Por qué es tan importante reinventar nuestra propuesta de valor
Cuando desglosamos nuestra historia laboral es como si jugáramos con un rompecabezas. Al separar todas las piezas podemos verlas, contemplarlas, analizarlas y advertir cuáles nos gustan más y cuáles nos atraen menos. Al tener todas las piezas sobre la mesa podremos ver qué hacemos, qué ayuda ofrecemos, cómo nos relacionamos, quiénes nos ayudan, a quiénes ayudamos, cómo nos conocen y a través de cuáles medios, qué damos, qué obtenemos y principalmente quiénes somos y qué tenemos. La finalidad de hacer esto es conocernos mejor a nosotros mismos, de manera que podamos evaluar y valorar cada una de nuestras fortalezas para elaborar una propuesta de valor que se ajuste más a nuestras competencias.
Podemos empezar por conversar con nuestros interlocutores más cercanos sobre nosotros mismos. Preguntarles sobre momentos específicos, aptitudes, fortalezas y debilidades. Escuchar diversos relatos y distintas perspectivas nos permitirá ser más objetivos y conscientes. También debemos hacer el ejercicio de reflexionar sobre nuestras experiencias previas. Identificar las situaciones complejas que tuvimos que resolver y recordar detalladamente aptitudes y fortalezas propias que pusimos en práctica. Consultarle a nuestros compañeros de trabajo sobre esas mismas situaciones y escuchar sus puntos de vista para generar retroalimentación y así ir detallando cuáles son las competencias en las que mejor nos apoyamos para solventar momentos laborales difíciles.
Luego será necesario reconocer patrones, es decir, reacciones, acciones, preferencias, actitudes que se repiten en cada uno de los relatos. ¡Pero vamos, que los rompecabezas se desarman para ser armados una y otra vez! Luego de tener todas las piezas sobre la mesa, haberlas contemplado, escuchar distintos relatos, reflexionar y advertir las formas que se repiten… ¡Es momento de armar! Nuestra propuesta de valor cambia en la medida que adquirimos otras competencias e intereses, por ello debemos replantearla constantemente. Cada vez que sintamos que estamos en medio de un atolladero es necesario revisar nuestra propuesta para advertir qué nos falta o qué podemos mejorar.
El mejor modelo de negocios comienza por reconocer nuestras fortalezas y enfocarnos en ellas. A partir de la memoria y situaciones laborales previas debemos tener claro lo que ya hemos mencionado, pero vale la pena repetirlo: lo que hacemos, la ayuda que ofrecemos, nuestra manera de relacionarnos, quiénes nos ayudan, a quiénes ayudamos, cómo nos conocen y a través de cuáles medios, qué damos, qué obtenemos y principalmente quiénes somos y qué tenemos.
Según Morgan, Spreitzer, Dutton, Quinn, Heaphy y Barker (2016), sólo revisando nuestra propuesta de valor podemos hacernos conscientes de nuestras fortalezas para emplearlas en obtener un mejor empleo o mejorar en el que ya tenemos. Necesitamos ser conscientes de ellas para reinventar nuestra vida laboral e idear un vínculo equilibrado y eficaz entre nuestro yo y nuestro trabajo.