Nuestras propias incongruencias nos condenan. Somos una sociedad jodida.
Rizzi
La coherencia tiene que ver con la relación lógica y la “incongruencia” es la falta de esa relación.
La Argentina es una sociedad donde predominan, por amplia mayoría, la “incongruencia”, eso nos hace una sociedad "jodida".
Diría que la congruencia es uno de los elementos necesarios, por cierto insuficiente por sí mismo, de la cultura entendida en el sentido orteguiano, saber estar a la altura de los tiempos que, significa comprender y ponderar las ideas de cada “tiempo” y saber respetar valores básicos que podría sintetizar en el respeto a la buena fe.
La incongruencia es, según mi modo de ver, una de las formas de la “mala fe” lo que ocurre cuando uno se acomoda a lo que cree va en la misma dirección que sus perversos intereses personales, con independencia del respeto a principios morales y éticos. Lo podríamos definir en palabras de Lady Macbeth, “el fin justifica el uso de cualquier medio”, y así le pide a los espíritus del mal “…inspiradores de todo crimen, incorpóreos e invisibles, convertid en hiel la leche de mis pechos…”.
Recientemente los casos de Chile y Bolivia y permanentemente el caso “Venezuela” son una muestra cabal de nuestra incongruencia y de nuestro jodido espíritu.
Los mismos segmentos sociales que reprochan frente a la protesta social, lo que se dio en llamar como agravio “represión”, en los casos de Chile y Ecuador, bajo la sensual expresión de “criminalizar la protesta”, a su vez califican de “golpe de estado” la actitud de las fuerzas de seguridad de no reprimir las protestas sociales ocurridas y que ocurren en Bolivia y justifican la represión en Venezuela, contra la protesta que reclama contra la violencia y violación de derechos personales por parte del gobierno “Bolivariano madurista”, cuando hay informes objetivos que señalan los rasgos delictivos del gobierno, persecución política, privaciones ilegítimas de la libertad y muertes causados por torturas o por motivos personales y vengativos.
Como vemos esta mayoría que está dispersa no sólo entre el frente que ganó las elecciones, sino también entre los que obtuvieron el 40% como futura “oposición”.
Esta dispersión y diría es una muestra de nuestro laberinto cultural y nuestra desaprensión por el respeto a normas mínimas de “buena fe”.
Es obvio que una sociedad así no puede funcionar y nuestra sociedad, reitero, somos todos, no caigamos en las hipocresías de pretender diferenciarnos diciendo “yo no soy así”, como aquellos que dicen tener amigos judíos, negros o de cualquier ideología, para hacer gala de su supuesta calidad personal.
La Argentina no decae y fracasa como consecuencia de una maldición externa o designios divinos o mundanos que nos quieren destruir porque “estamos condenados al “éxito” como dijo alguna vez, sin mostrar la más mínima vergüenza Eduardo Duhalde.
No. Fracasamos porque erramos en las políticas que ponemos en práctica.
No debemos buscar nuestros fracasos en la inflación, en el liberalismo, en su cualquier de las versiones, viejo, neo o mediocre, ni en la supuesta maldición peronista como lo creen muchos o por ser periféricos o por culpa de tal o cual.
No. La raíz de nuestra enfermedad neurótica, como sociedad, está en nuestras propias incongruencias, pretendemos fines sin pensar en que los medios para lograrlos exigen esfuerzo y esencialmente congruencia, lo que en definitiva pone en evidencia una grave falla de nuestro sistema educativo.
Siempre ponemos en tela de juicio lo superficial y lo convertimos en esencial y existencial y ahora para mostrar nuestra mediocridad ya en estado muy avanzado, tratamos de discernir si Evo Morales fue desalojado por un golpe o porque lisa y llanamente renunció y en ese caso, pensamos que lo obligaron a renunciar de donde volvemos a alimentar la hipótesis del “golpe”.
Lo mismo pasa cuando se opina sobre los procesos a los que está sometido Inacio Lula da Silva y convertimos su presunto latrocinio en hecho político, para convertirlo en “perseguido”, sin esperar el resultado final de los procesos en trámite. Su libertad, es una simple excarcelación que no hace al fondo del proceso sino a su forma en la circunstancia que no hay fallo firme.
Son hechos minúsculos que nos muestran, pensando de buena fe, que nuestras instituciones son frágiles e insuficientes y que en definitiva nuestros representantes, no representan a nadie y por tanto no generan credibilidad, son legítimas en cuanto a su origen, ILEGÍTIMAS POR SU PÉSIMO EJERCICIO.
En nuestro país ¿quien representa a ese 30/40% de excluidos? que los convertimos en mercancía electoral a cambio de unos pesos, un choripan y una baratija. El propio Moyano pide un bono para los que no pueden pagar la luz y el gas, y lo que carecen del acceso a esos servicios…?
Sin embargo si reconocemos nuestra neurosis como sociedad y tenemos voluntad para tratarla con el rigor y la continuidad de un bueno y necesario esfuerzo y comprendemos que uno solo logra lo que produce, dicho de otro modo los resultados que obtenemos son consecuencia de nuestras acciones y reconozcamos que venimos haciendo mal la mayoría de las cosas.
El medio está al alcance de la mano, “ser congruentes….”, tan sencillo como eso.