Mi historia la escribo yo
¿Te ha pasado que estás en un lugar y, de pronto, sientes una necesidad urgente de salir de ahí? Ese momento inexplicable cuando tu cuerpo —puede ser el estómago, la cabeza, o hasta el pelo— te dice: ‘Creo que no deberías estar aquí ahora’. La mayoría de las veces, no entendemos bien de dónde viene esa sensación, pero sí logramos reconocerla.
En ocasiones, no tiene que ver necesariamente con no querer estar en el lugar, sino con querer estar en otro sitio. No sé bien por qué, pero con el tiempo —y la terapia— se me hace cada vez más sencillo reconocer cuando me ocurre.
La última vez fue el año pasado. No sé bien en qué momento, pero empecé a cuestionarme si realmente estaba donde quería estar, si estaba haciendo lo que quería hacer, si era momento de retarme a hacer otras cosas. El detalle con esas sensaciones es que a veces pasa como cuando se rompían las pantyhose (¿Todavía eso se usa en este país húmedo y tropical? 🤔): basta un pequeño rasguño para que la ruptura comience a subir como un cohete por la pierna hasta que las vuelve inservibles. (Pausa para reconocer lo mucho que aprendí de la moda, por crecer con una madre soltera en los 1980). Retomo… El asunto es que, tan pronto reconocí esa inquietud constante de querer moverme, no hubo vuelta atrás.
En 2015, cuando eliminaron mi posición en una empresa en la que trabajé durante casi cinco años, aprendí muchas cosas. La primera: perder el trabajo no es el fin del mundo (aunque parezca serlo). Causa ansiedad, incertidumbre, miedo. Pero, con ayuda de gente que te encuentras en el camino, con disciplina y paciencia, te das cuenta de que es posible hallar algo mejor. O de que la vida, simplemente te va a dar el empujón si ve que llevas mucho tiempo merodeando con la idea de dar el salto y no te atreves a hacerlo. (De hecho, eso cuenta para muchas otras situaciones también). Otra lección de aquella época fue mantener siempre los sentidos abiertos a nuevas oportunidades laborales. Ten el LinkedIn actualizado, el resumé a la mano, porque no sabes en qué momento, alguien te hará la pregunta: “Oye, ¿y cómo te va en el trabajo?”. Casi siempre, porque saben de alguna oportunidad para ti.
Estaba yo en esas cuando apareció la posibilidad de moverme a un nuevo espacio; un proyecto cuya descripción parecía hecha a la medida para atender mis inquietudes del momento. Algo en mí se encendió: envié el resumé, hice llamadas de seguimiento, envié emails para saber si lo habían recibido. Me moví de un modo casi intuitivo, medio animal. Realmente quería ese puesto. Lo veía como una puerta a la posibilidad de servir, de aprender, de crecer, de dar.
Cuando finalmente pasó, la sensación fue rara. No podía parar de llorar al decirle adiós a un grupo de gente con la que crecí tanto a nivel profesional y personal. Fue darme cuenta de que había tenido un impacto tremendo en el grupo —y viceversa. Era cerrar el ciclo para empezar a andar en un nuevo universo donde hasta el lenguaje era distinto. Casi empezando el año, me despedí de la empresa a la que llegué cuando apenas éramos 5 personas y que hoy ya contaba con más de 20. Hubo llanto, reconexión, muchos abrazos y buenos deseos.
Los primeros días
De entrada, fue aterrador empezar de nuevo; ser “el nuevo” en un grupo pequeño. De una parte, tuve la bendición (por falta de otra palabra) de coincidir con gente maravillosa. Aprendí que hay muchas personas tratando también de cultivar un país distinto desde la solidaridad, desde la empatía y la esperanza. También, recordé que en todos los espacios hay de todo; que no todo el mundo actúa desinteresadamente, que el ego mal cultivado es uno de los males que nos bloquean; que no nos dejan ser.
Fueron meses de mucho trabajo, de aprender tanto y tanto, de leer, sentir miedo a meter la pata, de escuchar tantas historias de gente que está tratando de construir, de cosechar. Coincidí con maestras y maestros a quienes siempre les estaré agradecido. En poco tiempo, se logró sembrar la semilla de otro modo de pensar. Pero, ¿a qué costo?
Toca moverse; no queda otro remedio
Las horas sin dormir, los horarios inestables, el constante temor a que aún habiendo recibido comentarios positivos de algunas personas, eso no fuera suficiente. Daba vueltas y vueltas y vueltas y vueltas entre dos extremos emocionales. Iba de sentirme sumamente orgulloso por lo logrado hasta sentirme profundamente frustrado, temeroso y subestimado.
Durante los días más difíciles, hice caso a las recomendaciones de mi terapista: “No huyas. Sigue haciendo frente y enfócate en tu trabajo”. Funcionó por un tiempo. Pero, llegó un momento en que ya el cuerpo también empezaba a manifestarse. Estallaba en llanto espontáneo, o comenzaba a temblar cuando llegaba el momento de asistir a alguna reunión.
Mi única certeza era que, como cita mi tía constantemente a Serrat, tenía que defender la alegría; mi alegría.
De un tiempo para acá, he aprendido a no estacionarme en el dolor. Permito que las emociones salgan, se manifiesten, pero de ahí a dejarlas que me controlen, eso no. De nuevo estaba ahí la misma urgencia, el deseo de salir corriendo. Esta vez, también fue visceral. Era mi cuerpo diciendo: “Toca movernos”.
Le hice caso. Con profunda gratitud por lo bueno —e incluso por lo que, en el momento, no había entendido como aprendizaje—, decidí que era hora de partir. No tenía un plan, no tenía idea de qué haría (más allá de tocar algunas puertas profesionales que sabía estaban entreabiertas para mí). Mi única certeza era que, como cita mi tía constantemente a Serrat: tenía que defender la alegría; mi alegría.
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Agradecido por la oportunidad brindada, por lo aprendido —lo bueno y lo difícil—, tracé la ruta para ponerle punto final a esa etapa.
La alegría de volver
Como la vida tiene esas maneras tan extrañas de jamaquearnos, me vi a los pocos días con un café en mano, las lecciones a cuestas, narrando lo sucedido ante la misma persona a quien tres meses antes le había comunicado que me iba a trabajar a otro lugar. Fue una conversación muy abierta en la que logré poner en palabras lo que había pasado en esos meses: entendí que había ganado perspectiva y pude analizar cinco cosas que no había podido organizar mentalmente hasta ahí:
1. Hay que hacerle caso al cuerpo
La sensación en el estómago cuando quise intentar una nueva aventura profesional era palpable en todos mis sentidos. Igualmente, cuando el cansancio emocional, la tristeza constante, el miedo, la inseguridad, los nervios y la duda me abrazaron, todo mi cuerpo me lo decía con claridad. Ahora, trato de prestarle más atención.
2. Rodéate de personas que sumen y no resten
En todos los espacios de trabajo hay una amplia diversidad de personalidades: habrá gente que querrás tener cerca, porque siempre suman a tu desarrollo —y tú al de ellas. Pero también habrá quienes intenten apagar tu luz. Presta atención a las señales y muévete a tiempo.
3. La mayor lealtad que debes tener en tu trabajo es contigo y tu ética profesional
Por más hermosas que parezcan la misión y visión de una empresa, tu mayor lealtad es contigo. No se trata de alimentar el ego dañino, sino de entender que uno de los valores más grandes que tenemos como profesionales es nuestra reputación, nuestra ética de trabajo. Habrá momentos en que esta se ponga a prueba. Es entonces cuando tenemos que aferrarnos a ella. Al final del día, los trabajos van y vienen; tu tranquilidad emocional y la seguridad de que hiciste lo correcto sólo la puedes defender tú.
4. El compromiso se demuestra con acciones
Hay palabras que se leen hermosas en un resumé, en una pared, en una declaración de intenciones. Pero la mayor parte del tiempo, esas palabras deben estar acompañadas —y validadas— con acciones. No te fíes de quienes alardean sus virtudes. La mayoría de las veces, se quedan sólo en las palabras.
5. Tu historia la escribes tú
En una cultura donde se le otorga tanto valor al qué dirán, a las opiniones de las demás personas y donde todo el mundo cree tener un pedazo de “la verdad”, a quien único debe importarle tu historia es a ti. La gente se construirá su propia narrativa, probablemente, la comparta con más personas, pero sólo tú sabes cómo estás escribiendo tu historia.
La alegría está de vuelta
Haces dos meses, regresé a mi antiguo trabajo. En este tiempo, muchas personas me han preguntado una y otra vez qué pasó. A las más cercanas, les cuento en detalle. Al resto, les resumo diciendo que intenté florecer en otro espacio y me di cuenta de que no había abono para mí en esa tierra. Lo que nunca dejo de enfatizar es en que no me arrepiento. Aprendí mucho, me permití experimentar nuevamente la adrenalina de empezar de nuevo, de creer. No salió. Pero gané perspectiva.
Por eso hoy, a 203 días de que empezó el año, decido dejar este fragmento de mi historia aquí. Lo hago con alegría y orgullo. Sí, hace cinco meses intenté florecer en otro suelo que parecía ser más fértil. Pero mis ramas se estaban secando, las hojas se empezaban a caer y las flores parecían no volver a brotar. Tuve la dicha de que justo un día después de salir de allí, me ofrecieron la oportunidad de regresar a un espacio donde confío en poder continuar cosechando con gratitud y desde el amor.
Marketing Strategist focused on the LATAM and Hispanic Markets
2 añosY no sabes lo mucho que hiciste falta pero sí lo felices que estamos de que estés de vuelta. Aplaudo tu experiencia y el compartirla para que otros se nutran de esos aprendizajes. Me encantaron las analogías con la naturaleza. Hermosa historia y lección.
Estratega de Mercadeo y Comunicaciones - Industrias Creativas y Culturales
2 añosPablo gracias por compartir tu historia y mi admiración por hilvanarla a través de esas hermosas palabras. Nuestra historia nos toca a cada uno escribirla, y es nuestro momento de hacerlo por un mejor País.
Accountant at Advantage Insurance
2 años¡Muy feliz de tenerte de vuelta!
President at Centro Casas
2 añosMis respetos querido Pablo, tus palabran dictan tu corazon y me deleito al leerlas, pero tu YO interno y tu forma de ser es tu bendicion innata y tu norte!! Que alegria q estes y que permanescas en tu casa en tu entorno…porque eres especial y muy querido!!! DTB 😘
Estratega de Contenido || Productora || Actriz || Mentora Creativa
2 añosQue hermoso esto. Gracias por hacernos parte y que tu historia continúe floreciendo en tierras siempre fértiles.