¿Por qué el mundo parece estar diseñado para los extrovertidos, y los introvertidos, qué?
Si observas a tu alrededor, parece que el mundo está perfectamente diseñado para los extrovertidos. Desde la escuela hasta la oficina, todo parece girar en torno a la interacción social, las reuniones grupales, y las interminables conversaciones. Para un extrovertido, esto es el paraíso: estar rodeado de gente es su zona de confort. Pero para los introvertidos, que preferimos la calma y la reflexión, esta constante necesidad de estar "conectados" puede ser agotadora. ¿Por qué parece que todo está estructurado para quienes se alimentan de la interacción social? ¿Y los introvertidos, qué?
Desde que somos pequeños, nos enseñan que hablar en público, participar en clase, y trabajar en equipo son habilidades esenciales para triunfar en la vida. Y claro, todo eso está muy bien, pero esta cultura parece pasar por alto que hay otros tipos de personas que brillan de manera diferente. Los niños extrovertidos suelen destacar por su liderazgo y su facilidad para expresarse, mientras que los introvertidos, que prefieren observar y analizar antes de intervenir, a menudo son malinterpretados como tímidos o desinteresados.
La realidad es que los introvertidos también estamos ahí, pero simplemente necesitamos más tiempo para procesar y encontrar el momento adecuado para hablar. Sin embargo, el sistema está más preparado para quienes son rápidos de palabra que para quienes reflexionan antes de actuar. Es como si se premiara la velocidad de respuesta más que la profundidad del pensamiento. Y eso, francamente, me parece un estupidez.
Luego llega la vida adulta, y con ella, las oficinas abiertas. Ese maravilloso (y claramente irónico) invento donde compartes espacio de trabajo con decenas de personas (más conocido como gallinero). Si eres extrovertido, probablemente disfrutes de las charlas espontáneas, las reuniones improvisadas y la constante compañía. Pero si eres introvertido, la falta de privacidad y el ruido constante pueden ser todo un desafío. Nos gusta nuestro espacio, nuestra tranquilidad, y poder concentrarnos sin interrupciones cada cinco minutos (de esto también se quejan los extrovertidos, eh!).
Las reuniones interminables y los "brainstorming" grupales pueden ser el sueño de los extrovertidos, pero para los introvertidos es una pesadilla en la que se nos obliga a participar en el caos colectivo. Necesitamos tiempo para procesar la información antes de hablar, pero en un entorno donde se valora más la rapidez que la reflexión, a menudo nos sentimos fuera de lugar.
En este mundo hiperconectado, las redes sociales son el escenario perfecto para que los extrovertidos muestren su vida en tiempo real (No solo su vida, muestran cada cosa que da vergüenza ajena). Publican lo que hacen, lo que piensan, y se nutren de la interacción constante. Los introvertidos, por otro lado, solemos observar desde las sombras digitales. No es que no nos guste compartir, pero preferimos hacerlo con más moderación y cuando realmente tenemos algo que decir.
Para muchos de nosotros, las redes sociales pueden ser un ruido constante, un mar de estímulos que nos satura. Y claro, en un mundo donde se valora la visibilidad y la interacción continua, parece que quedarse al margen es casi como desaparecer. Pero la verdad es que no necesitamos estar todo el tiempo en el centro de la conversación para tener algo valioso que aportar.
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Es cierto, el mundo parece estar diseñado para los extrovertidos, pero eso no significa que los introvertidos no podamos encontrar nuestro lugar. De hecho, los introvertidos tenemos nuestras propias fortalezas. Solemos ser excelentes observadores, pensamos antes de hablar, y procesamos la información con mucha más profundidad. Mientras el mundo exterior sigue a toda velocidad llevándose todo por delante, nosotros estamos elaborando ideas, encontrando soluciones creativas, y analizando situaciones desde diferentes perspectivas.
El reto está en aceptar nuestras diferencias y no intentar forzarnos a ser algo que no somos. Los introvertidos no necesitamos adaptarnos a la cultura del ruido; ni queremos, lo que necesitamos es encontrar o crear espacios y personas que respeten nuestra forma de ser. No se trata de ser los más ruidosos o visibles, sino de ser mucho más auténticos a nuestra manera.
Afortunadamente, el mundo también está cambiando. Cada vez más empresas valoran el trabajo remoto (¡gracias, pandemia!), lo que nos ha permitido a los introvertidos tener más control sobre nuestro entorno de trabajo. Y aunque aún queda mucho camino por recorrer, hay mayor conciencia sobre la importancia de la salud mental y el bienestar, lo que significa que las diferencias en personalidad empiezan a ser más respetadas.
Lo ideal sería que el mundo encuentre un equilibrio entre extrovertidos e introvertidos. Ambos grupos tienen mucho que aportar, y no debería haber una única forma "correcta" de ser. Los entornos más productivos y creativos son aquellos que permiten a todos contribuir a su manera, ya sea en un brainstorming ruidoso o en una reflexión tranquila.
El mundo puede parecer hecho para los extrovertidos, pero eso no significa que los introvertidos no tengamos nuestro lugar. Al contrario, tenemos mucho que ofrecer desde nuestra calma, nuestra introspección, y nuestra capacidad de observar. No necesitamos ser los más visibles ni los más ruidosos para tener un impacto. Simplemente necesitamos ser fieles a nuestra naturaleza y encontrar el espacio donde nuestras fortalezas brillen.
Y si nos preguntan, quizás preferimos mantener la cámara apagada en las reuniones de Zoom. Porque, al final, estar "ahí" no siempre significa ser vistos o escuchados, sino estar presentes a nuestra manera, en silencio y con propósito.