No creas en la comunicación
Creer en algo es la mejor forma de no entenderlo.
Cuando se pensaba que la lluvia, que los animales o que la enfermedad eran producto de la deidad de turno, era prácticamente nada lo que se sabía sobre el origen, la naturaleza o las causas de estas cosas: creer es lo opuesto a conocer.
Vincularnos a algo mediante la creencia es vincularnos a una imagen inconexa de ese algo, pero nunca a la cosa real; haciendo esto obstaculizamos nuestro conocimiento de forma estructural y permanente.
Con el transcurso del tiempo nuestro relacionamiento de fe con la realidad, lo que hace es amontonar una idea sobre otra en un equilibrio sumamente precario, como el que tendría una torre de sillas sobre el lomo de un toro: cero posibilidad de sentarse de forma segura y estable en la última silla... ("Dios no quiera" que al toro le pique la oreja)
Cuando pienso en la comunicación como saber, en la comunicación como conjunto de profesiones, me resulta evidente la cantidad de personas que se vinculan a ella mediante la creencia. Demasiadas personas con demasiada fe tienen algo que ver hoy con el ejercicio de la comunicación.
Existe lamentablemente demasiado esoterismo en los centros productores de comunicación, demasiadas torres de sillas que en cualquier momento se vienen abajo.
Prueba de esto es la enorme cantidad de magia alrededor de los conceptos de influencia, de credibilidad, de rol, de autoridad y de construcción de valor, por citar solo unas pocas cosas.
La comunicación es algo cognoscible, no algo creíble.
Malcolm Gladwell introdujo en su libro The Tipping Point la idea de que un evento, llegado un punto crítico, comienza a desarrollarse exponencialmente.
A partir de aquí se construyó una idea falaz de influencia (ante todo, sin siquiera definir qué se entiende por influencia), que a su vez permitió la creación de la monstruosidad del concepto de influencer.
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De nada sirvió que por ejemplo la sociología computacional y que sociólogos como Duncan Watts, realizaran experimentos sobre base científica para desmentir la creencia de que alguien, con muchos seguidores, al decir algo ese algo influyera de manera comprobable en decenas, cientos de miles o más.
De nada sirvió porque la enorme mayoría de quienes hablan de influencers no entienden las dinámicas involucradas en la influencia: solo creen en la magia que les resulta más conveniente.
Lo mismo sucede con la reputación, con la identidad, con el valor del contenido, con la vinculación, con la significación de lo que se comunica, con cómo opera el contexto y con un casi infinito etcétera.
Si nos dedicamos a la comunicación, ¿cuántos libros sobre semiótica hemos leído?
Si nos dedicamos a hablarle a una persona, ¿cuántos libros de psicología hemos abierto?
Si trabajamos como creativos, ¿cuántos estudios sobre creatividad e ideación hemos tocado?
Si nos dirigimos a grandes comunidades, ¿qué sabemos de sociología?
¿Hemos reflexionado o nos hemos interesado por las ciencias del comportamiento?
Estas preguntas no se proponen humillarnos ni disminuirnos en el caso de responderlas con un "pocos" o "ninguno" o "nunca"; van de hacernos comprender que tenemos la obligación de entender la comunicación, de saber comunicar.
Es muy liberador poder dejar de creer en algo que se puede comprender...