Marcos ágiles en la gestión de proyectos.

*Esta es una opinión personal y no representa ni habla en nombre de las compañías con las que trabajo.        

Para hablar sobre agilidad en proyectos, es importante empezar por distinguir entre los marcos y las metodologías. Los marcos (frameworks) son prácticas flexibles basadas en principios, que proporcionan guías o lineamientos para gestionar proyectos. Estos marcos son ideales cuando se necesita adaptabilidad y una gestión ágil del cambio. En cambio, las metodologías son sistemas más estructurados y predefinidos, con pasos y procedimientos que ofrecen menos margen para la adaptación.

Es fundamental destacar que ni los marcos ni las metodologías son inherentemente mejores o peores, como a veces se nos hace creer. Su elección depende del tipo de entorno y proyecto. Por ejemplo, en un entorno estable, con requerimientos fijos o claramente definidos, puede ser adecuado implementar metodologías tradicionales como PMI. En cambio, en entornos volátiles, donde los requerimientos pueden cambiar frecuentemente, los marcos ágiles son más apropiados.

Una vez aclarado esto, me centraré en los marcos ágiles, ya que permiten adaptarse rápidamente a los cambios y ofrecer valor continuo a los clientes.

Uno de los marcos ágiles con mayor trayectoria es LEAN, el cual recuerdo de mi época universitaria bajo el concepto de “producción más limpia”. LEAN se enfoca en la eliminación de desperdicios a través de la optimización de procesos y la mejora continua. En producción, el concepto de desperdicios es fácil de entender, pues abarca aspectos como la sobreproducción, tiempos de espera, transportes innecesarios e inventarios excesivos. Sin embargo, cuando hablamos de proyectos o servicios intangibles, puede parecer más complejo. No obstante, sigue siendo sencillo: los desperdicios en este contexto se refieren a procedimientos innecesarios que no agregan valor, como generar informes detallados que el cliente no necesita, cuellos de botella en aprobaciones que requieren múltiples firmas o la descentralización de recursos. LEAN ofrece la ventaja de reducir tiempos y costos, mejorar la eficiencia y adaptarse a una amplia gama de industrias y proyectos con múltiples procesos.

Otro marco ágil es KANBAN, que se centra en la visualización del flujo de trabajo mediante un tablero que divide las tareas en columnas (Por hacer, En progreso, Hecho). Este enfoque permite ver claramente el estado de las tareas y facilita el control de avances. Además, Kanban impone límites al número de tareas en progreso para evitar sobrecarga y fomentar la mejora continua del rendimiento del equipo.

También está SCRUM, un marco ágil con el que me siento particularmente alineada, ya que realicé una formación sobre este hace poco. SCRUM se basa en iteraciones conocidas como sprints, que consisten en ciclos de trabajo durante los cuales el equipo se enfoca en planificar, inspeccionar y adaptarse. Los tres roles principales en SCRUM son el Product Owner, el Scrum Master y el Scrum Team, y se utilizan elementos clave como el backlog del producto, el backlog del sprint, reuniones diarias (daily stand-up), revisiones y retrospectivas. La principal ventaja de SCRUM es la entrega frecuente de productos funcionales, lo que permite un progreso constante y visible.

Por último, lo que considero la "cereza del pastel" en los marcos ágiles es SAFe (Scaled Agile Framework). Este marco extiende Scrum y Kanban, permitiendo la colaboración de varios equipos multidisciplinarios en un mismo proyecto. SAFe se caracteriza por ciclos de planificación a nivel de programa, alineación entre equipos y entrega continua en múltiples niveles. Su ventaja radica en que facilita la escalabilidad en grandes organizaciones.

En conclusión, los marcos ágiles ofrecen mayor flexibilidad y adaptabilidad a los cambios. Permiten la entrega rápida y frecuente de productos o funcionalidades terminadas, promueven la colaboración constante entre equipos y clientes, e impulsan la mejora continua basada en retroalimentación y ajustes.