¿Por qué lo llaman delegar cuando deberían llamarlo confiar?
La delegación es un tema que no pasa de moda. Me alegra leer que cada vez más se considera un elemento clave en el futuro de las organizaciones. Por ejemplo, en el management 3.0 se profundiza en los distintos niveles de delegación, y se hace apología del uso de los “delegation boards” para aterrizar al máximo el concepto y facilitar su aplicación.
Pero mucho antes de eso, en un plano conceptual más alto, me apetecía recordar que siempre he creído que la base de la delegación, y también el tejido que compone las mejores empresas… es la confianza.
Ciertamente hay gente que no lleva muy bien lo de transferir sus funciones aunque sea por un breve espacio de tiempo. Pero a pesar de que ellos puedan pensar que estos males que les aquejan se deben a la complejidad de las responsabilidades que desempeñan, a su trascendencia, o a su cualidad de insustituibles, la realidad es que todo se reduce a una cuestión de confianza.
¿Por qué lo llamamos delegar cuando deberíamos llamarlo confiar? Mi teoría es que “confiar” es una palabra con tanto peso que resulta una carga difícil de gestionar. Es muchísimo más fácil reconocer que “no soy muy bueno delegando” a decir “no confío en mi gente”. Y ese el quid de la cuestión, la pregunta que todo manager debe hacerse inicialmente cuando no es capaz de delegar es “¿me cuesta confiar en la gente o es que mi gente no es de confianza?”. En el segundo caso, que si el análisis es bueno no debería ser muy común, quiere decir que hay una serie de medidas que se deben acometer con urgencia que la delegación. Sin personas de confianza un equipo nunca llegará a tener éxito.
Lo más normal es que el problema de fondo sea que nos cuesta confiar. Así que reconocerlo será el primer paso. No es algo que nos convierta en malas personas ni mucho menos, todos tenemos nuestros miedos, y detrás de la desconfianza simplemente hay eso: temores. Nuestra misión es analizar, con sinceridad y con profundidad, cual es el nuestro. Si nos quedamos en la superficie todos diremos lo mismo: “quiero asegurarme que el cliente no se vea perjudicado en mi ausencia” es decir, desconfío porque creo que soy un empleado altamente comprometido y los demás no estoy seguro que lo sean tanto. Esa es la solución fácil.
Delegar, confiar, es asumir que hay modos distintos al nuestro de hacer las cosas, que quizás haya alguien que pueda desempeñar mejor mi labor, que la falta de experiencia de mis subordinados sólo se cura con práctica, que errar es algo que puede suceder y que es humano, que soy prescindible (esta es dura) , que el modo de trabajo que me hace más eficientes no tiene por qué ser también el modo que hace más eficientes a los demás, que a veces una bajón temporal en los resultados en la mejor inversión para conseguir una mejora a largo plazo. Confiar no es desde luego pasar sólo las “mierdas” que nosotros ya estamos cansados de hacer, por ir adelantando algo de tiempo.
A mí lo que más me costaba (y me cuesta a veces), mi miedo, era asumir que las cosas se hicieran de un modo diferente, o, desde mi punto de vista, sin tanto cuidado por el detalle como lo hacía yo. Con el tiempo descubrí que inculcar un modo único de hacer las cosas produce un riesgo mayor, el del desapego del que asume tus funciones con el procedimiento definido de antemano. Porque cuando hago algo de un modo que me ha sido impuesto, si fallo, el fallo no estará en mí, sino en el procedimiento. Aprendí que es importante mostrar el modo en que tú haces las cosas a modo de ejemplo o guía, pero que delegar, es decir, confiar, significa que es el otro el que tiene la última palabra a la hora de decidir cómo hacerlo. Porque, aunque tengas una voz maligna que cuando falla te diga por dentro “¿lo ves?, ya lo sabía yo”, lo cierto es que aun habiendo errores, cuando alguien los comete a su manera, también después les resulta más fácil solucionarlo (y ponen más ahínco en hacerlo).
En resumen, esto de delegar es como enseñar a tus hijos a montar en bici. Debes asegurarte que les proporcionas un casco y demás protecciones, pero en algún momento debes soltar el sillín para que pedaleen solos… y si se caen, debes estar cerca para ayudarles a que se pongan en pie de nuevo, nunca prohibirles volver a intentarlo. Aunque te duela ver sus golpes, mucho más les duelen a ellos.
Ya sabes, es sencillo, analiza de donde procede tu desconfianza, donde se encuentra tu miedo, y combátelo del único modo que hay, haciéndole frente.
Delegar es confiar. Y cuando confías en tu entorno, tu entorno crece.
Artículo originalmente publicado en mi blog: enbuenacompania.com
Leadership development. Change facilitator | Helping people to expand their mindset limits
5 añosHola Jesús, totalmente de acuerdo! Me encuentro con este síndrome con frecuencia, la necesidad de control, y detrás está el miedo a que algo falle y te hagan responsable, o de que los otros no lo hagan 'tan bien' el trabajo como lo harías tú. Es un círculo vicioso que impide el desarrollo del equipo y estresa al afectad@. Abrazo!