“Por las dudas, no incluyas el perfil...”

A veces sucede que alguno presta realmente atención a lo que automáticamente hace todos los días, y percibe que en el diálogo de Guardar como... de programas como Photoshop y otros aparece la opción "incrustar el perfil" o similar. ¿Qué hacer? ¿Lo incrusto? ¿No lo incrusto? ¿Y si lo incrusto y después los colores se ven "raros"? ¿Y si se ven raros por no incrustarlos? Otra que "ser o no ser"...

Recordemos ante todo que el perfil ICC nos permite comunicar el color de un documento conservando sus valores (RGB o CMYK); dicho de otra forma, el perfil permite informar con precisión el color pretendido y no sólo qué receta utilicé para formarlo. Establecido este principio, parece que lo lógico es "sí, hay que incrustarlo"; en última instancia, si después no se necesita se puede ignorar, mientras que si lo necesito y no lo incrusto, no lo puedo "inventar". Pero...

"En teoría, no hay diferencias entre la teoría y la práctica. Pero en la práctica, sí."

Un flujo de color management es ante todo un flujo de información, y para su correcto funcionamiento todos los participantes deben entender los métodos y la información intercambiada. El problema es cuando uno debe hacer suposiciones respecto de qué hará quien reciba mi archivo "río abajo". No es fácil, naturalmente, pero en algunos flujos de trabajo típicos pueden hacerse ciertas observaciones que nos permitan orientarnos. Asumiendo que no hay dudas respecto a la corrección colorimétrica del documento que tenemos entre manos, la cuestión es decidir si hacemos bien en incrustar el perfil o no. Vamos a describir unos pocos casos:

• Imágenes RGB para uso en páginas web: si bien la mayoría de los navegadores actuales soportan color management, a no ser que estemos pensando en subir imágenes de catálogo donde es crucial que el color que el usuario final vea en su pantalla sea el correcto (lo que, por otro lado, sería temerario pretender ya que los monitores de consumo no nos dan mucha garantía para eso), podemos omitir el perfil con la condición que la imagen esté generada en o convertida al espacio sRGB, que es el espacio de color "por defecto" que un navegador asume para mostrar una imagen en pantalla, y el más representativo de un monitor de consumo. Esto podría tener el beneficio marginal de generar archivos de imagen más livianos (por no tener el perfil incrustado) y así lograr mejores tiempos de carga de la página. Sin embargo, si mi audiencia emplea monitores de gamut ampliado (iMac con pantalla Retina, iPhone 7 o posterior, iPad Pro) nos estamos perdiendo la posibilidad de emplear el espacio de trabajo DCI-P3 que es muy superior al sRGB. En ese caso, si mis imágenes califican para esa calidad, es mejor subir las imágenes con el perfil incrustado; quienes tengan pantallas de menor calidad podrán ver una imagen correctamente adaptada al gamut reducido (de lo contrario verán imágenes "lavadas", como si estuvieran desaturadas).
• Imágenes sRGB en general: a falta de más datos, una imagen que no tenga un perfil incrustado puede asumirse que está definida en sRGB, por ser el más utilizado. Luego, si no lo incrusto, puedo razonablemente esperar que quien la reciba la interprete así y no se produzcan conversiones innecesarias.
• Imágenes CMYK: esto es completamente diferente. Quien trabaja con imágenes en CMYK está asumiendo de manera implícita o manifiesta que apunta a un sistema de impresión en particular, y por lo tanto al editar el archivo ha puesto énfasis en los porcentajes de cada canal (los valores digitales) y no en el color que eventualmente observó en pantalla. Al tener claro quién va a recibir el archivo, ya existe una comunicación entre el emisor y el receptor del documento, por lo cual podría decirse que incrustar el perfil sería como mínimo redundante. Pero esta estrategia es endeble: basta que surja la necesidad de enviar el archivo a otro destino de impresión diferente para mostrar que hubiera sido útil incrustarlo. (En flujos de trabajo más colorimétricamente "civilizados", se prefiere trabajar en RGB los archivos que deben imprimirse en una variedad de sistemas diferentes, para que cada impresor haga la conversión a último momento, técnica conocida como late-binding.)

Podríamos sintetizar lo anterior de esta forma:

• En flujos RGB, jamás hace daño incrustar el perfil. Quien trabaja en estos entornos sabe que las imágenes de este tipo tienen una diversidad de orígenes, y conocer el espacio de trabajo es esencial;
• En flujos CMYK, incrustar el perfil sólo puede ser problemático si el espacio de trabajo CMYK empleado es distinto del que espera el destinatario, y éste solo se concentra en los porcentajes de punto. Aquí es más seguro convertir al CMYK de destino, y luego optativamente incrustar ese perfil.

Lo anterior vale para fotos, pero podríamos hacer un análisis similar para PDFs. Notar que en la norma por excelencia de la gráfica para el intercambio de dcocumentos, la ISO 15930, más conocida por nosotros como PDF/X, exige que el documento lleve en su interior la condición pretendida de impresión, sea mediante un perfil ICC incrustado (por ejemplo ISOcoatedv2.icc, offset de pliego) o una etiqueta con la denominación estándar de esa condición (FOGRA 39, en ese caso). Mi recomendación es:

• Incluir el perfil al menos cuando el destino de mi documento es incierto;
• Instruir a quien lo reciba que el perfil está incrustado a conciencia (es decir, es representativo y por tanto válido).

De esta forma estaremos haciendo las cosas correctamente y educando al mismo tiempo...