Obra pública. Qué hacer con el reto de darle gusto a todos
Mucho se debate y se opina actualmente sobre la forma en que se realizan en México los proyectos de infraestructura grandes y medianos, lo cual es muy positivo pues seguramente propiciará cambios normativos y operativos que atiendan tantas inquietudes.
El escenario ideal serían proyectos con amplio respaldo ciudadano, con planeación a nivel de milímetros y de centavos, donde invariablemente se contrate a la empresa perfecta para cada tarea y a un precio insuperable, con un seguimiento en tiempo real que permita a cualquier persona conocer en un instante determinado el estado de la ejecución del proyecto de manera detallada. La mala noticia es que hoy no estamos ahí ni de lejos. La buena es que ningún país lo ha logrado aún.
Es necesario tener presentes los elementos que dan origen a las tensiones actuales. En efecto, los mecanismos de participación ciudadana antes, durante y después de construida una obra son prácticamente inexistentes. Haría falta conocer los puntos de vista de la ciudadanía potencialmente afectada o beneficiada, sobre todo en las fases previas a la ejecución y con una metodología estructurada, con sustento jurídico y sobre todo a bajo costo con apoyo de tecnología.
Analizar y planear a largo plazo y con el presupuesto detrás y no por delante a la hora de iniciar los proyectos, contar con un banco de información que acredite la existencia de alternativas a cada obra, involucrar a la sociedad civil organizada incluyendo cámaras empresariales e invariablemente analizar las opciones de incluir fondos privados. Solo algunas ideas que se podrían de incorporar a nivel normativo.
El calendario establecido en la ley para integrar el presupuesto, los candados temporales y de todo tipo para su ejercicio, las circulares y medidas sorpresivas de Hacienda, son un campo minado para la ejecución de proyectos de obra pública. Es necesario armonizar el ámbito presupuestal con el marco jurídico para planear, registrar, autorizar y contratar para el desarrollo de infraestructura. Hoy quien desarrolla queda mal si lleva prisa porque adjudica contratos de manera directa, pero queda mal también a menudo cuando se toma el tiempo de llevar licitaciones y procedimientos en orden, pues los calendarios se pueden alargar.
El impacto ambiental debe analizarse no desde el corazón sino desde una perspectiva de costo-beneficio y de acciones para contrarrestar los efectos, partiendo de que incluso la construcción de una banqueta tiene algún tipo de impacto y que siempre pagamos un costo ambiental al construir.
El factor transparencia puede siempre ir más allá. Me atrevo a imaginar que existan cámaras en puntos estratégicos de los proyectos grandes para que cualquier persona pueda ver su avance en tiempo real. Imagino también una aplicación que permita enviar fotos o videos de incidencias en las obras y hacer preguntas o comentarios para que los ciudadanos nos volvamos auditores si así lo decidimos y podamos interactuar con la autoridad de manera ágil sobre cualquier inquietud relacionada con los proyectos que nos incumben a todos.
Escribo esto con plena conciencia de mi corta experiencia y enorme ignorancia, tengo que aceptarlo. Pero aún con esto he podido darme cuenta de los problemas de construir infraestructura y posibles vías de solución y mejora, además de que considero el momento perfecto para hacer cambios que permitan un mejor escenario para la inversión en proyectos que beneficien a México.
En teoría, con esfuerzos no imposibles de lograr, se les podría dar gusto a casi todos.