros, de importancia en la victoria sempiterna de los Yankees "de antes", fueron adquiridos "hechos", la mayoría en rango estelar al momento de su llegada al club y, muchas veces por capricho, como el caso de Randy Johnson, cuando no les queda ni brazo ni ganas, como exige la clientela neoyorquina que se juegue.
Del otro lado del asunto, para aplacar la enfermiza inconformidad del fanático de la Gran Manzana, se han desprendido rápido de novatos de alto nivel promisorio como Curt Schilling, Deron Johnson o Mike Lowell. O han frustrado a otros porque no se desprendieron a tiempo de ellos, dejándolos ir cuando ya no tenían facultades para establecerse en las Mayores como Frank Leja o Charlie Silvera…que se pudrieron en Triple-A o en el banco del equipo, sin ninguna posibilidad de jugar o de ser cambiados a otro club.
Cuando no le han dado juego a un novato y lo entierran en las Menores, la tónica, ante situaciones de ese tipo, ha sido comunicarle a la prensa que nadie está interesado en sus servicios o que sus equipos en las Menores necesitan ganar.
Es la encrucijada a que se ha expuesto un jugador joven cuando ha firmado con esa franquicia, considerada antes un sueño en los países de habla hispana porque eran los Yankees Nueva York, cachumbambé alternativo en la esperanza del recluta; sin margen a dudas, los Mulos de Manhattan significaron muchas veces una encumbradora montaña o la tumba del jugador, hoy, por lo que se tiene a mano, aparenta que pasó a mejor vida no solo aquella aquella política, sino la esencia del club que, por lo visto, es historia sin reflejos prácticos de estelar rutilancia en la actualidad.