¿Nueva estética para nueva época ? (I)
Ciertamente vivimos en un tiempo apasionante, con grandes cambios y fuertes contrastes. Con muchísima frecuencia corremos el peligro del desánimo ante una puerta cerrada, sin reconocer que nos encontramos, más que con una cerrazón, ante una nueva posibilidad que, sí, nos es desconocida e incierta, pero supone una nueva oportunidad que nos hará experimentar y vivir una realidad nueva y enriquecedora para nosotros.
Partiendo desde aquí, querría exponer la concepción estética y ética que hoy me anima a intentar abrir la puerta que me encuentro enfrente. El primer hecho que constatamos en este tiempo es una gran separación —¿podríamos decir “abismal separación”?— entre el arte y la gente: es verdad que hay algunos que se dedican de una forma profesional al “negocio del arte”, pero muchas veces aparecen como una especie de club selecto con una sensibilidad excepcional, separada y superior respecto al resto de los mortales. Personalmente no pienso ni creo que sea así: por un lado estoy agradecido, y no lo ocultaré, por poder participar de esta “vocación” que es el arte, en concreto para mí la música, pero que más que un privilegio es un servicio, un regalo para el otro; y, por otro lado, soy absolutamente igual que otro, de ninguna manera por encima de nadie.
Entonces, ¿en qué consiste la tarea del artista? Supongamos por un momento que nos encontramos en una sala a oscuras y hay uno que sabe dónde esté la ventana, se acerca, levanta la persiana, aparta las cortinas y los rayos del sol inundan la estancia con su luz y calor. Este puede ser el artista, que participa total y radicalmente de la misma situación existencial y que, a la vez, intuye una realidad que le supera y de la cual todos necesitan participar. Así, podríamos afirmar que la “vocación” o llamada fundamental es la de acercar la Belleza para que nos “alimente” su luz y calor. Tantísimas veces no es más que un pálido reflejo, pero tan necesario y beneficioso para todos nosotros, que vale la pena —aun con mucha precariedad— el realizar este intento, a pesar de las exigencias que ello conlleva (estamos pensando en el duro trabajo al que debe someterse y la responsabilidad que debe afrontar, sin dejarse arrastrar por la búsqueda de la gloria, que es vana, o el afán de riquezas, que no dan la felicidad).
Unas veces hemos concebido el arte como una copia de la realidad y, otras, como una manera de alienarse, cuando su función fundamental y primordial es acercarnos la transcendencia. Para ilustrar esto qué mejor que dos pinturas. Al fijarnos en la de la izquierda, la “Última Cena” de Leonardo da Vinci, nos damos cuenta de que el punto de fuga va hacia lo profundo del cuadro, como invitando a ir para allá; es notable la diferencia respecto a la “Trinidad” de Andrei Rublev, la pintura de la derecha, en la que hay un aspecto que nos llama la atención respecto a la perspectiva: el punto de fuga está invertido. O sea, al prolongar las líneas nos encontramos con que, en cierto modo, la imagen viene a nosotros, nos trae lo que ella mismo significa.
Músico, pianista, organista, profesor y compositor
9 añosMuchas gracias por tu comentario y recomendación. Personalmente considero que el arte es un bien para todos y que, en la medida que consigamos participar todos de él, redunda en beneficio de todos.
Profesor de armonia analisis en el CPM Joaquin Rodrigo de Sagunto. Director. Compositor.
9 añosEl arte no es para todos y si es para todos no es arte. Shomberg Arnold Hay mucha irrelevancia y poc transcendencia cuando un intérprete hace concierto hoy y otro mañana sin una preparación del concierto. Al final nos convertimos en máquinas I Perlman Arte por dólar, es muy mal negocio Recomiendo el libro quien mato a la música clásica Estoy muy de acuerdo con tu reflexión Un abrazo