¿Políticas públicas de Diseño?
“La más estricta justicia no creo que sea siempre la mejor política.”
– Abraham Lincoln
Al hablar de políticas públicas podemos encontrar un sin número de definiciones, sin embargo, todas ellas suelen tener en común el hecho de que se suele hablar no de una acción puntual que se verá reflejada o materializada en un cuerpo legal determinado, sino más bien, se suele aceptar que consiste en un conjunto de acciones, medidas, decisiones o estrategias que un estado realiza o decide adoptar con el objetivo de poder satisfacer un conjunto de necesidades públicas o bien, para responder a una situación puntual y conseguir un objetivo determinado.
A su vez, entrelazado a esto, tenemos que se suele hacer una distinción entre lo que se entiende por políticas públicas de gobierno y las política pública de estado, siendo la primera un conjunto de medidas que generalmente adoptan los gobiernos de turno, en aras de responder a sus promesas electorales y que comúnmente, al momento de producirse el clásico recambio de gobierno, son dejadas de lado y son reemplazadas por las del gobierno entrante. Distinta es la situación de las políticas públicas de estado, las cuales, debido a las materias que suelen tratar (generalmente abarcan temáticas de gran impacto económico, político o social) suelen trascender y mantenerse a lo largo de los años.
Es en este contexto que podemos apreciar que es muy difícil poder hablar en Chile de políticas públicas que se enfoquen de forma exclusiva en la disciplina del diseño, dada la naturaleza de nuestro país y su ya clásica condición de nación en vías de desarrollo, un país donde a la fecha, con suerte se invierte el 0.39% del PIB en temas de innovación, muy alejado del clásico 2% o 3% que suelen invertir países desarrollados en estas materias, países que aprendieron en base a la experiencia que destinar dinero en innovación no se traduce en menos hospitales o en una educación de mala calidad.
Países como Corea o Finlandia entendieron que el camino era vincular diversas áreas de su sociedad y hacerlas trabajar en conjunto, o como dicen los Finlandeses, lograr una“Triangulación Virtuosa” donde los empresarios, la Academia y el Estado, trabajando en conjunto con un fin en común y con la convicción de que si estas tres áreas lograban avanzar en conjunto, todos sus ciudadanos se iban a ver beneficiados con esto.
A estas alturas usted se debe estar preguntando, ¿Se ha hecho algo parecido vinculando al Diseño en Chile? y bueno, responder a esto es tan difícil como la pregunta en sí, porque en lo personal, sabemos que se han hecho esfuerzos para poder concretar políticas públicas de Diseño, se han creado al menos tres o cuatro comisiones en diversos gobiernos con esa finalidad y actualmente tenemos un área de diseño dentro del Ministerio de Cultura, sin embargo, como ya se indicó anteriormente, el poder concretar una política pública de diseñoen su estado “puro” que verse exclusivamente de esta materia, es algo que a la fecha no se ha producido, sin embargo, esto que parece un obstáculo, puede transformarse en una gran oportunidad, pues en nuestro país la disciplina del diseño aún no ha logrado posicionarse del todo; es una profesión relativamente nueva, en proceso de consolidarse y por ende, demostrar los cambios o mejoras que puede producir dentro de nuestra economía o sociedad y es precisamente aquí donde se encuentra su gran oportunidad de destacar.
Ya se han producido las primeras participaciones del diseño en políticas públicas tendientes a potenciar a pequeños y medianos empresarios, abarcando con esto dos áreas igual de importantes, por un lado la económica y por otro, la social, mejorando las opciones que pueden tener pequeños empresarios para competir dentro de mercados dominados por grandes empresas, mejorando con esto sus ingresos y por ende elevando la calidad de vida de pequeño o mediano empresario.Es en este último punto, el social, donde el diseño puede hacerse aún mucho más tangible y cercano al ciudadano promedio, solucionando problemas mucho más sensibles para estos y con eso, indirectamente logrando el tan necesario efecto validador dentro de nuestra sociedad mostrándose como una herramienta efectiva para la solución de problemas de carácter público de alto impacto, para nuestra sociedad, a modo de ejemplo, tenemos el caso que motiva este artículo, la visita de un equipo del Designmatters de ArtCenter a nuestro país, con la finalidad de desarrollar el proyecto “Safe Niños” en conjunto con Coaniquem, proyecto en el cual, mediante la aplicación de herramientas de Diseño se busca mejorar la calidad de vida de niños que han sufrido graves quemaduras y que debido a esto, deben no sólo pasar a diario muchas horas dentro de las instalaciones de Coaniquem, sino años. Este tipo de ejemplos son precisamente esos “elementos validadores” o “cifras medibles” que comúnmente nuestro gobierno solicita para poder analizar si es conveniente o no desarrollar determinadas políticas públicas.
Si trabajamos en esto, si cada vez más escuelas de diseño incluyen dentro de sus programas actividades en que se busque dar solución a problemas sociales reales, en que se enseñe a los futuros profesionales a interactuar con otras profesiones en equipos interdisciplinarios, es cosa de tiempo para que las políticas públicas consideren el diseño como una herramienta imprescindible para su desarrollo y los ciudadanos de nuestro país logren comprender que el hablar de un buen diseño va más allá de un vestido con buen calce sino que puede significar una gran mejora en la calidad de vida de quienes más lo necesitan, generando con esto una fuerza natural que haga no necesario, sino imprescindible, desarrollar políticas públicas de estado vinculadas a materias de innovación donde el diseño juegue un papel clave.
Rafael Chávez S.
Director/ El Diario Diseño /www.eldiariodiseno.com