Parecía imposible
Te voy a contar la historia de cómo casi desfallezco encima de la bici y del aprendizaje que saqué de esta experiencia.
El deporte para mí es un hábito que practico entre 3 y 4 veces por semana.
Me viene de lujo por tres motivos: mejora mi salud mental, me ayuda con mi estado físico y me aporta una pequeña parcela de tiempo y espacio único e imprescindible en mi vida.
He de confesar que al decir que casi muero de agotamiento a lo mejor he exagerado un poco 😉
Como te he dicho, el deporte es fundamental en mi vida.
Cuando me mudé me compré una bicicleta muy molona para salir a rodar y seguir manteniendo la forma.
Vivo en un pueblo de la comarca de la Axarquía malagueña.
Para llegar hay que dejar atrás 20km de carretera con muchas curvas, poca visibilidad y 700m de altura con respecto al nivel del mar.
Bien.
Después de unos meses rodando y entrenando por unos parajes y entornos naturales llenos de viñedos, zonas de sierra y cuestas con un desnivel importante, me decidí a dar el paso.
Bajar a la costa en bici y subir de vuelta con ella.
Estaba preparado, o eso creía 😅
La bajada se hizo amena y relativamente rápida.
Cuando llegué a la costa me sentía lo suficientemente enérgico como para hacer algunos kilómetros extra llaneando frente al mar.
Aunque los disfruté mucho fue un tremendo error.
Llegó el momento de comenzar a subir y ahí la cosa ya empezó a complicarse 😣
Los kilómetros extra llaneando se empezaban a notar en las piernas de un principiante como yo.
Las cuestas comenzaron a aumentar el desnivel y cada vez me costaba más seguir dando pedales.
En ese momento empecé a cuestionarme si aquella aventura terminaría tal y como yo había imaginado.
Después de contemplar la posibilidad de rendirme y llamar a mi pareja para que me rescatase, decidí aguantar sólo un poco más.
Un poquito más.
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Pensé en enfocarme sólo en dar una pedalada y luego otra, y otra… y así hasta que llegara a casa.
El pensamiento de abandonar el reto siempre estaba ahí y era cada vez más fuerte, ocupaba mucho espacio en mi cabeza y empezaba a ganarme la batalla.
Era muy duro enfocarme en pedalear cuando me dolía todo, estaba muy cansado y la solución a mi “problema” era tan fácil: pararme y abandonar.
Pero aún teniendo ese pensamiento tan derrotista, hice caso omiso y continué enfocado sólo en pedalear una y otra vez, y otra…
Era tan fácil y tan difícil a la vez.
Casi con ¾ del camino recorrido y después de 2,5h encima de la bici aquello se complicaba aún más.
Ya era una cuestión física, no mental.
Las piernas comenzaban a estar muy fatigadas y comencé a notar esa sensación previa al calambre muscular, bajé el ritmo, más aún, y continué dando pedales.
Al final llegué a la puerta de casa, me bajé de la bici, me senté en el escalón y saqué el móvil para ver la ruta que había conseguido realizar con tanto esfuerzo.
¡Lo había conseguido!
Después de más de 3h de ruta y casi 75km... ¡llegué!
Para mí fue toda una experiencia y con el paso de los días, y algunas horas más encima de la bici, empecé a aprender de aquello.
Aprendí que:
El aprendizaje y la experiencia de todo esto me transforma en una mejor persona, y eso me fascina.
Poder mejorar y ser consciente de ello, me flipa.
A modo conclusión, me he dado cuenta de que gracias al deporte ahora soy más cauto, más perseverante, tengo más foco y soy más paciente.
Y esto repercute directamente en la relación con mi pareja, con mi familia, con mis amigos y con mi empresa.
Ahora tomo mejores decisiones, trabajo conscientemente, sé a dónde quiero ir y sé esperar los frutos del trabajo pacientemente.
Hacer deporte me hace ser mejor persona y mejor profesional.
IMPULSO el LINKEDIN de DIRECTIVOS, FINANCIEROS y COACHES. Escribo tus posts, aumento tu visibilidad y consigo contactos potenciales, sin que tú muevas un dedo. Ghostwriter.
9 mesesLa bici es muy dura. Pero dicen que el que coge afición nunca la deja. El aprendizaje es esfuerzo, trabajo continuo y carrera de fondo. Igual que la bici, sin duda, Juan Branng © Feliz domingo y feliz vida!! 🤗