¿Nos olvidamos de lo importante?
Desde hace algún tiempo estoy un poco sorprendido con algunas situaciones que me he encontrado con empresas, llamémoslas, innovadoras y como decía un muy buen profesor de marketing que tuve hace ya unos cuantos años, no sé si el problema es de “entendederas” o de “explicaderas”. No sé si el problema soy yo, a la hora de entenderlo, o ellos a la hora de explicarse.
Me he encontrado cosas complicadas de entender, al menos para mí, como por ejemplo un joven empresario que había montado una cooperativa con dos de sus socios para iniciar un proyecto innovador. Cuando le pregunté el motivo por el que había montado una cooperativa me dijo que por las ventas fiscales que tenía y, además, porque podía implicar a sus trabajadores haciéndolos socios, aunque los socios fundadores pensaban que era importante mantener en sus manos la mayoría “del capital social” para seguir tomando ellos las decisiones. Socios fundadores eran tres y trabajadores a los que ya querían hacer socios, sin perder el control, entre diez y doce, pero lo harían extensivo a los nuevos trabajadores con un plan de carrera que tenían “muy desarrollado”. Al ser una primera reunión y, además, bastante informal porque nos había presentado tomando un café un conocido mutuo, me atreví a preguntarle cómo pensaba solventar que en las cooperativas los votos dependen de las personas que son socias y no del capital social que ostente cada una de ellas. Me dijo que yo estaba equivocado porque había leído en internet que eso no era así, pero no me aportó más luz para clarificar mi duda. No quise insistir cuando también me comentó que esperaba que algún fondo de inversión les prestara dinero, pero sin tener la mayoría del capital de la empresa. Sí que conseguí saber que la ventaja fiscal para decidirse por la constitución de una cooperativa en lugar de una sociedad limitada fue la posibilidad de cobrar el paro de los tres socios para poder hacer las inversiones necesarias para iniciar la actividad (ordenadores y mobiliario).
En otra ocasión y en un foro similar, me presentaron a otro joven emprendedor. Este sí que le había dado la forma jurídica de sociedad limitada y al explicarme a lo que se dedicaba le pregunté si era rentable porque me parecía que debía quedarle poco margen y eso requiere un alto volumen de negocio para alcanzar algo de beneficio. Su respuesta fue que sí. Me decía que era rentable porque ellos elegían a sus clientes y solo aceptaban aquellos con los que tuvieran “feeling” a la hora de trabajar y que la rentabilidad la pensaba alcanzar consiguiendo inversores en alguna ronda de financiación. Había enviado su proyecto a varios grupos que conocía y esperaba que invirtieran en su empresa. Con ese dinero se habría convertido en una idea rentable.
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Me recordó a un jefe que tuve hace unos cuantos años que decía que “las empresas están para ganar dinero” y que los empresarios tendrían que enmarcar esa frase y colgar el cuadro en sus despachos.
Alguna más de este tipo he tenido, pero creo que con estos ejemplos es suficiente para ilustrar lo que os quería contar. Creo que, en algunos casos, nos hemos olvidado de lo importante de las empresas. Se desarrollan planes de negocio con ideas, inversiones y proyecciones fantásticos y maravillosos, pero nos olvidamos de analizar si, de verdad, son rentables, o lo serán alguna vez, y si se pueden convertir en realidad o están lastrados por un excesivo grado de ilusión que no les permitirá salir adelante. Parece que hoy preocupa más que conseguir levantar una ronda de financiación de una cantidad importante que hacer rentable una empresa o que su actividad tenga alguna utilidad.
Me da la sensación que nos olvidamos de lo importante.