No pierdas el camino al éxito por quedar bien.
Foto de Ian Stauffer en Unsplash

No pierdas el camino al éxito por quedar bien.

Quiero compartir contigo una historia que me pareció muy ilustrativa porque aun cuando sabemos que el dejarnos seducir, día con día por la pereza o el camino fácil, es muy peligroso y no nos acerca a nuestras metas. Es valioso contar con una recordatorio sobre el poder de elección que tenemos sobre el cumplimiento de nuestras metas. Esta historia aparece en el libro “El camino de la mente libre” de Tarthang Tulku y comienza así:

“…Lelo Sempa y Tsondru Ñidpa eran dos hermanos que vivían en el Tíbet hace algunos años. Cuando llegó la hora de que salieran al mundo a buscar fortuna, decidieron viajar juntos. Lelo, el mayor, era muy bueno para hablar, y casi siempre se salía con la suya gracias a su elocuencia. Tsundru, aunque no poseía una mente tan ágil como la de su hermano, era fuerte, de buen corazón y estaba siempre dispuesto a trabajar duro para alcanzar sus metas.

A lo largo de su viaje los hermanos caminaban kilómetros enteros en silencio. Durante estos lapsos de tiempo, Tsondru ideó una estrategia para cumplir su objetivo: encontraría trabajo en una gran ciudad y ahorraría lo suficiente para comprar su propia tienda. Lelo, por otro lado, pasaba estas horas de silencio soñando en la vida placentera que deseaba: llena de riquezas, mucha comodidad y fieles amistades. Cuando no soñaba con el futuro, Lelo recorría kilómetros enteros deleitándose con recuerdos de situaciones felices. Cuando compartían sus pensamientos, Tsondru le contaba a Lelo sobre sus ambiciones y Lelo daba consejo a Tsondru acerca de cómo lograr sus metas.

Tsondru era muy entusiasta y siempre estaba dispuesto a realizar cualquier esfuerzo que fuera necesario. Cuando acampaban, cada noche, era Tsondru quien recolectaba la madera para la fogata y el que cocinaba la cena, mientras que Lelo realizaba observaciones tales como: “si acercas los leños delgados entre sí, el fuego arderá más y el arroz se cocinará más rápidamente”. Las recomendaciones de Lelo eran tan útiles que Tsondru no se daba cuenta de que eran la única contribución de aquél.

Lelo, por su parte, no pasaba por alto la naturaleza industriosa y emprendedora de Tsondru y gradualmente fue percatándose de que una alianza con Tsondru garantizaría que sus sueños de una vida holgada y de fortuna se volvieran realidad. Un día comentó a Tsondru lo siguiente: “Propongo que cuando lleguemos a la ciudad, hermano mío, nos unamos en una empresa. Indudablemente, juntos podremos conseguir un gran éxito”. Tsondru meditó sobre la propuesta mientras caminaban; tras un rato respondió: “Eres muy ágil en tu pensamiento y posees un gran sentido común, por lo que pienso que sería una sabia decisión trabajar contigo”. Fue así que quedó consolidada la sociedad.

Los hermanos llegaron por fin a Shigatse, una gran ciudad tibetana y encontraron que bullía el ajetreo de gente trabajando por doquier. Decidieron quedarse allí, y Tsondru inmediatamente empezó a pensar en conseguir trabajo. “Ven, Lelo” le dijo, “vamos a buscar trabajo; ahorraremos el dinero suficiente para comprar una tienda”. Lelo respondió que antes de conseguir trabajo necesitaba tiempo para conocer la ciudad e investigar todas las posibilidades que ésta ofrecía. Le hizo notar que había tiempo de sobra y que un hombre inteligente se movía con cautela en situaciones como ésa. Lelo no tuvo prisa y Tsondru se fue solo; éste pronto encontró un empleo. Con su sueldo no podía ahorrar pero era capaz de mantener a ambos. Como creía que Lelo pronto encontraría un empleo, gustosamente le mantenía.

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Al poco tiempo, gracias a su ingenio y afabilidad, Lelo ya había conseguido muchos amigos. La pequeña casa que compartía con Tsondru a menudo estaba llena de gente; la cerveza se repartía en abundancia y la conversación era siempre interesante. Su estilo de vida era placentero y agradable; Tsondru estaba contento; difícilmente se daba cuenta de que Lelo había dejado de buscar empleo.

Tsondru trabajaba bien y como resultado de ello su jefe le concedió más responsabilidades. Su sueldo mejoró; no obstante, tras costear las extravagantes fiestas que su hermano organizaba, no le sobraba dinero para ahorrar. Conforme los meses se hicieron años, Tsondru olvidó sus planes de comprar la tienda.

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En ocasiones algún amigo de su hermano apartaba a Tsondru para señalar cortésmente que Lelo contribuía poco a su vida. “¿Acaso le preocupa encontrar trabajo?”, preguntaba el amigo. ¿Cuáles son sus planes? Parece que no hace otra cosa que pasar el tiempo disfrutando de placeres banales”.

Cuestiones como ésa dejaban a Tsondru confundido y ansioso, aunque defendía a su hermano incondicionalmente. “Lelo necesita tiempo para encontrar una posición que sea realmente buena”, contestaba. “ Además, siempre estamos rodeados de compañía agradable. Nunca necesitamos buscar entretenimiento. Como puedes ver, de ese modo él contribuye”.

Sin embrago, la duda empezó a crecer en la mente de Tsondru, obligándole, finalmente a preguntar: “Lelo, de vez en cuando alguno de tus amigos me pregunta por qué no trabajas. ¿Puedes decirme por qué no lo haces?”

Lelo pensó por un momento y respondió: “Hermanito, ¿por qué prestas importancia a las preguntas de quienes poco se preocupan por tus intereses? Pienso que esas personas son superficiales y que envidian nuestra vida feliz. Tal vez quieren tornarte en mi contra. Cualquiera que sea su motivo, ¿para qué alentar esos chismes sin sentido? Existen cosas más importantes en qué utilizar el tiempo y mejores amigos de quienes rodearse. Así que deja de lado esa pregunta y continúa con tus asuntos.

Satisfecho con la respuestas de Lelo, Tsondru olvidó el asunto. Pero al poco tiempo el jefe de Tsondru se encontró con problemas y se vio obligado a cerrar su negocio repentinamente. Tsondru perdió el trabajo a medio día; se dirigió a una cafetería cercana para pensar sobre sus situación. Mientras estaba perdido en sus pensamientos se acercó un hombre joven que le preguntó si podía sentarse en su mesa. Tsondru hizo espacio al joven y le pregunto su nombre.

“Soy Gewa Chosky y acabo de llegar a Shigatse. Mi plan es buscar un trabajo y ahorrar lo suficiente para comprar un negocio pequeño. ¿Conoce algún buen lugar en esta ciudad dónde pueda encontrar trabajo?”

Los ojos del joven eran brillantes y su personalidad vigorosa y entusiasta. Era fácil adivinar que lograría lo que planteaba. Su entusiasmo contrastaba fuertemente con el opaco vació que llenaba el corazón de Tsondru.

Entonces Tsondru se percató de que había perdido una gran oportunidad. Al igual que el joven Gewa, él había tenido grandes ambiciones; también había querido llevar un negocio propio exitosamente y había deseado obtener alegría y satisfacción por sus esfuerzos. Sin embargo, de alguna manera las cosas no habían resultado como él quería. Por el contrario, ahora estaba allí, no era joven y se encontraba desempleado. A pesar de los recuerdos de las situaciones sociales compartidas con sus amigos, no podía sentirse satisfecho con su vida.

Cuanto más pensaba Tsondru en el asunto, más se daba cuenta de que la influencia de Lelo estaba en el centro de su vacío. Él había prometido contribuir en gran medida, pero en realidad sólo había gastado; poco a poco había terminado con la energía y el tiempo de Tsondru, socavando los planes de vida.

 Tsondru miró a Gewa y le comentó: “Cuando yo tenía tu edad también llegué a Shigatse buscando fortuna. Tenía planes como los tuyos pero nunca los realicé porque estaba demasiado dispuesto a consentir una vida cómoda. Justamente hoy perdí mi trabajo; me queda la mitad de mi vida y no tengo ahorros. Te voy a dar un consejo. No sé dónde puedas conseguir trabajo pero encuéntralo pronto y esfuérzate.

No permitas que otros te convenzan de abandonar tu mente. Si te incitan a dedicar más tiempo al ocio o dicen que trabajas demasiado. No les prestes atención porque esos no son tus amigos. Tan sólo debes escuchar lo que te dice el corazón y seguir tu meta; haz lo que te dicten. Así, cuando llegues a mi edad te sentirás más que satisfecho. Tu vida será rica y plena; tendrás un corazón orgulloso y lleno de confianza. Aun cuando pierdas las riquezas que acumules, prosperarás porque contarás con el tesoro de la profunda satisfacción y del aprecio por tu vida”. Gewa Chosky agradeció en silencio a Tsondru y el hombre mayor salió de la cafetería.

La plática con Gewa Chosky ayudó a Tsondru a ver su propia vida en perspectiva y a darse cuenta de qué debía hacer. Al llegar a su casa encontró a su hermano rodeado por el acostumbrado grupo de amigos. Tsondru dijo, “Amigos míos, hagan el favor de dejarnos solos porque tengo que hablar en privado con mi hermano”.

“¿No puede esperar esa charla, Tsondru?”, replicó Lelo. “Estamos en medio de una historia muy buena y no quiero perderme el final”.

Tsondru negó con la cabeza y dijo, “No”. Por el tono de su voz todos supieron que lo mejor sería marcharse Un tanto incómodo, Lelo fue a cerrar la puerta tras sus amigos, protestando, “¿Qué es aquello que debe tener prioridad frente a nuestros invitados?”

“En primer lugar”, Tsondru respondió, “esta mañana perdí mi empelo. Ya no tenemos ingresos. Mientras pensaba qué hacer me percaté de que esta vida que hemos creado en realidad no nos ha dejado nada bueno. También me di cuenta de que estoy envejeciendo y de que no me he centrado en llevar a cabo mis metas. Pero como aún no estoy demasiado viejo para luchar por ellas he decidido dejarte, viajar a otra ciudad y empezar de nuevo. Tengo la determinación de lograr mis objetivos. Antes de partir, debo decirte que tú también deberías dejar de desperdiciar tu vida. Tu discurso es ágil y te ha llevado a ganar muchos amigos, pero no te ha propiciando nada más. Eres mayor que yo pero dependes de mí para tu manutención, ¿qué harás cuando me vaya?”

Por primera vez, Lelo no tenía lista una respuesta. Tras titubear un rato, suplicó a Tsondru que cambiara de opinión y que se quedase, pero Tsondru no respondió. Lelo entonces montó en cólera y acusó a Tsondru de traicionarle, de abandonarle para luchar por metas egoístas. Después acusó al jefe de Tsondru de forzarlo a tomar una decisión apresurada. Lelo culpó a todas las personas y cosas que se le ocurrieron, pero nunca consideró que su propia pereza fuera la causa del problema.

Tsondru partió y se estableció en otra ciudad. Dos años después había ahorrado lo suficiente para comprar su negocio soñado; pronto prosperó y adquirió un renombre. Sin embargo Lelo, su hermano, fue deambulando de pueblo en pueblo por el resto de su vida, contando historias en las tabernas a cambio de comida y compañía.

En tibetano, la palabra lelo significa “pereza” mientras que tsondru significa “vigor”. Ambas cualidades son innatas en nosotros y podemos elegir cuál de éstas fomentar en nuestra vida diaria.”

Tarthang Tulku continua diciendo, la mente perezosa se hace pasar por amiga nuestra, ofreciéndonos comodidades y alegría, pero en realidad poco a poco consume nuestros sueños más preciados y nos vuelve pasivos. Es el mayor obstáculo para nuestro progreso en el camino espiritual. Aquí yo agregaría que también en el logro de nuestras metas.

Cuando estamos en el camino a lograr nuestras metas nuestra mente puede susurrarnos que esperemos, que descansemos un rato o que hagamos otra cosa porque después habrá tiempo para hacer esas acciones y compromisos. Los argumentos que da la mente siempre parecen lógicos, sensatos y como en el caso de Tsondru, es fácil quedar atrapados en un “lógica perezosa”.

Te invito esta semana seas conciente cuando “lelo” comience a seducirte y con paciencia resistas a esta seducción y escojas las acciones que forjan al ser que logra las metas que deseas: hacer esa llamada para cerrar una venta, hacer esas 3 citas con clientes, salir de tu cama a las 6:15 am para correr esos 20 minutos, meditar 30 minutos antes de dormir, ahorrar $500, … Te aseguro que te sorprenderás de lo mucho que puedes avanzar con estas pequeñas acciones.

Muchas gracias por tu tiempo y me encantará escuchar tus comentarios.


Juan Carlos De la Peña

Director for Mexico and CA at HNI Corporation

3 años

Saludos Juan

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