Nuestro botín de guerra.
Y David consultó al Señor, preguntándole: ¿Perseguiré a esta banda? ¿Los podré alcanzar? Y ÉL le respondió: Persíguelos porque de seguro la alcanzarás, y sin duda los rescatarás. 1 Samuel 30.8.
El rey David y su ejército venían de pelear contra los filisteos y cuando llegó a su campamento 3 días después, encontró que una banda de amalecitas se había llevado a sus mujeres y niños. Ante tan grande pérdida la aflicción fue enorme, y el rey David, como siempre, todo lo consultaba con el Señor, vino y habló con ÉL tal como lo manifiesta el versículo anterior.
Cuenta la historia que el rey David llevaba 600 hombres, pero 200 de ellos se quedaron descansando, y finalmente alcanzaron y rescataron a toda su gente y un enorme botín de guerra; armas, provisiones y animales, y personas. A la hora del reparto del botín algunos perversos no querían darles nada a los 200 hombres que se habían quedado descansando “Pero David dijo: Hermanos míos, no hagáis eso con lo que nos ha dado el Señor, pues nos ha guardado y ha entregado en nuestra mano la banda que vino contra nosotros”. 1 Samuel 30.23. Luego decidió el rey David que repartiría el botín en partes iguales.
Amados, hay muchos detalles importantes en este relato que pueden fortalecer nuestra vida espiritual. Primeramente el rey David consulta con Dios, platica con el Señor con naturalidad, ¿por qué no habríamos de llegar a ese nivel? Sus respuestas son contundentes, ¿acaso no hemos de recibir del Señor el mismo trato¿ Todo esto tiene que ver con las promesas cumplidas de Dios en nuestra vida de oración y comunión con ÉL. “David lo recuperó todo”. 1 Samuel 30.19b.
En cuanto al botín de guerra, todo nos lo da Dios, no es la mano del hombre, es ÉL por su gran misericordia que nos bendice, es ÉL y solamente ÉL. En una guerra espiritual, que es la que afrontamos actualmente, nuestro botín espiritual consiste en las bendiciones que Dios provee y que se las concede a todos por igual, ya sean nuestras armas; la oración y la Palabra, nuestras provisiones y animales; posesiones y trabajo, y nuestras personas; la familia, los hermanos en Cristo y los que faltan por alcanzar y crean que Dios envió a su hijo, Jesucristo, para redención y perdón de pecados.