Matar a la vaca!

Matar a la vaca!

Un maestro paseaba con su discípulo por los verdes pastos de su comarca cuando, de repente, vio a lo lejos una cabaña de apariencia muy humilde y decidió visitarlo. Durante todo el camino, el maestro había estado aleccionando a su discípulo con respecto a la necesidad de realizar visitas para conocer personas y aprovechar las oportunidades de aprendizaje que, sin duda, te brinda la vida.

Al llegar a la cabaña, constató la pobreza del sitio. La casa era de madera roída y allí vivía una pareja con sus tres hijos… todos iban descalzos y sus ropas estaban sucias y rasgadas. Era una familia muy pobre.

Cuando llegaron al que hombre que parecía el padre de familia, el maestro le preguntó:

-        Estimado lugareño, en este lugar no existen posibilidades de trabajo ni comercio posible. ¿Cómo hacen usted y su familia para sobrevivir aquí?

-        Amigo mío, nosotros tenemos una vaca que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte de la leche la vendemos o cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina. Con la otra parte hacemos queso, yogur y demás productos para nuestro propio consumo. Así es como sobrevivimos.

El maestro agradeció la información y, contemplando el lugar por un momento, se despidió y se fue. Cuando estaban en medio del camino, vieron a la vaca y, dirigiéndose a su discípulo, le ordenó:

-        Coge la vaca de esta familia, llévala a aquel precipicio y empújala al barranco.

El discípulo se quedó perplejo y le preguntó al maestro el motivo de tan drástica decisión (recordemos que esa vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia). El maestro no pronunció una palabra, por lo que el discípulo fue a cumplir la orden: empujando a la vaca por el precipicio y viéndola morir.

Aquella escena quedó grabada en la memoria del discípulo durante años…

Mucho tiempo después, el discípulo no era capaz de olvidar lo sucedido y, agobiado por la culpa de haber matado a la vaca, decidió visitar a aquella pobre familia para contarles todo lo sucedido y pedirles perdón, ayudándoles como le fuera posible.

Así lo hizo.  A medida que se aproximaba al lugar veía todo muy cambiado, ya no se veía un atisbo de pobreza. Todo lo contrario, los árboles estaban floridos y todo estaba muy limpio… Ya no había una vieja casa de madera roída, sino una enorme casa de piedra, con todo tipo de lujos. Incluso los niños, que antes estaban tristes y vestían ropas sucias y rotas, ahora estaban alegres y llevaban finas prendas.

El discípulo se puso en lo peor, pensando que aquella humilde familia tuviese que haber vender el terreno para sobrevivir, por lo que aceleró el paso. Al llegar a su destino, fue recibido por un señor muy simpático, al que le preguntó por la familia que vivía allí hacía unos 3 o 4 años.

El señor respondió que seguían viviendo allí. Desconfiado, el discípulo entró corriendo en la casa y confirmó que era la misma familia que visitó años atrás con su maestro. Elogió el espléndido lugar y le preguntó al señor (el dueño de la vaca):

-        ¿Qué hizo para mejorar este lugar y cambiar su vida de una manera tan increíble?

-        Nosotros teníamos una vaca que se cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Así alcanzamos el éxito que usted puede ver ahora mismo.

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