¿Por qué es necesaria la fe para un emprendedor?
Prepárate para estar convencido. En el camino entre la idea y la ejecución habrá días en que te preguntes si vale la pena. Dado que apenas comienzas es posible que a veces no haya más argumentos para seguir adelante que tu propia convicción. Si permites que se doblegue; tu proyecto se irá al carajo. Si en cambio estás ahí cuando no parece haber nada que te indique que vas en el camino correcto, es muy posible que un día tu idea se materialice.
Piensa que cualquiera estaría en los buenos tiempos. Si emprender fuera un camino repleto de buenos mensajes y notorios resultados, nadie lo dejaría. Pero ten por seguro que no es así. Que el proceso exigirá mucho trabajo con beneficios tan de mediano plazo que incluso a ti mismo te costará comprender por qué estás haciendo lo qué haces. El emprendimiento se compone de muchos días jodidos que terminan valiendo la pena cuando aparecen esos instantes en que las buenas noticias parecen llegar por todos lados.
Emprender se disfruta como pocas cosas en la vida. Pero también se sufre a grado tal que uno se llega a preguntar por qué no apostar por la nómina segura y por el empleo fácil. Es una montaña rusa que se construye sobre la marcha. Cuando empiezas a creer que vas bien, aparece una bajada que hace sentir que te mueres. Cuando estás pensando en dejarlo, llega una llamada, un comentario o un correo que te eleva lo suficiente como para volver a llenarte de fuerza. Emprender es subir y bajar sin previo aviso. Es la vida haciendo parecer que hace contigo lo que quiere, aunque al final, sí te quedas y como si fuera una prueba para distinguir entre los fuertes y los débiles, acabará reconociéndote.
Un emprendedor es un sobreviviente. A la lucha natural por la supervivencia propia se le suma la de tu negocio. Equivale a decidir jugar en nivel experto o incluso en legendario, modo que se activa cuando no está el dinero de nadie apoyándote y cuando tú mismo saber que si caes no habrá otra forma de levantarte que recuperarte tras un impacto contra el asfalto. En esta condición de riesgo, porque emprender es justo eso, más vale que te acostumbres a llenarte de motivadores tangibles e intangibles.
Hazte a la idea de celebrar cuanto llegue. Valora el comentario de una persona como si representara el like de millones. Atiende a cada persona como si fuera el único cliente que tienes. O el último, que sí que podría serlo. En algún momento, porque siempre seremos más adictos a la novedad que a la reiteración, te aburrirás de ver a los mismos pasar por tu tienda. Querrás más nombres, más movimiento. Lo que no entenderás es que es la reiteración de esos que un día pasaron por ahí, otro día volvieron y al tercero se convencieron de que lo tuyo era para ellos implica la verdadera construcción de una comunidad. Ellos , los que incluso te cansarán por ser los mismos de siempre, son los pilares de lo que pretendes construir. No los múltiples seguidores que piensas tuyos por haber invertido en Instagram, no el resultado de tu inversión en Facebook.
Para evitar bajarte de la montaña rusa del emprendimiento disfruta los momentos de paz. Un like, un mail apoyándote, una palmada en la espalda, tu propia convicción de que el resultado de lo que haces no está determinado por la cantidad de gente que te dice que estás haciendo lo correcto, sino por tu propia convicción. O tu propia fe, y es que un emprendedor puede no creer en Dios alguno, pero sí que tiene que creer en sí mismo para salir adelante.