Nuestra ciberseguridad
Así como en el mundo real existe la delincuencia que azota a la sociedad y al Estado, en el mundo digital existe la ciberdelincuencia; frente a esta gran amenaza y grave problema ha surgido la ciberseguridad. En la red de redes podemos encontrar virus informáticos y troyanos diseñados para hacerse de nuestros datos, vernos a través de nuestras cámaras web y apropiarse de nuestros recursos, otros viajan más allá: van detrás del poder, las divisas y la infraestructura. A cada instante, una cantidad inimaginable de personas se está conectando a internet, cada día cientos de miles de virus informáticos invaden la red, infectando a los sitios web y todo lo que transite por ella.
Los ciberdelincuentes, contrario a lo que nos imaginamos, son profesionales y organizados, anuncian sus productos y servicios, te ofrecen su trabajo para traer abajo a tus competidores, ya sea desconectándolos o aplicando sofisticados paquetes informáticos de inteligencia empresarial; hace poco, un conocido colectivo autodenominado Anonymous reapareció exponiendo información clasificada, atacando páginas de entidades gubernamentales de los Estados Unidos y amenazando con seguir haciéndolo. Algunos de ustedes, apreciados lectores, habrá recibido un correo electrónico de una viuda de Seychelles o de un banquero de Argelia ofreciéndole millones de dólares por nada, solicitándole datos suyos que después podrían ser mal utilizados, amén de su dirección de correo, dirección IP, contraseñas, etc.
Combatir el cibercrimen no es tarea fácil, más aún si la cantidad de ataques se incrementa segundo a segundo, se necesita personal, herramientas y sistemas especializados y sofisticados; los cibercriminales evaden las formas de ser identificados y se sirven de todas las formas que nosotros utilizamos para estar conectados o transmitir información, por lo que nuestra cooperación es muy importante. Muchas veces exponemos nuestra vulnerabilidad sin saberlo: permitiendo conectar memorias USB en nuestros equipos, respondiendo correos desconocidos o no deseados, dando acceso a nuestros archivos en la “nube”, compartiendo fotos o videos con ubicación GPS, conectándonos a redes de Wifi no seguras, consignando nuestro nombre en nuestros equipos móviles; sin querer o sin desear estamos cambiando la comodidad por nuestra privacidad y seguridad. Cada vez que nos conectemos o instalemos aplicaciones en nuestros dispositivos, debiéramos preguntarnos: ¿debo compartir esta información?, ¿podría ser mal utilizada esta información?.
Es necesario pensar en el futuro, cercano y lejano, sobre todo en las nuevas generaciones; somos testigos de cómo la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso y junto con ella su mal uso o abuso. Nuestros jóvenes de hoy en día conocen mucho más de tecnología que nosotros, saben como usarla, pero no se detienen a cerciorarse de todo lo que hay detrás de ella; en el ámbito legal -que nos atañe- debemos reconocer que no estamos avanzando al mismo ritmo de las nuevas tecnologías, recién nos estamos viendo forzados a hacerlo, la mayoría de ciberdelincuentes ni siquiera son arrestados y es muy probable que nunca lo serán, las normas aplicables todavía son de alcance nacional, a pesar de sendas convenciones sobre delitos cibernéticos; Internet no tiene fronteras, esa es su naturaleza, y frente a ello, los estados aún no logran ponerse de acuerdo, siendo esta situación un verdadero desafío para el Derecho.
Para concluir, la ciberdelincuencia funciona, en gran medida, porque no hacemos lo elemental: actualizar nuestros programas, crear y utilizar contraseñas seguras y diferentes para cada sitio y servicio en línea; el mundo digital es maravilloso para la educación, los negocios, el arte, la política, etc.; contribuyamos a hacer una vida mucho mejor para nosotros y mucho peor para los ciberdelincuentes.