Por qué las encuestas (tantas veces) fallan
Hace ya años que venimos observando la discrepancia entre los números de las encuestas -sobretodo cuando se trata de previsiones, de proyecciones futuras- y los datos finales de aquello que se pretendía prever.
Viene pasando muy seguido y en muchos sitios que los resultados de elecciones, por ejemplo, no se condicen con lo que decían las encuestas, incluso hasta las realizadas poco tiempo antes: percibimos una especie de asimetría entre la imagen anticipada del objeto y el objeto mismo.
Sorprende también que este error en las previsiones se dé alrededor de cuestiones de suma importancia e interés social, donde se involucran grandes recursos de todo tipo (humanos y técnicos), y también en lugares con una extensa y excelente "tradición métrica".
La explicación que voy a ensayar a continuación de porqué esto sucede, no es producto de un estudio específico sino de una serie de observaciones sostenidas en el tiempo, y que en síntesis me hacen pensar que estas discrepancias entre lo que las encuestas y la realidad posterior nos dicen, se deben a cambios sociales estructurales de bastante larga data y profundización progresiva.
7 cambios estructurales
Aún a riesgo de caer en esquematizaciones o simplificaciones excesivas, para ser sintético señalaré 7 situaciones que dan marco al tema que nos ocupa.
Lo haré bajo la estructura de "antes y ahora", donde "antes" se refiere a cuando el modelo de centro-periferia reinaba en todos los rincones de la cultura sobre el modelo descentralizado y en red, que hoy es el marco estándar en múltiples ámbitos.
Si tuviera que fijar en el tiempo el punto de quiebre (que nunca es tal, ya que los grandísimos cambios culturales y sociales son graduales), siendo indulgentes con esta relativa arbitrariedad, lo pondría a comienzos de 1980.
Fue este el momento en el que se adoptó un protocolo, un grupo de reglas que definió cómo funcionaría Internet, y que sentó la base necesaria para hacerla accesible a todos .
Por supuesto habría otras fechas previas tan arbitrarias como esta, pero no dejaría de ser el mismo ejercicio que pretender señalar el momento exacto del final de nuestra niñez, por ejemplo.
Estas son en síntesis las 7 situaciones que crean el marco para que las encuestas tantas veces fallen:
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1- La tradición ejercía un efecto depresor del cambio: lo "que había" se quedaba más quieto y se medía más fácil.
2- Tenemos que cambiar a la velocidad del contexto, que vuela. Nuestra responsibidad hace que donde estábamos posiblemente ya no estemos.
3- Los flujos constantes de información nos pintan un contexto en cámara rápida, y nosotros vamos con él.
4- La verdad, la post-verdad, la para-verdad y la meta-verdad están en el salón de nuestra casa jugando a "quién es quién". Y se cambian los papeles antes que terminemos el juego.
5- Yo, y tú, y él somos cada día más yo y tú y él. Hoy soy más yo que nunca, y me parezco un poco menos a los demás.
6- Como le gustaría decir a Bauman: nuestro DNI es líquido. Todo el tiempo se nos actualiza la imagen del espejo. ¿Mi yo de hoy es idéntico a quien era ayer?
7- Opino para SER ahora; dentro de dos días, veremos...
Las encuestas parecen seguir atadas al contexto que aquí arriba identificamos como "antes".
No es que estén mal hechas, mal tomados los datos, sea fallido el corte ni defectuosa su estadística: es solo que aquello a lo que antes le sacábamos fotos, hoy se mueve tanto que necesitamos capturarlo en vídeo.
Da la sensación de que se nos han desactualizado los instrumentos de mensura, como si alguien acostumbrado a medir bloques de madera o de hielo, pretendiera seguir con las mismas herramientas y unidades de medición frente a un montículo de aserrín o una masa de agua.
Nos ha cambiado el objeto a mensurar, y debemos cambiar en consecuencia la forma de medirlo.