No pienses en que necesitas mucho dinero para iniciar la transformación digital en tu empresa
No soy partidario de “grandes desembarcos” si se pueden evitar cuando de cambios en las organizaciones se trata. Soy más bien partidario de modificaciones graduales siempre y cuando sean los mismos gestores los que protagonizan períodos nuevos. Otra cosa sería, por supuesto, aquellas situaciones en las que otros equipos externos se hacen con las riendas de las compañías tras una adquisición por ejemplo. Eso sería harina de otro costal, lo cual no quiere decir que sea incompatible con medidas graduales. Todo es cuestión de verlo… Y hago esta introducción general para centrarme ahora en lo que representaría un proceso de transformación digital en cualquier empresa, de cualquier tamaño que es dirigida, eso sí, por el mismo equipo, un equipo que pretenda iniciar un proceso de innovación. Esa sería la situación de partida a partir de la cual reflexionar en este post.
De entrada, igual que el valor al militar, al gestor que persigue la transformación digital para su organización se le supone un convencimiento claro de lo que eso significa y de lo que pretende llevar a cabo. El significado del movimiento a realizar no es otro que la obligación de alterar cosas, pues no se trata de invertir en tecnología únicamente como en más de una ocasión he afirmado. Antes que esto hay que contar con la participación de los componentes de la plantilla, en mayor o menor medida, pues son ellos los que tienen que asumir una predisposición mental a enfrentarse a unos cambios. A esto le sigue una necesaria formación para el dominio de determinadas herramientas, claro, así como una inmersión en procesos sobrevenidos. No es poca cosa, pero hay algo en favor de la disrupción, que es lo que el movimiento de cosas significa: todo el mundo está mentalizado, en mayor o menor medida, de que vivimos en un entorno de grandes cambios tecnológicos de los que es imposible evadirse.
Los objetivos del porqué buscamos la transformación son como la guía y lo que da sentido al propósito. En una empresa lo que queda claro es la búsqueda de la rentabilidad. Bien por el ahorro de costes, bien por la puesta en marcha de un modelo de negocio diferente o el lanzamiento de nuevos productos o de productos optimizados. Pero además, como gestores, hay que pensar en el desarrollo de un enfoque de la empresa para, al menos, los próximos cinco años. Sería insensato plantear un esquema que no se prolongara más allá de un año. Resultaría ridículo. Además, este ejercicio de previsión para un plazo de al menos cinco años, nos obliga a afinar en la concreción de la base tecnológica que configuremos. Hay que dotarse de instrumentos capaces (sobre todo en el hardware) y flexibles que tengan una duración óptima, de ahí la importancia de unirse al cloud computing, por ejemplo, como garantía de actualización de software sin grandes dificultades o costes. La idea de que el esfuerzo por ejecutar un proceso de cambio se hace para una sola vez se acabó, no es inteligente ni realista. Una vez que se inicia, estamos emplazados a asumir que siempre estaremos alerta de novedades pues si algo caracteriza al entorno digital es el cambio permanente.
Si en algún momento tu empresa se plantea empezar a transformarse, se pueden desarrollar algunas medidas que están al alcance de nuestra mano, sin que tengamos que plantearnos desembolsos millonarios, incluso si pertenecemos a una empresa de unas dimensiones considerables. Incluso en este caso. Por eso, propongo algunos de esos pasos, según se puede ver en un muy interesante artículo de Business+Strategy, que se llama 10 Principles for leading the next Industrial Revolution. No es cuestión, al menos de entrada, de implementar todo lo que aquí comento, dependerá de cada empresa:
- Repensar el modelo de negocio: lo citábamos más arriba. El esquema de empresa que compra materia prima que, una vez procesada, se convierte en producto que es distribuido en puntos de venta, está en revisión. La incidencia de la tecnología nos impone un cambio de modelo porque algunos de los pasos de nuestro proceso se alteran, o porque nuestro producto se puede también alterar al introducirse novedades como por ejemplo la impresión en 3-D que permite, en según qué sectores, imprimir productos al final de la cadena, por lo que la distribución puede no ser necesaria.
- El cliente en el centro: la presencia de las personas en internet se incrementó de forma exponencial debido a la aparición hace 15 años de las plataformas interactivas. Las redes sociales no solamente nos dan pistas de lo que opinan las personas, sino que sus aportaciones nos valen para modificar muchas cosas en la empresa, desde el producto hasta la operativa de producción. Además, las personas generan datos que las empresas usan para conocerlas mejor.
- Aprender de los datos: las compañías tienen que almacenar y analizar información estructurada o desestructurada. No se trata de una elección si es que quieren adaptarse a los tiempos presentes y competir en el mercado emergente. Es una obligación. Las empresas aprenden de los datos mucho más que de la observación, la experiencia y no digamos de la intuición, aunque esto no significa que debamos prescindir de estos atributos. Existen herramientas gratuitas que nos pueden ayudar mucho, como las que se ponen a nuestra disposición en la órbita de Google, por ejemplo. Entrar en la dinámica de analizar datos es un pasaporte para una mejor consonancia con los nuevos tiempos.
- Focalizarse en la propuesta de valor y no en el producto: esto es más bien un clásico desde la perspectiva del Marketing más tradicional, pero perfectamente asequible ahora. No se trata de vender coches, sino la experiencia de la movilidad. Pero la gran diferencia es que los consumidores tienen un enorme poder ahora y sus posicionamientos especialmente a través de las redes sociales demuestran una y otra vez que, por encima de todo, están interesados en los resultados de lo que adquieren. Su objetivo está vinculado a que funcione el producto o servicio y que satisfaga sus expectativas. Si es así reconocerán y reforzarán la marca.
Estar al cabo de los movimientos del mundo tecnológico es obligatorio. Es un buen consejo para los profesionales y las empresas. Los esquemas cerrados han saltado por los aires. La mezcla entre toma de decisiones ágiles según evolucionen los acontecimientos y la necesidad de reposar y realizar inversiones hoy que tengan viabilidad en el futuro son dos vectores divergentes que, no obstante, tienen que conciliarse. De forma añadida, la formación de los profesionales es una exigencia pues del conocimiento es la base que da estabilidad a este ambiente cambiante. En la medida que conformamos una base sólida de conocimientos, si le sumamos un espíritu innovador, tendremos una mejor posición para entender el presente, actuar en él y planificar el futuro.