"Pedir perdón alivia más a la otra persona que a uno mismo"
El título del artículo se basa en una afirmación que escuché hace algún tiempo de boca de un sabio del crecimiento personal. Literalmente explicó: "Cuando alguien siente que le hemos perjudicado en su interior se genera rencor y rechazo hacia nosotros. Ese rencor es un ácido corrosivo que envenena a la persona que lo padece y puede incluso llegar a perjudicar su salud física. Cuando pedimos perdón no sólo aliviamos nuestra conciencia. Lo principal es que automáticamente se 'desinfla' el malestar que la otra persona siente. Una carga que podría haberle llevado días, semanas, o incluso más tiempo gestionar, conseguimos quitársela automáticamente en cuestión de segundos con tan solo pedir perdón".
Este lunes pude aplicar este principio. Llegué a un establecimiento. Había bastante cola para esperar ser atendido. De repente me di cuenta de que había olvidado un ticket que necesitaba en el coche, así que me adelanté a preguntar si era necesario que fuese a buscarlo. Ante esto, la persona que estaba primera en la fila, un hombre alto con cara de pocos amigos, me reprochó de malas formas que "hay que hacer la cola, ¿no?". Mi primera reacción: enfado. Así, le respondí que sólo quería hacer una pregunta. La verdad es que creo que yo tampoco utilicé un tono muy agradable. El caso es que la persona que nos atendía me comunicó que, para lo mío, valía con mis datos personales y entonces se fue durante unos segundos. En ese tiempo me vino a la mente el principio que mencioné al comienzo de este artículo. Vi al hombre con cara de enfado y pensé: "tengo en mi mano la posibilidad de aliviar una carga a otra persona". Así que, decidí darle más explicaciones de las que inicialmente habría considerado necesarias. Le expliqué, ahora sí con una energía amigable, la historia de cómo había olvidado el ticket en el coche y puesto que lo tenía aparcado a cierta distancia había pensado en consultar por si tenía que ir a recogerlo. Automáticamente observé como el enfado fue desapareciendo de la cara de este señor. En ese momento volvió la dependienta y, le indiqué que, si le parecía bien, esperaría la cola para ser atendido, ya sabiendo que no hacía falta que volviese al coche. Ahora fue el mismo caballero que al principio se mostró enfadado el que muy amigablemente le dijo a la dependienta: "no, por favor, que lo nuestro lleva más tiempo. Atiéndale a él primero que lo suyo es mucho más rápido". Y tan amigos.
Mi conclusión: (1) Formarse en cuanto a educación emocional y crecimiento personal es vital. (2) Muchas veces tenemos en nuestra mano la posibilidad de aliviar la carga de las personas que nos rodean con acciones muy sencillas. Hagámoslo.