Pongamos tándems en las empresas
Cuenta la leyenda que el tándem fue inventado por dos hombres. Uno no tenía piernas, el otro no tenía brazos. Cuando se conocieron, entendieron rápidamente que eran complementarios y que serían capaces de conseguir montar en bicicleta si hacían algunos ligeros, pero ingeniosos, ajustes mecánicos. Fue así como, haciendo de la necesidad virtud, idearon el primer tándem y lograron vencer sus limitaciones iniciales.
Aunque con una veracidad más que dudosa, esta historia esconde un aprendizaje de gran valor. Actuar en tándem con otra persona puede hacernos mejores, nos complementa. Y esto aplica sin ningún tipo de duda en los procesos de transformación de una compañía.
En el contexto actual de mercado, rara es la empresa que no afronta un proceso de transformación. Ya sea para crecer o simplemente para sobrevivir, las empresas necesitan transformarse y hacerlo de la manera más ágil posible para no morir en el intento. Lamentablemente, en la mayoría de casos, son pocas las personas en la organización las que tienen claro hacia dónde se dirigen y qué pasos hay que tomar. Los equipos, por muy buenos que sean, necesitan de líderes que les complementen.
Una empresa sólo se transformará si las personas que trabajan en ella quieren y saben hacerlo. No nos vale con que unos pocos tengan clara la visión. Es necesario que los equipos ejecuten planes y acciones que nos acerquen a la meta definida. Así pues, el rol de los directivos y managers de cada uno de los niveles es clave para que el cambio empape a toda la organización.
Y ahí es donde entra el tándem. Para mutar el ADN de una compañía, el cambio debe empezar desde arriba y fluir en cascada a los diferentes niveles. Los líderes de primera línea deben dedicar una parte considerable de su tiempo a sus reportes directos (y éstos a su vez con sus equipos) para guiarles en el camino de cambio. Requiere de una buena sincronización entre líder-colaborador para enfocar y movilizar hacia el cambio. Dar ejemplo y pautar el ritmo es clave. Y es necesario que este tándem de nivel 1 enlace con otro tándem de nivel 2, para que se establezcan las mismas prioridades…y así sucesivamente hasta llegar al último nivel. Necesitamos que todos pedaleemos con entusiasmo para coger inercia y velocidad. Ejemplo + ritmo + entusiasmo = cambio. Sólo así se consigue el cambio efectivo en las organizaciones que se enfrentan a importantes retos de transformación.
No basta con aplicar únicamente una comunicación jerárquica bien engrasada o tener equipos disciplinados. Actuar en tándem va mucho más allá. Significa generar espacios de calidad para compartir la visión, convencer sobre la necesidad de la transformación, actuar como sparring sobre determinados aspectos a evolucionar, marcar pautas y prioridades, pactar planes de acción o realizar seguimiento de los avances. Éste último es precisamente el talón de Aquiles en la mayoría de empresas: la falta de seguimiento durante la ejecución.
Solemos esforzarnos mucho en definir qué debemos hacer y plasmarlo en presentaciones, pero raramente somos constantes en el seguimiento de la ejecución. La transformación no es un sprint, sino que más bien se trata de una carrera de fondo. Si el que va detrás deja de pedalear, el tándem inevitablemente pierde velocidad. Si el que va delante cambia el rumbo, el tándem no llegará a la meta. Actuar en tándem nos permite enfocar la organización y movilizar de manera encadenada para no abandonar el camino marcado. Hay que decir misa cada domingo.
Dos ciclistas bien coordinados en un tándem y con una dirección clara avanzarán más rápido que uno sólo. Imaginad con qué velocidad y firmeza puede transformarse una organización si conseguimos encadenar tándems a todos los niveles. Como veis, se trata de aplicar un concepto muy sencillo, pero que sin duda ayudará a que el proceso de transformación de las empresas vaya sobre ruedas.