(Muy Breve) Glosario Feminoide de la Infamia. ¿Por qué hablamos sin pensar?
Por Miriam Grunstein
La industria energética no goza del monopolio del discurso feminoide, que no feminista, ahora en ebullición con los calores de marzo. Sin embargo, las mujeres de nuestro sector lo hemos adoptado plenamente. Y como buen hijo adoptivo, lo hemos hecho nuestro con el corazón; lo hemos abrazado tan fuerte que hemos suspendido todo juicio sobre qué decimos, en qué contexto lo decimos –y más importante aún—a quién. Pues bien, como obsequio a mis sororas en este mes de la mujer, he aquí mi (muy breve) Glosario Feminoide de la Infamia hecho ad hoc para nuestras integrantes, sean eléctricas o petrolíferas –verdes o viscosas.
Empoderamiento:
Es éste el término que más abomino. Amén de ser un anglicismo atroz (to empower) esta aberración de verbo connota que hay mujeres que le pueden transmitir el poder a otras. Lógicamente, esto significa que unas tienen el poder y otras no, en razón a su circunstancia económica, cultural, racial, educativa o cualquiera otra condición que se les ocurra. Algunas mujeres argumentan que el “empoderamiento” se transmite a través de mentorías, de instalaciones de paneles solares en chozas, con un ascenso en el escalafón corporativo, gubernamental y/o político.
El empoderamiento supone que hay mujeres grandes, y otras chiquitas, que requieren de las primeras para afirmarse como usuarias, empresarias, cabezas de familia y lo que quieran y manden. En realidad, el poder ni se adquiere ni se otorga. Se ejerce de formas muy distintas, según el contexto. Por ejemplo, tal vez tenga más poder una mujer sin un gran puesto, sin mayor visibilidad, que tiene suficiente para ser libre.
Liderazgo Femenino
Otro anglicismo deslucido que deviene del sustantivo leader. De manera semejante al empoderamiento, éste supone que hay algunas mujeres a las que otras siguen o deben seguir. En una de aquellas reuniones sororas, en la que una CEO del sector fue invitada como Diva, ella generosamente compartió su experiencia. Dos cosas fueron llamativas: su modestia auténtica, pues no se mostraba en lo mínimo engolosinada con su status; y, por otra parte, el anonadamiento de las sororas ante una mujer tan imponente, al grado que una exclamó “quiero ser como tú.”
En ese instante di por fracasado el objeto de la reunión. Esa mujer “ejemplar” tiene una historia, una trayectoria, talento e incluso una familia y vínculos políticos que le han facilitado llegar hasta ahí. No lo digo despectivamente, sino como una simple descripción de hechos. Ni yo, ni ella, ni mujer en México ni en el resto del mundo puede ser como ella. No hay una que pueda ser como otra, ni debe aspirar a seguirla, con la esperanza de algún día ocupar su lugar, porque no comparte igualdad de condiciones ni circunstancias. Mejor que haga su camino al andar.
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La (bendita) Sororidad
La Sororidad es verbo, no sustantivo; es algo que se practica y no se predica. Ni soy de las que creen que “mujeres juntas, mejor difuntas”, ni tampoco de las pegadas a los muéganos de mujeres en el sector. He estrechado vínculos fuertes con algunas porque compartimos afinidades e intereses. Por cierto, gracias a mi interés en pensar estrategias para que las mujeres sufran menos carencias energéticas he aprendido mucho de algunas.
El apetito de conocimiento me ha hecho amigas y colegas. Al contrario, se me hace nudo el hilo al tejer redes y me he resistido a pertenecer a grupo alguno. En ese sentido soy marxista-feminista “nunca seré integrante de un grupo que cometa la torpeza de aceptarme”. Cuando me han invitado a grupos, más y menos selectivos de mujeres, me he empeñado para ser rechazada. Más aún, entre más selectivo el grupo, más pujo para que me veten. Es un contrasentido que los grupos, grupas y grupes de mujeres impongan condiciones a otras para ser integradas. La sororidad no admite discriminación, salvo que se trate de parias como la que escribe.
El (maldito) Techo de Cristal
Por ahí vi que había un desayuno para mujeres en energía “rompedoras de techos de cristal”. No me invitaron porque la única vez que supe de algo parecido, fue cuando mi padre, cuando era un niño, le dio por bailar en el tragaluz de su casa, rompió el vidrio y cayó en la tarja de la cocina ante los ojos atónitos de mi abuela. Así, el único “rompedor de techos de cristal” que conozco fue un niño y en dirección opuesta, es decir, hacia abajo. Tal vez de ahí saqué el gen de “chivo en cristalería”. Venero la excelencia como un fin en sí mismo pero no me interesa practicarla para llegar al zénit profesional. Y me pregunto si todas las mujeres que hoy tienen los puestos más altos en las empresas o en el gobierno llegaron ahí porque, al subir y subir, el techo de cristal no resistió su fuerza, así como el tragaluz no soportó el bailongo de mi padre.
Como sea, ¿ese es el modelo a seguir? ¿Subir, romper, pisando incluso a quienes queden abajo?
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Socia de Litigio & Arbitraje - Galicia Abogados
9 mesesGran glosario !!! Gracias crack Grunstein 🙌🏻