Nuestros pares nos enseñan

“Siempre habrá algún mañana para resolver los problemas que hoy parecían no tener solución” es una frase que me acompaña desde hace muchos años. Pertenece a uno de mis autores por lejos favoritos: José Saramago, en Las Intermitencias de la Muerte.

Como toda gran frase creo que encierra muchas interpretaciones y sugiere mucho más de lo que dice. Suelo jugar a parafrasearlas, porque me ayuda a pensar en sus posibles derivaciones, y el pequeño cambio que hago en forma recurrente con ésta es simple pero contundente, conservando todo el sentido y potencia: intercambio ese “algún mañana” por “alguien”.

“Siempre habrá alguien para resolver los problemas que hoy parecían no tener solución”, parafraseo a mi autor favorito

Si lo aplico retrospectivamente puedo comprobar que, irremediablemente, “siempre habrá alguien para resolver los problemas que hoy parecían no tener solución”; felizmente, de alguna misteriosa manera, alguien se nos acerca, vuelve o sencillamente aparece para ayudarnos a iluminar el camino.

Lo contaba hace algún tiempo en los Consejos de mi tía María, cuando en el arranque de mi vida laboral una recomendación hecha por ella –en forma fugaz de comentario al pasar- fue determinante para mi futuro profesional.

Quisiera enfocarme, sin embargo, en esa enseñanza que muchas veces cuesta reconocer, porque no viene dada en forma de recomendación o consejo, e incluso podemos tardar en interpretarse efectivamente como algo que nos aporte, porque no llega desde el entorno de la familia o de los amigos, si no desde un par.

En mi vida adulta puedo identificar a pares que fueron determinantes y claramente reconozco como mentores

En este sentido, en mi vida adulta puedo identificar a varias personas que han sido de alguna forma determinantes. Que reconozco como mentores. Personas que, con sus sugerencias, opiniones, miradas desde otro ángulo, o a veces actuando como abogados del diablo, me han guiado para aplicar ese famoso y escurridizo “pensamiento lateral”, que es muchas veces la llave para que aparezca esa solución que parecía una utopía.

Si profundizo en cuál es la dinámica para que esto se produzca, me doy cuenta que implícita o no hay una cuestión que al menos para mí aparece como determinante. Y es que la relación con ese par debe ser honesta y generosa en el sentido más amplio, incluyendo especialmente los conocimientos que cada uno adquiere por afuera de la enseñanza formal; vale decir, la experiencia de vida.

UN PRINCIPIO CLAVE

Con los pares aplica un principio que creo se da en varios órdenes de la vida pero que en la profesional tiene derivaciones asombrosas, que es el de la complementariedad, no en su acepción relacionada con la física cuántica si no con la psicológica. En ese aspecto, cada uno le da/enseña a su par lo que al otro le falta. Sencillo, en la medida en que la relación esté basada, como mencionamos antes, en la honestidad.

En mi industria, la del real estate, he tenido la fortuna de comprobar en forma personal la generosidad de muchos pares que a lo largo de más de una década han compartido su sabiduría, sus secretos y muchas veces sus principios cuando más lo necesitaba.

Tengo la fortuna de tener desde 2008 en mi par y socio a alguien con quien nos seguimos complementando y enseñando mutuamente

Si bien, como suele decirse, no quisiera nombrar a todos por temor a olvidarme de alguien, me resulta imposible no mencionar a mi par y socio Sebastián Molinari, con quien nos seguimos complementando y enseñando mutuamente como desde aquélla primera reunión de 2008.

Tengo entonces la certeza que cuando esto se produce, el intercambio intelectual y de enseñanza es gratificante, tiene tendencia a ir in crescendo y sus efectos secundarios son únicamente positivos. Uno de esos pocos y raros casos en el que la única recomendación posible sería probarlo en grandes dosis.