Periodismo: una mezcla de chisme y arribismo adolescente

Periodismo: una mezcla de chisme y arribismo adolescente

Durante 15 años me he estado moviendo, laboralmente, entre el mundo de la publicidad y el periodismo, algo que me ha permitido poder ver dos universos de contenidos desde barreras particulares.

El ambiente publicitario es competitivo, genial, intuitivo y a diferencia del periodismo es brutalmente honesto. Tanto que no hay cabida para tratar de quedar bien, mientras que en la cotidianidad el trato es amable, cordial.

Por el contrario, en las salas de redacción se mantienen un ambiente de competitividad insano en el que prima ser reconocido por encima del trabajo de fondo o de calidad.  “Hay que hacerse ver para ganarse el pan”. Mientras el maltrato personal y el desprecio por el otro es la moneda de cambio normal, cada hora.

Donde la creatividad es lo que menos importa, porque como he escuchado de boca de muchos editores, lo que hay es que generar audiencia: “que esas cuartillas escurran sangre, aunque no sea real”, se decía sin asco en cierto medio de cubrimiento nacional. Otros más sutiles le dicen al periodista: "las historias de su abuela en piyama no me venden".

Esta observación no es nueva, esto se sabe, y lo saben los que llevan décadas al servicio de algún medio. Lo que poco se dice sobre el tema, es ¿por qué sucede? ¿De dónde es que nace esa necesidad de volver una noticia todo? ¿Por qué cualquiera puede ser generador de opinión y controversia?

Pues básicamente, quitando las arandelas rimbombantes con las que suelen adornar el asunto:  el periodismo es una mezcla de chisme y arribismo adolescente, que terminó convirtiéndose en una necesidad, en la medida que la información cobraba importancia para el devenir del mundo práctico.

¿Quiénes llegan a trabajar a las salas de redacción? Adolescentes que se sueñan con liderar investigaciones donde "caigan poderosos" ¿Para cambiar el mundo? No, para figurar, para ser reconocidos, porque quieren 15 minutos de fama que les duren toda la vida, aunque no tengan medio centímetro de talento para nada.

Esto molesta, pero se sabe, no lo dicen duro, porque entre bomberos no se pisan la manguera. Porque entre periodistas todo se tapa, se solapa y no se puede permitir que el gremio sea criticado. Porque los periodistas son como una especie de mafia, donde existe una omertá de censura contra el que hable mal del gremio. Ante todo el "colegaje".

Seguramente, alguien querrá hacer su trabajo bien, pero no es la generalidad y si no lo creen, si les cuesta aceptarlo, pues solo basta con revisar la parrilla de porquerías que nos venden a diario los tan ilustres capos del periodismo nacional.

No es hora de preguntarnos, con honestidad, para qué nos sirve tener tanto noticiero y vivir inundados de tanto chisme antecedido de: presuntas y probables causas.

¿Somos mejores porque tenemos más periodistas? Y podría preguntar lo mismo sobre los publicistas, con una diferencia, estos últimos no tienen como intensión cambiar el mundo, ni siquiera hacerlo mejor, su hipocresía no es de esa estatura. 

#Periodismo #Chisme #Publicidad.

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