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Las salas de espera son lo que uno haga de ellas. Si cuentas con un libro a mano, las posibilidades de expansión de esos espacios son incalculables. Pero si tienes un lápiz que empuñar y una hoja en blanco, infinitas. Veámoslo así, habita allí un silencio único, las distracciones son menores (uno o dos afiches descoloridos) y, si tienes la suerte de no tener cobertura celular, estás finalmente a solas con tus ideas. Estás rodeado.