Mis vivencias dando un giro a los +50

Esta vez me gustaría compartir un poco de mi momento de vida. Hoy, más que nunca, estoy dispuesto a tomar más riesgos y enfrentar lo que me cuesta para vivir como realmente me gusta y haciendo lo que quiero. Me la quiero jugar, ¿si no es ahora, cuándo?

Estudié Licenciatura en Economía porque me encantaba la historia económica mundial y la política. Otro norte temprano que tuve fue el interés por lo extranjero, en un mundo que era mucho menos conectado. Sabía que quería viajar en mi trabajo por todos lados conectando con inversores. Me zambullí de lleno en el mundo bursátil. Ese sueño lo cumplí.

Cuando salí del mundo corporativo hace dos años para empezar un proyecto empresarial propio desde cero, mi mujer me propuso hacer una casa en un lugar soñado en el sur, donde teníamos un terreno desde hacía quince años. Me pregunté, ¿es lógico largarme justo ahora cuando por primera vez en mi vida prescindo del cheque a fin de mes? Tras reflexionarlo, me dije que si quiero vivir una vida diferente, me tengo que animar a hacer cosas distintas. Hoy la casa es una realidad, abriendo nuevos mundos, tiempos y viajes familiares. No me arrepiento ni un minuto.

Les cuento esto porque creo que en algún momento me harté de mi propio personaje y limitaciones que me hacían vivir mi vida pisando el freno. Hoy me siento lidiando con la incertidumbre propia del emprender, pero feliz. Los bonus en esta nueva fase son hacer lo que me apasiona y encima con un amigo, marcar mis tiempos, compartir mucho más con mi familia y amigos, hacer más ejercicio y aplicar mi creatividad y ganas como nunca. No veo muchos límites posibles, más que mis ganas.

Vengo de vivir muchos años preocupado y estresado, con la punta del iceberg girando alrededor de situaciones diarias en mis trabajos. Por debajo de la superficie, la base de mis ansiedades eran rollos personales que traía desde siempre. Me castigaba duramente por aquel pasado que “no pude”, “no fue”, “no hice” o por compararme con otros en mis puntos flacos. Una alternativa distinta podría haber sido afirmarme en mis logros: en mi familia, en mis amigos y en que me iba bien. Pero, siendo más chico no estaba listo para cuestionarme si mi vara de auto-exigencia era demasiado alta o si era yo quien me ponía un lugar diferente a dónde quería estar.

Cumplidos los 40, empecé a buscar caminos para vivir más contento y tranquilo. Así fue como me metí en retiros y en algún curso de control mental, que fueron los primeros pasos hacia atender lo profundo del iceberg. Lo que puedo decir que me cambió la vida fueron los cinco años de preparación como acompañante espiritual y algo más de dos como coach ontológico. Me despertó una nueva forma de encarar mi propia vida y la vocación por escuchar a personas y ayudarlas en sus procesos. La empresa es el ámbito por excelencia para trabajar en ese frente. Salimos de casa en la mañana y llevamos nuestra historia a nuestro trabajo y viceversa.

Les comparto una frase de Carl Jung que va al hueso de mí proceso: “Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad. Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”. Experimenté en carne propia que animándome a bucear en mis propias “sombras”, saco fuerza para hacerles frente y dar vuelta la página.

Gracias a todos esos aprendizajes pude tomar la decisión de salir del mundo corporativo. Podía haber elegido continuidad de esa vida en otro país pero opté por irme a mi casa para jugármela por una nueva etapa. Me acuerdo que ante el dilema de seguir en la vida corporativa o independizarme, salí a correr para aclarar mis pensamientos y me dije: “esta es la súper oportunidad que estaba esperando”. El coaching me había despertado las ganas de querer dar cambios en mi forma de ser y actuar y uno era el de buscar trabajar en red con otros. El costo de oportunidad mayor era relegar mis ingresos seguros para largarme a la aventura total.

Lo increíble es que veo que la vida me acerca a personas en la misma búsqueda. En ese momento, en una ida a subir al Uritorco con amigos de toda la vida, surgió en charla la posibilidad de asociarme con mi amigo y ahora socio Pablo Jorge P. en un proyecto de consultoría en conjunto. Fuimos trabajando el concepto y en nuestra visión. Nos está llevado a conocer nueva gente, industrias, empresas y situaciones. Veo que el común denominador en todos nosotros es que para poder avanzar en cualquier ámbito personal, empresarial, deportivo y diría todos, necesitamos decidir enfrentar miedos y desiertos para vencerlos y actuar diferente. La oportunidad de logros es tremenda si me animo.

En unos meses cumplo 57 años. No me puedo quejar. Estoy feliz con mi familia, casado, cinco hijos y lleno de familia grande y amigos. Creo que es mi mejor momento y quiero sacarle jugo. Estoy aprendiendo a pescar con mosca, me propuse mejorar en el golf, estoy haciendo un curso de desarrollo de mi marca personal y participo en un equipo acompañando a otros varones de edades parecidas, abriendo el diálogo y el espacio de reflexión para generar un “liderazgo por irradiación” basado en propósito y valores.

Mis preocupaciones diarias ahora en el ámbito laboral son cómo ser mejor oferta, cómo ayudar a más empresas y personas, cómo traspasar fronteras y ofrecer mis servicios en nuevos mercados, cómo generar atención y ser distinto. Me dejo llevar por el impulso y las ganas, apostando a que la rueda girará cada vez más veloz y fuerte. Vivo con un grado de incertidumbre mucho mayor comparado con mi etapa corporativa, pero me siento afirmado sobre roca.

Estoy intentando vivir en concordancia entre lo que hago, siento, pienso, digo y percibo. Me quiero seguir haciendo cargo de mi propio destino y también acompañar a quienes me anteceden y a quienes me siguen. No llegué a ningún lado y lejos de ser ejemplo de nada, pero sé que de este lugar no me quiero mover. ¡Saludos!