¿Por qué nos enojamos?
“Así, los irascibles se encolerizan pronto, con quienes no deben, por motivos que no deben y más de lo que deben” (Aristóteles, Ética Nicomáquea,1126a14).
La ira es una emoción relacionada a situaciones frustrantes en la que la intensidad de ésta es grave y perjudicial, en cuanto al enojo este surge también por diversas razones y puede ser en cuanto a la intensidad, variable. Las razones del enojo son diversas generalmente, cuando la persona siente que algo que le corresponde le es quitado, y esto la deja vulnerable, o bien hay un desplome en la estima de la persona, sintiendo que no logra sus objetivos o que no tiene la mirada aprobatoria que requiere y que en su tierna infancia no tuvo por parte de sus padres o cuidadores, o el sentimiento de que sus necesidades no se toman en cuenta, son insatisfechas.
Enojarse en lo cotidiano, vivir enojado, se relaciona como una manera de aprendizaje, en la que en la infancia el niño vivió en un ambiente hostil y en el que continuamente había enojo y violencia y los problemas o diferencias se manejaban a través de este recurso, sin la posibilidad de ver otras perspectivas.
En las personalidades posesivas como en el caso de los celos, la persona cree que su pareja le pertenece, si su pareja manifiesta con palabras o con actos alguna preferencia por otra persona, el celoso(a) cree que su pareja lo puede abandonar, que otro es mejor que él, esto le origina gran incertidumbre y minusvalía y enojo.
El enojo también tiene que ver con ese resentimiento en contra de sí mismo, por no haber actuado o decidido a su favor y permitir que otro controle sus decisiones, algo así como hipotecar la autoestima, o darla en charola de plata a otros.
La ira genera un estrés devastador, ya que hay un proceso rumiante que se convierte en resentimiento que va en aumento ante otras situaciones, en la que la persona interpreta en su contra.
El enojo también tiene un aspecto positivo cuando no pasa de ciertos límites, y genera movimiento e impulsa a la persona a lograr sus metas, o a realizarse como mejor persona. Lo importante es saber poner un límite al enojo, es difícil establecer “”éste es el límite”, sin embargo, podemos pensar en ciertos parámetros que hacen que algo salga de lo ordinario, que sofoque la relación y que como resultado haga sentir a la persona con una carga de culpa, recurriendo incluso a la autoagresión en la que la persona se rinde ante un cierto evento y utiliza esa energía en su contra, lastimándose físicamente o incluso moralmente, creyendo que no es una buena persona y que merece ese trato.
Es muy importante reconocer que el enojo, así como la ira sólo te pertenecen a ti y hay que hacerse responsable de los sentimientos que uno tiene.
Uno de los problemas de la violencia generada por el enojo es que puede haber un daño físico irreparable como es el caso de las caídas, un mal golpe, problemas sociales como peleas en las que las personas pierden el control de sus actos, e incluso pueden llegar a tener un problema legal.
La ira reprimida causa un estrés exacerbado, hay un desgaste de energía y comunicación, algunos de estos indicadores son violencia verbal y no verbal, sarcasmo, descalificación, burla, control del dinero, autoritarismo y control de la sexualidad.
Hay algunas acciones que te pueden permitir controlar esa ira, por ejemplo, hacer un análisis de lo que te molesta, saber por qué te enfada, tomar un tiempo fuera de la situación, esto es utilizar alguna estrategia. Identificar la emoción, en que situaciones aparece y cuál es el camino que conduce hacia esa ira, una vez identificada cuidar de no lastimar a las personas que amas, recuerda que no hay eso de que las palabras se las lleva el viento, quedan y pueden causar resentimientos.
Es importante recurrir a un psicoanalista, psicólogo o a algún grupo de apoyo, para poder cambiar en lo posible aquello que hace daño, no te quedes en una situación en la que el enojo y la ira predominen en tu vida, hay posibilidades, cuando se quiere y se requiere de un cambio.
Sara Reznik Klein