No podemos ver lo que no podemos imaginar

Cuando Cristóbal Colón llegó a América, fue recibido con regalos, bebidas y una curiosidad generalizada por la tribu de los Taínos.

Los Taínos, eran un pueblo pacífico que se dedicaba a la agricultura, la pesca y el comercio con islas vecinas. Vivian en lo que hoy es Haiti/Republica Dominicana.

Rápidamente, entablaron comunicación con los españoles y comenzaron a compartir piezas culturales.

Cuentan, los registros de los españoles que algo en particular extrañaba a los Taínos.

¿Cómo llegaron aquí? - Le preguntaban a los españoles.

En estos botes. Decían los españoles.

A lo que los Taínos respondían:

¿Cuáles botes?

No había, en la cosmovisión de los Taínos, una posibilidad de pensar en un bote de tal tamaño, que pudiera transportar a muchísima gente por varios meses. Es por eso que era imposible para ellos siquiera ver a la Niña, la Pinta y la Santa María.

Eventualmente, después de mucha observación y reflexión, el chamán de la isla, regente de los Taínos, comprendió el significado de los barcos.

Cuentan que a continuación, le pidió a los habitantes de la tribu que cerrarán los ojos y comenzó a describir el significado del barco.

Él sabía que tenía que crear un espacio en la mente de los habitantes de las villas, para poder comprender el concepto, relevancia y trascendencia de los barcos.

"Ver" con la mente, era la única posibilidad de ver con los ojos.

La imaginación crea un espacio para el significado y para la posibilidad.

Uno no puede ver lo que no puede imaginar.

Parcialmente parafraseando de The imagination challenge de Alexander Manu.