Porqué redactar textos de productos me ha hecho un verdadero «cuñao».

A ver, no lleguemos a la literalidad de la frase, es una forma jocosa de decir la cantidad de información que te aporta la redacción de textos descriptivos de las características de un producto.

Por el título no penséis que es una crítica, ya que me encanta mi trabajo debido a lo ecléctico del mismo.

En un día puedes pasar de buscar información técnica de un limpiador de suelos a hacerlo sobre uno de cara, y aunque los dos sean para limpiar estaremos de acuerdo en que son muy diferentes.

Ahí es donde viene la parte del «cuñao».

Creo que no es necesario la explicación de ese término acuñado a las personas dentro de los diferentes grupos sociales.

Aunque siga habiendo empresas que se limitan a copiar y pegar los textos escritos por el fabricante del producto, cada vez más compañías son conscientes del aporte que se consigue al proporcionar descripciones únicas, con las que crear mayor autoridad de cara al SEO.

Imagina la cantidad búsqueda de información que se necesita para poder proporcionar ese enganche al producto sin salir de las características, bonanzas y necesidades de lo que tienes que presentar.

Pues a todo eso añade que la mayoría de las personas que conoces no están relacionadas con este mundo, y piensan que lo que haces es:

Escribir.

Así, sin más, un vómito de palabras que parece que no llega a ningún lado, sin ningún sentido, ni un por qué.

En mi educación siempre ha primado el no hablar de algo que no sé. Mis padres me decían que era la mejor forma de no meter la pata y poder quedar en evidencia. Que escuchase y aprendiese de las personas que tienen el conocimiento y que después indagase a ver si era correcto y lo contrastase con otras opiniones.

Pero llegados ciertos momentos con amistades entra una conversación en la que puedo meter baza. Pongamos por ejemplo el fin de uso de las mascarillas y escuchas «afirmaciones» erróneas sobre las cualidades de unas y otras.

Sí, después de un año largo siguen existiendo personas que desconocen las propiedades de los diferentes tipos. En tu turno de palabra, argumentas la explicación y lo acompañas con los textos que has escrito y sobre los que te has tenido que documentar para aportar luz. Hasta ahí todo bien.

Se sigue hablando de temas banales y en entornos laborales la gente entra y sale y las conversaciones cambian, llega otro grupo y se habla de piscinas, que si la sal, el césped y el resto de productos a utilizar.

Si por cualquier motivo tienes conocimiento porque has necesitado adquirir información pues también puedes introducirte en esa conversación. Ahí es cuando algún rezagado de la anterior comienza a pensar que este es un «cuñao».

Por darle una vuelta de tuerca, imaginemos que llega una tercera conversación con otro registro diferente. Pongamos por ejemplo «agua micelar» (un producto del que me he tenido que informar MUCHO esta semana, ya que quien lo compra seguro que tiene más experiencia con él que yo conocimiento previo).

Pues si por una remota casualidad están la o las mismas personas que en las anteriores seguro que piensan:

«apaga» con el cuñao.

Está claro que todo esto es una situación hipotética, que son pensamientos o entornos ficticios que incluso nunca se llegarán a dar.

Lo único que es cierto es que la variedad de artículos que un redactor de descripciones consigue realizar es tan dispar, que si no mantenemos la boca cerrada para muchos seremos eso.

«El típico cuñao», vamos, un «typical brother in law» en toda regla.

Sé que esto no aportará nada más que un tiempo de relax a quien lo lea, pero no todo tiene que ser trabajar.

Hagamos acopio de ese refrán que dice que: «en boca cerrada no entran moscas».

Os puedo adelantar que la próxima semana llegará un texto informativo sobre redacción, mientras llega: