Migraciones: una provocación acerca del desarrollo sostenible

Hace poco más de 15 días, una gran ola de migrantes llegó a la ciudad de Ceuta, una ciudad autónoma española en la costa norte de África. En un solo día, unas 8.000 personas procedentes de Marruecos ingresaron por mar de manera ilegal a la ciudad, un puente entre Europa y el continente africano. Los adultos jóvenes y muchos niños (aproximadamente 1.500) vivieron situaciones de desesperación, llegando allá sea nadando o en botes improvisados.

La noticia me impactó mucho. Con la gran repercusión a nivel mundial, especialmente en la prensa y las redes sociales, quedó claro que la crisis migratoria en mi país de origen, la peor de España en las últimas dos décadas, no es un problema aislado. Es un problema mundial, al igual que otros asuntos urgentes relacionados con el desarrollo sostenible.

Las migraciones son parte de la historia de la humanidad. Migrar es algo presente en mi trayectoria, en mi vida. Pero es completamente diferente si alguien decide abandonar su lugar de origen de forma voluntaria o forzado por condiciones adversas que impiden que las personas vivan seguras o tengan un futuro digno. Actualmente, en la propia América Latina, vemos un aumento en el flujo de migrantes y refugiados que enfrentan crisis en países como Venezuela y Haití, además de recibir inmigrantes de origen árabe y africano.

Lamentablemente, la violencia y las violaciones de los derechos humanos, las desigualdades y la reducción de las perspectivas socioeconómicas, además del cambio climático y los desastres naturales, han presionado los flujos migratorios en varias regiones. Cabe recordar que todos estos problemas están interconectados y, dada su complejidad, exigen una articulación entre las instituciones públicas y privadas, además de un alto grado de empatía.

Actualmente contamos con una escala de conocimiento y desarrollo tecnológico capaz de promover la seguridad alimentaria y brindar bienestar a toda la población mundial, pero las desigualdades persisten. Las naciones e individuos económicamente más ricos continúan liderando en términos de acceso a los derechos básicos. Esto es evidente en la distribución de vacunas contra el coronavirus, que hasta el momento tiene el 75% del total de inmunizaciones aplicadas en solo diez países entre los más ricos del mundo.

Esto muestra que, para abordar cuestiones transversales, es necesario que exista cooperación entre países de todo el mundo. A través de la unión entre las diferentes formas de resolver problemas y también del poder económico, de los gobiernos, junto con las empresas, cada una desempeñando su papel, es posible buscar soluciones sostenibles a temas urgentes como el cambio climático, la contaminación de los océanos, el hambre, conflictos bélicos y otras formas de violencia y empobrecimiento que alejan a las personas de sus hogares.

No cabe duda de la importancia de invertir seriamente en educación como base del desarrollo económico y social, desde las pequeñas comunidades hasta las grandes naciones. El enfoque en todos los niveles educativos, desde la infancia básica, permite a las personas ejercer su ciudadanía y potencial individual, desarrolla el pensamiento crítico y la mentalidad emprendedora.

La educación es lo que permite tomar conciencia de las necesidades, derechos y deberes de cada uno, y cómo utilizar este conocimiento en la búsqueda de soluciones para mejorar las condiciones de vida. Una educación universal, inclusiva y equitativa, basada en los principios de los derechos humanos y el desarrollo sostenible, es lo que permitirá a las generaciones futuras crear y disfrutar de una realidad más justa y próspera. Sea en las ciudades donde nacieron, o en tránsito por el mundo, intercambiando conocimientos y experiencias, sin tener miedo de volver a casa cuando lo deseen.