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Publicar es exagerar. Qué otra cosa puede esperar un espectador adormecido por la realidad. De los beneficios de la hipérbole vive el mercadeo. De allí, Supermán en el pasillo del Exelsior, o un ama de casa que un detergente enseñó a volar. No falla la fórmula del asombro; zozobra -eso sí-, cuando es viuda del pacto ficcional. No defraudes a una audiencia que decidió creerte. Nadie pone un sofá frente a los medios para consumir publicidad.

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