PAZ, DECENCIA, UNIDAD Y VISIÓN DE FUTURO: UNICO CAMINO PARA LOGRAR ORDEN Y PROGRESO EN ARGENTINA
El jueves 18 de mayo pasado, a escasos días de los festejos por el 25 de mayo, fecha en la que se celebran los 213 años de la Revolución que dio origen al proceso de independencia y construcción de nuestro país en 1810, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) fue entrevistada por el periodista Pablo Duggan en el programa “Duro de Domar”, que transmite el Canal C5N, oportunidad en la que se produjo el siguiente diálogo:
Periodista: ¿Qué te queda por hacer?
CFK: ¿Qué me queda por hacer … como qué? No entiendo la pregunta. ¿Qué me queda por hacer como qué? ¿Cómo Cristina … en política?
Periodista: En política.
CFK: En política, militar. He militado toda mi vida. Soy militante desde muy joven. Soy parte de la generación diezmada. Esa que habló Néstor el … ahora va a ser … la semana que viene … 20 años. ¿Qué espero? Bueno, que los hijos de esa generación diezmada sean los que tomen la posta.
Dos días antes, el martes 16 de mayo, CFK hizo pública una carta en la que reiteró por escrito su decisión del 6 de diciembre de 2022 de no participar como candidata en las próximas elecciones, en el marco de la decisión adoptada ese día por el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº2 de la Capital Federal en la causa “Vialidad” de condenarla a la pena de 6 años de prisión e inhabilitación especial perpetua para ejercer cargos públicos por el delito de administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública, cuyos fundamentos fueron dados a conocer el 9 de marzo de 2023.
En esa carta, CFK señala que, pese a los 40 años de democracia ininterrumpida, “una parte importante de la ciudadanía no se siente representada ni contenidas sus aspiraciones, en una Democracia que se perdió en lo económico, degradó en lo social y ha comenzado a romperse en lo político e institucional. Con bronca y desilusión aparece lo que hace tiempo atrás denominé como la ´insatisfacción democrática´”.
Asigna responsabilidades por la situación actual del país exclusivamente al gobierno de “Cambiemos” (Macri, 2015-2019), al que imputa el “brutal nuevo ciclo de endeudamiento externo” y la consecuente “pérdida de la Democracia económica”, en combinación con los efectos de la pandemia del COVID-19.
Señala que “Acabada la Democracia económica se degrada la Democracia social y el paradigma peronista de la movilidad social ascendente”. Cita, además, las crisis de 1989 y 2001, ambas sufridas por gobiernos de la Unión Cívica Radical (UCR), oponentes políticos (Alfonsín en el período 1983-1989 y De La Rúa en 1999-2001).
Expresa que “los fantasmas del pasado han vuelto a la realidad política argentina”, en referencia a la violencia política, “verbal y simbólica”, cuya culminación, destaca, se habría producido el 1º de septiembre de 2022, fecha de su “magnicidio frustrado”.
Reitera sus críticas abiertas al poder judicial, realizadas el 18 de julio de 2022, y expresa que “Como vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo, no se trata sólo de la proscripción de una persona, sino del peronismo”.
En su cosmovisión, expresa a su militancia: “Debemos ser inteligentes para salir de este laberinto y romper la trampa a la cual nos quieren llevar: que tengamos una candidatura prohibida por el Partido Judicial. Porque, frente a una derecha cuya única propuesta es arrebatar derechos, el peronismo sigue siendo el espacio político que garantiza la defensa de los intereses del pueblo y de la Nación”.
Pide a su militancia la “construcción de un programa de gobierno”, aclarando, “no sólo para el peronismo”, y remata: “… a los que exigen la desaparición del peronismo o del kirchnerismo – cual caricatura de la ´solución final´ para la Argentina-, a 40 años de Democracia les recomiendo que presten atención a la historia y a la larga lista de ´exterminadores vernáculos´ que nunca pudieron convencer a los argentinos …”.
¿Qué significan el renunciamiento de CFK y su ilusión de que los representantes de la generación diezmada “tomen la posta”?
En mi opinión, una fuertísima apuesta al pasado.
CFK se refiere a los hijos de los militantes de las agrupaciones peronistas de la “tendencia revolucionaria”, cuyas principales organizaciones fueron Montoneros – FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) y el Partido Revolucionario de los Trabajadores – ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), además de la Juventud Peronista (JP) y otras organizaciones políticas que adherían al liderazgo de Perón y Evita. Más concretamente, a La Cámpora, la agrupación política creada durante el gobierno de Néstor Kirchner, en 2016, en homenaje al presidente Héctor José Cámpora, quien gobernó el país apenas 49 días, entre el 25 de mayo y el 13 de julio de 1973, durante la proscripción de Juan Domingo Perón.
“Generación” es, tal vez, una palabra un poco fuerte, porque se refiere, en términos generales al “conjunto de personas que, habiendo nacido en fechas próximas y recibido educación e influjos culturales y sociales semejantes, adoptan una actitud en cierto modo común en el ámbito del pensamiento o de la creación” (RAE, Diccionario de la Real Academia Española:2022).
Si dejamos de lado la denominada “época dorada”, entre 1880 y 1914, la etapa de mayor crecimiento económico en la historia del país, resultando Argentina una de las Naciones de mayor PBI/per cápita del mundo, los 53 años contados desde el primer golpe militar del 6 de septiembre de 1930 hasta la recuperación de la democracia a fines de 1983, se destacan por la incapacidad de nuestro sistema político de lograr la paz y la unidad de los argentinos. Cabe recordar que nos llevó medio siglo terminar con la anarquía y las guerras civiles, y que fue recién en 1853/60 que logramos la unidad nacional al adoptar la Constitución Nacional.
A continuación, analizo las distintas generaciones del 1930 a la fecha desde una perspectiva global y nacional que incluye a las vidas de dos líderes políticas argentinas del presente: Cristina Fernández de Kirchner y Patricia Bullrich.
A nivel mundial, se denomina “generación silenciosa” a la de las personas nacidas entre los años 1928 y 1945, un porcentaje pequeño de la población mundial, ya que va de los 78 a los 95 años. A nuestros ancianos les tocó vivir, en su infancia o adolescencia, uno de los períodos más violentos en la historia de la humanidad, incluyendo a la guerra civil española y a la segunda guerra mundial.
En Argentina fue la generación de la “década infame”, porque se sucedieron cuatro gobiernos de facto (Uriburu, Justo, Ortiz y Castillo) que interrumpieron la continuidad democrática en el marco de una gran ola de inmigración transoceánica iniciada en 1880 que duró nada menos que 70 años (hasta 1950), y cuya influencia sería definitoria para la historia del país.
Posteriormente, entre 1943 y 1945, se sucedieron dos golpes de Estado que dieron lugar a otros dos gobiernos de facto (Ramírez y Farrell) en los que se iniciaron los orígenes del movimiento político-sindical que llevaría al General Juan Domingo Perón al poder.
Del 4 de junio de 1946 al 21 de septiembre de 1955, durante más de 9 años, Perón construiría el “peronismo”, devenido posteriormente en “justicialismo”, coincidiendo a nivel mundial con el período de posguerra de la WW2 que daría nacimiento a la generación de los “baby boomers” (1946-1964), etapa de la humanidad en la que se dispararon los índices de natalidad, provocando una contra-cultura liderada por los jóvenes. En Argentina, sin embargo, se produciría la Revolución Libertadora, que dio lugar a dos gobiernos de facto (Lonardi y Aramburu) durante un período de 3 años y medio (del 23 de septiembre de 1955 al 1º de mayo de 1958). Así, se iniciaba un nuevo período de inestabilidad política e interrupciones democráticas.
Quienes nacieron durante el primer peronismo tienen hoy entre 68 y 80 años. Es el caso, por ejemplo, de CFK, que nació el 19 de febrero de 1953, por lo que pertenece a esa generación. Tenía dos años y medio cuando se produjo el bombardeo a la Plaza de Mayo, el 16 de junio de 1955, y el posterior derrocamiento de Perón, el 13 de noviembre de ese mismo año.
Otra dirigente política importante de la misma época es Patricia Bullrich, quien nació el 11 de junio de 1956, pocos meses después de decretada la proscripción del peronismo y la prohibición de sus ideas, símbolos, e inclusive menciones.
En paralelo a esa proscripción se sucedieron diez gobiernos entre democráticos (elegidos por el voto popular) y no democráticos (porque accedieron al poder a través de golpes de estado o acuerdos cívico-militares): los ya mencionados de Lonardi (23/09/1955 al 13/11/1995) y Aramburu (13/11/1995 al 01/05/1958); Frondizi (del 01/05/1958 al 29/03/1962); Guido (del 29/03/1962 al 12/10/1963); Illia (del 12/10/1963 al 28/06/1966); Onganía (29/06/1966 al 08/06/1970); Levingston (del 18/06/1970 al 22/03/1971); Lanusse (26/03/1971 al 25/05/1973); Cámpora (25/05/1973 al 13/07/1973) y Lastiri (13/07/1973 al 12/10/1973).
Esta etapa coincide con una nueva generación de ciudadanos a nivel global, la “Generación X” (1965-1980), testigo de grandes cambios políticos, económicos, culturales y tecnológicos, caracterizada por un fuerte anhelo por la movilidad social.
Vivieron a edad temprana la guerra de Vietnam (1955-1975), el mayo francés (1968), que el hombre llegara a la Luna (1969), el inicio de la era de las computadoras (en los ´70), la Guerra Fría, entre muchos otros sucesos.
CFK y Patricia Bullrich, por ejemplo, vivieron su infancia y adolescencia en medio de este caos, en el que ni un solo presidente, pese a reconocer la Constitución Nacional de entonces un mandato de seis años, llegó a alcanzar ese plazo. Los gobiernos duraban un mes (Lonardi), dos años y medio (Aramburu), tres años y diez meses (Frondizi), un año y medio (Guido), dos años y ocho meses (Ilia), tres años y once meses (Onganía), nueve meses (Levingston), dos años y dos meses (Lanusse), 45 días (Cámpora), y tres meses (Lastiri). Un país totalmente inviable.
El 12 de octubre de 1973 Perón regresó al poder, pero falleció el 1º de julio de 1973, ocho meses después, dejando al país en manos de su esposa, María Estela Martínez de Perón, quien gobernó hasta el 24 de marzo de 1976, fecha del último golpe de estado en Argentina.
El tercer peronismo y lo que vendría después serían los años más violentos y sangrientos de la historia argentina.
Ahora sí, la generación de los “baby boomers” argentinos pasó a tener centralidad.
CFK tenía 20 años cuando volvió Perón al poder; 21 años cuando murió; y 23 cuando se produjo el golpe de Estado de 1976. Patricia Bullirch 17, 18 y 19 respectivamente.
Para entonces, el país ya era un polvorín, y la violencia política se encontraba naturalizada, macerada durante por lo menos dos décadas. Sin embargo, llegaría a niveles sin precedentes.
Durante la dictadura militar de 1976-1983 se sucedieron cuatro presidencias de facto (Videla entre el 29/03/1976 y el 29/03/1981), Viola (entre el 29/03/1981 y el 11/12/1981), Galtieri (entre el 22/12/1981 y el 18/06/1981) y Bignone (entre el 01/07/1982 y el 10/12/1983). De los siete años, cinco estuvieron bajo el liderazgo de Videla y los otros dos se dividieron entre sus sucesores.
A la acción armada de las organizaciones políticas vinculadas al peronismo a las que se refiere CFK en su apelación por “pasar la posta del gobierno” a la “generación diezmada” (que incluye a Montoneros, al ERP y a la JP) se respondió con “terrorismo de Estado”.
CFK tenía 23 años cuando se produjo el golpe de Estado; 29 el 2 de abril de 1982, cuando fueron recuperadas transitoriamente las Islas Malvinas; y 30 cuando recuperamos la democracia el 10 de diciembre de 1983. Patricia Bullrich, por su parte, tenía 19, 25 y 27 años respectivamente.
La generación diezmada a la que se refiere CFK sería su propia generación y la de Patricia Bullrich. Los herederos, los hijos de esa generación, nacidos durante el final de la Generación de los Baby Boomers (1946-1964) y la Generación X (1965-1980). Si no hiciéramos discriminaciones en términos ideológicos podríamos enumerar a un grupo de diputados nacionales con mandato vigente y cumplido de alto perfil y posturas ideológicas totalmente opuestas. Pertenecen al mismo grupo etario, conforme a la definición transcripta anteriormente. Sin embargo, lamentablemente, en algunos casos, no se trata únicamente de “ideas” y “valores”, sino de historias personales sumamente dolorosas y directamente vinculadas a la historia de la violencia política en Argentina.
Para CFK, corresponde aclararlo una vez más, sus herederos políticos y los del país son los hijos de los militantes de las agrupaciones peronistas de la “tendencia revolucionaria” asesinados, desaparecidos, o que murieron bajo cualquier otro tipo de circunstancia, no del resto de los argentinos que forman parte de esa misma generación. Sin embargo, es importante entender que todos los argentinos sufrieron la violencia política, de un modo u otro, y muchos murieron o fueron heridos o amenazados por los responsables de la violencia, pertenecieran a las fuerzas de seguridad pública, a la rama armada de las agrupaciones políticas de la “tendencia”, al crimen organizado, o a otros violentos que aprovecharon la situación en su beneficio.
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El regreso a la democracia, el 10 de diciembre de 1983, llenó de esperanza a las viejas y a las nuevas generaciones. Pese a los pésimos resultados en términos económicos y sociales, el país se mantuvo relativamente en paz, evitando la violencia política como herramienta de la acción política y desterrando la interferencia de los militares en la vida constitucional del país.
Hubo sí, violencia armada, pero fue rápidamente sofocada. No deben olvidarse las sublevaciones "carapitadas" de 1987 y 1990, ni el sangriento ataque de un grupo de terroristas contra el Regimiento de Infantería Mecanizada No. 3 de La Tablaba en enero de 1989, dejó un lamentable saldo de muertos.
También en 2001 se vivieron momentos tensos, con muertos durante la caída del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001.
Posteriormente, la violencia "política" se tornó moneda corriente tras la impronta dadas por parte de Néstor Kirchner y CFK a sus gobiernos a partir del 25 de mayo de 2003, profundizando una grieta que sigue vigente hasta nuestros días.
Tal vez el único presidente argentino que intentó pacificar y unir a los argentinos en los últimos cuarenta años fue Carlos Saúl Menem en la década de los años noventa, si bien se trata de una cuestión opinable.
La democracia argentina coincidió con una mezcla de la generación de los milenials tardíos (1983-1996) la generación de los centennials (1997-2012), denominada “Z”. Se trata de una amplia franja de argentinos que van de los once (2013) a los cuarenta años (1983/1984), que se caracterizan porque han vivido toda su vida en democracia. Si bien algunos, los más grandes, pueden haber tenido una experiencia indirecta a través de la transferencia intergeneracional por parte de sus parientes mayores, ninguno vivió en forma directa ni las acciones violentas de las agrupaciones políticas radicalizadas del peronismo, ni los delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura.
Por último, la generación actual, la más joven, la reserva del “futuro” de Argentina, denominada “Alfa”, va del 2013 a la actualidad. Los mayores apenas cuentan con diez años de edad. Se caracterizan por haber nacido en un entorno altamente digitalizado, parte de un mundo globalizado, profundamente cambiante e hiperconectado, que vive un proceso de innovación científica y tecnológica imparable cuyo crecimiento geométrico genera tanto ilusión como grandes preocupaciones.
El 14 de mayo pasado escribí en Linkedin que “Las elecciones presidenciales de este año son cruciales para el futuro de nuestro país por muchas razones. Si bien cumplimos cuarenta años de democracia ininterrumpida, la decepción respecto a la marcha del país es claramente mayoritaria y una evidencia incontrastable de la frustración colectiva”.
Intentando lograr una síntesis, señalé que “Tuvimos 9 presidentes en cuarenta años. Raúl Alfonsín gobernó 5 años, 6 meses y 29 días; Carlos Menem 10 años, 5 meses y 2 días; Fernando de la Rúa 2 años y 11 días; Adolfo Rodríguez Saá 7 días; Eduardo Duhalde 1 año, 4 meses y 23 días; Néstor Kirchner 4 años, 6 meses y 16 días; Cristina Fernández de Kirchner 8 años; Mauricio Macri 4 años; y Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner habrán gobernado en diciembre otros 4 años. Los cálculos indican que el peronismo, bajo distintas orientaciones, gobernó por 28 años; el radicalismo por poco menos de 8 años; y la coalición de partidos liderada por el PRO por sólo 4 años. En consecuencia, por lo menos el 70% de los últimos cuatro decenios estuvieron en manos de gobiernos peronistas, y apenas un 30% en manos de otras fuerzas políticas. Si lo analizamos en términos de orientación económica, ese porcentaje se reduce al 57,3% de gobiernos que abrazaron al estatismo, y al 42,5% de gobiernos de corte liberal (en algún grado).”
Expresé que “más allá de las “ideas” y de los “planes” y “proyectos” necesitamos un gobierno decidido a “hacer lo correcto”, agregando que “Argentina puede transitar políticas de derecha o de izquierda; distintos niveles de liberalismo o estatismo; un estado más grande o más pequeño; pero en definitiva, lo que el país debe dejar de hacer es permitir la violación sistemática y permanente de su “estado de derecho”.
Concluí diciendo que “Sería bueno preguntarnos si al votar vamos a seguir avalando la lógica de los últimos cuarenta años de promoción o de autismo respecto al funcionamiento totalmente disfuncional del aparato estatal argentino o vamos a demandar un profundo cambio de fondo. Porque esto va más allá de las “ideas” y de los “planes” y “proyectos”. Requiere de la convicción de “hacer lo correcto", y de la valentía de implementarlo con firmeza, sin especulaciones. Por eso mismo, en mi opinión, la clave en las elecciones que vienen es apoyar a los candidatos decididos a hacer cumplir la ley, único camino hacia un cambio real y de fondo.
Quisiera agregar algo más a raíz de lo expresado por CFK, porque creo que su proyecto político y su mensaje a la militancia puede resultar muy peligroso.
En un momento crucial para las generaciones presentes y futuras del país CFK critica exclusivamente a los gobiernos de oposición que gobernaron el país en menos de un 30% del período democrático más extenso de la historia argentina sin hacer ninguna crítica a los gobiernos de su partido o alianza política, que gobernó el 70% restante. Parcialidad.
Con respecto al actual gobierno, el cuarto kirchnerista, al que no sólo pertenece formalmente como vicepresidenta de la Nación sino, además, es la principal líder de la fuerza política que lo sustenta, alude al COVID-19 como forma de expiar culpas. Falta de autocrítica.
Además de absolutamente sesgadas, las opiniones vertidas en su carta y entrevista denotan una visión tergiversada de la realidad, resultan antidemocráticas, y absolutamente ancladas en el pasado.
Se victimiza, critica ferozmente al poder judicial, y ventila a “los fantasmas del pasado”.
En su discurso hay una centralidad absoluta en la “violencia política”.
Ni una sola palabra sobre la necesidad de “pacificar” ni sobre la “calidad democrática”. Habla sí de democracia “económica”, de “democracia social”, en forma subjetiva, sin ningún ánimo de identificar puntos de encuentro.
Habla poco de “democracia política e institucional”. Tal vez cree que criticando al poder judicial y a la oposición basta para que se sobreentienda que esa crítica es una adhesión a los valores democráticos. Es todo lo contrario.
Utiliza hechos confusos para la ciudadanía como el “intento de magnicidio” para imprimir valor a sus palabras, a su relato acerca de un intento por proscribirla, por asesinarla. Renuncia a ser candidata, pero "cede la posta” a los hijos de la “generación perdida”. Lo hace con un “mandato”. Les dice que se necesita un “programa de gobierno”. Lleva dieciséis años gobernando.
Argentina necesita la antítesis de lo que propone CFK.
No se trata de una cuestión generacional.
El pensamiento político de CFK representa no sólo el pasado sino, además, mayor división entre los argentinos y un peligroso llamado a la “resistencia”.
Su actitud me parece profundamente irresponsable.
Además, no aporta absolutamente nada al debate sobre el futuro.
Argentina necesita apostar por profundizar su calidad democrática, lo cual implica hacer respetar la ley al tiempo que, unidos la mayor parte de los argentinos, se persiga la lucha contra el corporativismo devenido en mafias.
En relación al accionar de las organizaciones guerrilleras y el terrorismo de Estado quisiera recordar la figura de Hipólito Solari Yrigoyen, un senador radical nacido en 1933 y testigo directo de lo ocurrido. En 1973, con cuarenta años de edad, accedió a una banca como senador nacional por la provincia de Chubut. Sufrió dos atentados a manos de un grupo para-policial, en 1973 y en 1975 (en democracia). En 1976 fue detenido, torturado y desaparecido, hasta que logró ser liberado, exiliándose en el exterior hasta el regreso de la democracia, en 1983. Su caso inspiró la creación del “Comité de Derecho Humanos de los Parlamentarios” de la Inter-Parliamentary Union (UIP), que pidió su liberación, al igual que Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela; Amnistía Internacional, ,Willy Brandt (Presidente de la Internacional Socialista), Edward Kennedy, Jimmy Carter, entre muchos otros.
Durante el primer gobierno del nuevo período democrático de la Argentina, que llega hasta nuestros días, fue designado asesor presidencial con rango de secretario de Estado y embajador plenipotenciario, siendo elegido nuevamente senador nacional en 1987, con mandato hasta el año 1995. Con posterioridad, entre 1999 y 2002, integró el Comité de Derechos Humanos de United Nations , ejerciendo como vicepresidente durante dos años, en el 2001 y en el 2002.
¿Por qué lo menciono? Porque fue homenajeado por ambas Cámaras del Congreso. El 12 de marzo de 2017 recibió de manos del H. Senado de la Nación la Mención de Honor “Domingo F. Sarmiento”, oportunidad en la que expresó: “Pertenezco a la generación que luchó por establecer la democracia en nuestro país y me siento orgulloso, porque a pesar de haber sufrido atentados, persecuciones, secuestro, torturas, soy parte de quienes dimos la vida por la democracia y por el respeto absoluto de los derechos humanos”.
El 29 de marzo de 2022 la H. Cámara de Diputados de la Nación le otorgó la Mención de Honor “Juan Bautista Alberdi”. Al recibirlo dijo lo siguiente: “Mi vida no fue fácil. Sufrí tres atentados, pero mi lucha siempre fue pacífica. Nunca pensé que la violencia fuera un instrumento político en democracia. Sufrí una larga prisión bajo un régimen autoritario y jamás se me dio derecho a defenderme … Seguiré apoyando a los jóvenes para que la Argentina deje atrás la violencia política definitivamente”.
Si se quiere ser todavía más explícito e indagar en la historia, se puede consultar la declaración de Solari Yrigoyen en el juicio a las Juntas Militares el 12 de julio de 1985. Allí dice que toda su vida repudió todo tipo de violencia política, provenga de donde provenga, una lección que no parece haber sido aprendida del todo.
¿Por qué la menciono a Patricia Bullrich como protagonista de la misma generación que CFK? Porque fue montonera y debió exiliarse del país.
En una entrevista publicada en Perfil el 07/09/2020 expresó: “Mi recorrido político puede dividirse en dos grandes etapas y en dos líneas de pensamiento. En la primera etapa no estaban los valores que hoy defiendo: el eje no pasaba por la libertad, por la democracia. La idea básica era la imposición. Imponerle al otro lo que tiene que pensar, imponer la idea de un hombre nuevo, de una sociedad distinta. Nos creíamos dueños de la verdad. Éramos fundamentalistas. En el exilio descubrí lo que significaba todo eso. Conocí otros países, otras maneras de pensar la democracia. Y, una vez más, la libertad como valor. Ese fue un primer cambio. Cuando vi que había gente presa, que había gente que desaparecía, empecé a comprender el valor del Estado de derecho, lo que significaba que la sociedad tuviera reglas. Por eso, lo tengo dividido en dos grandes ideas. Así comprendo yo mi trayectoria política. Dos grandes momentos. Y también dos grandes ideas. La primera se expresó en el peronismo que, en mi caso, no era un peronismo tradicional, sino uno revolucionario. Un peronismo despreciado por el mismo peronismo, que lo veía como algo externo. Ese fue un primer momento. Luego vino la idea de construcción, de una sociedad democrática, sin corrupción, con libertad.”
En otra entrevista más reciente, también de Perfil, del 20/05/2023, pone a la “pacificación del país” entre los objetivos del futuro gobierno. Dice que dimensiona el objetivo alcanzado y luego proyecta desde el presente como llegar hasta allí. Pone de relieve la importancia de la historia, tal como lo destacó Churchill y Kissinger al realizar una serie de estudios recientes sobre otros líderes del siglo XX, como Konrad Adenauer. No reniega de la misma.
CFK y su apelación a “los hijos de la generación diezmada” por un lado, y Patricia Bullrich por el otro, representan cosmovisiones totalmente distintas, pese a pertenecer ambas a la misma generación. Una se quedó en el pasado, y por ende promueve más pasado. Otra hace tiempo que superó el pasado y propone focalizar en el presente, pero orientada al futuro, una suerte de desafío, justamente, a superar el ancla de un pasado que algunos no quieren que se vaya nunca, porque es símbolo de status quo, relato, dependencia y decadencia.
Argentina necesita paz, decencia, unidad y, sobre todo, visión de futuro, único camino para lograr orden y progreso. Eso parece representar Patricia Bullrich.