¿Porque no caen las bolsas?
El mercado es un desastre; no hay flujo de efectivo.
La competencia por la cantidad limitada de circulante, puede -y de hecho lo hace-, volver unos maniáticos a los inversionistas en la búsqueda del acaparamiento del dinero, pero. ¿Y si no hay dinero circulando? La crisis económica a causa de la pandemia por el COVID-19, es mucho mayor a la crisis mundial del 2008 por la debacle del mercado hipotecario que se inició en Estados Unidos desde el 2006. ¿Qué es diferente ahora? El mundo de los negocios –grandes o pequeños-, impone a los empresarios una condición ineludible: “Estar dispuesto a combatir, hasta ganar o morir”. El sistema laboral y de negocios es el recipiente mundial de casi todas las aspiraciones humanas, de ahí que signifique también la causa de casi todas las frustraciones de la humanidad. Sin la ambición por el predominio materialista no habría guerras por la supremacía económica, y solo existiría la Fe entre el hombre y “ese poder de razonamiento superior e ilimitado que se revela en el universo incomprensible” Albert Einstein.
En mi opinión -conste que no soy economista-, en 2008 el mercado accionario colapso, no por la falta de efectivo circulante, sino por la especulación desmedida de los que empezaron a vender sus acciones. Cuando yo era estudiante de secundaria, el profesor Luis Guerrero, -mi mejor maestro-, cuando cobraba su cheque, llegaba al salón y estrellaba los billetes en el pizarrón diciendo “todos los grandes males mundiales se deben al dinero” En ese entonces no me imaginaba que pudieran suceder tantas cosas malas por eso.
Pertenezco a la generación BabyBoomer.
Soy un mexicano de 70 años, casado con tres hijos. Nací y crecí en CD. Obregón, Sonora, hijo mayor de padres muy humildes que con miles de sacrificios solamente me pudieron sostener la educación hasta tercero de secundaria. Desde los 15 años empecé a trabajar como empacador en un supermercado donde gracias a mi buen desempeño, fui recomendado por el gerente para ocupar un puesto vacante como analista de costos y auxiliar de inventarios. La prueba que me aplicó el encargado consistió solamente en verificar que tuviera buena letra y supiera utilizar la calculadora, el trabajo no requería más que inteligencia y mucha dedicación, cualidades que después pude comprobar, eran lo que a mí me sobraba.
Con un imperioso afán por progresar, y habiéndome ganado la estima de todos los compañeros y jefes en las oficinas principales de la cadena de supermercados, me enviaron a un curso para capacitarme como programador de computadoras, cuando apenas se conocían. Por invitación de un amigo, transcurridos dos años y contando con la más amplia recomendación del Lic. Pedro Zaragoza, dueño de la cadena de supermercados, entré a trabajar al Banco Ganadero y Agrícola, con tan buena suerte que me dieron el puesto de auxiliar del jefe del departamento de cartera (elaboración de pagarés), y no el de mensajero que ocupaban invariablemente todos los empleados de nuevo ingreso. Mi jefe inmediato se convirtió en el mejor amigo que he tenido y gracias a él, siempre estuve siguiéndole la huella. Lo promocionaban a otro puesto mejor y yo ocupaba el que dejaba vacante. Así nos mantuvimos por varios años, contando con la gran estima y toda la confianza del gerente del banco, Don Roberto Ruiz, a quien llegamos a considerar como el segundo padre para ambos. Cuando mi amigo fue enviado como subgerente a Guaymas, una ciudad de aproximadamente 150,000 habitantes y a unos 120 kms., al norte de CD. Obregón, como siempre a mí me dieron su puesto de sub-contador y fue entonces cuando decidí casarme.
Buscar la excelencia en los negocios apoyados únicamente en la capacidad para generar riqueza, lleva el riesgo de desperdiciar muchos años de vida, envueltos en una burbuja de ficción que siempre termina reventándose. En el camino podemos acumular sin darnos cuenta, una carga angustiosa de inseguridad, que termina por frustrar los últimos años de nuestra existencia, al descubrir que el dinero no sirvió para proporcionarnos la felicidad verdadera. No nos sorprendamos cuando la realidad actual nos apremie y haga que exploten, las burbujas de activos que representen las acciones.
RAMON MURRIETA ESQUIVEL Junio del 2020