Para Mis Amig@s Españoles.
Es consternante, usted va caminando por un boulevard con su hijo de mano y de repente un loco se abalanza en una mole de ferroplastico sobre la multitud para descargar el odio sobre seres netamente inocentes, seres que se despidieron al salir de paseo o compras, de otros que no los verán jamás o cargarán de por vida con el familiar discapacitado; igual dolor sucede al niño aldeano que camino de la escuela o durante sus rezos le cae sobre su cabeza una bomba con o sin denominación de origen, y le mutilan la vida, ambos tienen un factor común , el odio o la respuesta desproporcionada, no paro de imaginarme tanto luto, la cabeza me da vueltas cuando pienso en el dolor del recuerdo, sí, porque he llegado a la conclusión que el luto es el dolor del recuerdo, el recuerdo a una sonrisa que ya no veras, a un pedido con súplica de un antojo inocente, a un abrazo, a un poco de agua tirada en jarana, al día de la graduación, o que le dieron el alta en el hospital; el crimen es abominable, porque no hay nada más sagrado que la vida de las personas, nadie merece la muerte, ella es la única y mayor verdad existencial del humano, pero que llegue cuando Dios quiera, no cuando quiera el diablo, qué hacer, solo condenar en silencio, apoyar y rezar porque los responsables sean ajusticiados con la verdad de los hombres y la verdad divina, ningún código religioso puede presuponer hacer sentir dolor, el dolor lo añadimos nosotros cuando los interpretamos, tenemos que hacer que doblen las campanas por todos. Me uno al dolor de todo el pueblo español y al dolor de todo el que en el mundo haya sufrido del terrorismo y mi país ha sufrido estos pesares. Ante la muerte siempre me acompaña este poema que dejo como epitafio de este escrito, a todos María José, Begoña, en fin a todos mis contactos de España, Europa, África, América Unida, Asia, al mundo, Sufro por todos.
LAS CAMPANAS DOBLAN POR TI. POEMA DE JOHN DONNE
¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.