MI VECINA SANTA LUCÍA

Esta santa es como una vecina; mucho más: es una amiga. Cuando volvía de acompañar a mi abuela paterna de la plaza (mercado de abastos), entrábamos a saludarla en la Iglesia de Santa Catalina (otra mártir romana, por cierto).

Me encantaba ir con mi abuela al Mercado de la Encarnación (Sevilla); lo demolieron cuando yo tenía 7 años; pero recuerdo muchas cosas. Tardaron 40 años en reconstruirlo. Ahora, es mucho más pequeño, cuenta con unos 40 puestos. El antiguo tenía 400. Era enorme. Todavía más inmenso para un niño.

La visita a santa Lucía se realizaba con la mayor naturalidad. Pasábamos por la puerta del siglo XIV, estilo gótico. Nos dirigíamos a la capilla barroca. "Pedro, rézale a santa Lucía para que nos conserve la vista. Sin la vista no se puede trabajar; es el sentido más valioso". Nos poníamos de rodillas. Debía ser poco tiempo; porque a los niños los minutos se les hacen muy largos; y a mí no me cansaba. La salida era por la puerta que está flanqueada por la torre árabe de la antigua mezquita.

Santa Lucía protegía la vista de la gente; porque según la tradición a ella le arrancaron los ojos, antes de matarla. Con los años, he conocido a personas que hacen lo contrario, como a ellas las han maltratado en alguna cosa, ellas se portan igual de mal con los demás. Son personas que aplastan porque las pisotearon. (Precisamente, la vecina de santa Lucía, en Sevilla, es santa Catalina a la que amarraron a una rueda dentada).

Bueno, hoy quería a recordar a mujeres que no devuelven el mal; todo lo contrario, la gente acudimos a ellas porque saben lo que es sufrir; entienden el dolor de los demás, e interceden para que las cosas vayan o se lleven bien.