Prácticas de empresa en Datarmony
Maggie Lin Photography / Heatwave/ Flickr (cc)

Prácticas de empresa en Datarmony

En Datarmony estamos muy comprometidos con la capacitación en materia de análisis y activación de los datos. Desde el primer día firmamos convenios con centros de formación profesional para posibilitar la realización de prácticas en la empresa, y participamos en actividades de orientación en dichos centros.

Durante el tiempo en el que los alumnos están con nosotros realizando las prácticas (aproximadamente tres meses) ponemos en marcha un programa para desarrollar sus capacidades tanto a nivel técnico, como humano. Los siguientes párrafos resumen las etapas por las que pasan los alumnos en prácticas (y nosotros como formadores). Es importante advertir que en el momento de hacer las prácticas en Datarmony estas fases se pueden haber alterado en cierta medida, puesto que el proceso está en evolución.

Fase 1: llegada y adaptación

Hay muchas maneras de contar las cosas. Podemos ponernos serios, y hacer un relato más o menos exhaustivo, en un tono distante, o podemos intentar transmitir la realidad de una situación desde el punto de vista de quienes la viven, con sus luces y sus sombras, su orden y su desorden. En este caso, preferimos la segunda opción porque es, a nuestro juicio, más sincera.

La fase de adaptación, que dura entre una y dos semanas, suele ser la más caótica. Los alumnos aterrizan en una empresa de la que no saben prácticamente nada, y nosotros tenemos que empezar a trabajar con gente de la no sabemos nada, más allá del currículum formativo y, con suerte, la reseña de su jefe de estudios.

Existe un plan formativo genérico previamente establecido para la gente que llega (tanto en prácticas como bajo contrato), común para todos. La idea es poner en marcha ese plan tan pronto como crucen la puerta de entrada. 

Al mismo tiempo, los alumnos empiezan a participar en reuniones de equipo, como oyentes, para iniciar el proceso de familiarización con los problemas diarios a los que nos enfrentamos en el desarrollo de proyectos.

Durante los pocos días que dura esa formación genérica (todos deben obtener el GAIQ, y familiarizarse con GTM), los responsables en Datarmony de estos alumnos (y créanme cuando decimos que es una responsabilidad enorme), tenemos algo de tiempo para ir conociendo a cada uno, y hacer hipótesis sobre su perfil. 

En los primeros días, de nada sirve tener una entrevista con el alumno para preguntarle qué es lo que le gustaría hacer en la empresa durante las prácticas, porque no tendrá ni idea… No conoce lo suficiente el campo en el que se ha metido.

Cuando la formación genérica se termina (normalmente los alumnos la trabajan por su cuenta, y nosotros los acompañamos en caso de dudas), empiezan las dificultades de esta fase. La situación suele ser más o menos así (imaginaros un chat corporativo):

  • Hola. Ya he terminado el plan formativo básico. Ya tengo el GAIQ y he visto con Vicente las bases de GTM. He aprobado los ejercicios… ¿Qué hago ahora?
  • Vale. Ok. Enhorabuena. Hummm. Dame un sec y te digo.
  • Ok. Mientras tanto voy a mirar X
  • Perfecto

Tened en cuenta que durante la primera semana los alumnos aún no han sido asignados a ningún equipo de trabajo, porque no los conocemos lo suficiente como para determinar dónde encajan mejor. Por lo tanto, no podemos acudir a un responsable de equipo y averiguar si  tiene algo para esa persona.

Ahora es cuando debemos buscar pistas, y preguntarles si durante los  días que llevan de oyentes, han visto u oído algo que les llamara la atención. Con esa información, que no suele ser mucha, más las necesidades reales que tenemos en la empresa en materia de recursos humanos, empezamos tímidamente a vislumbrar dónde y en qué se desempeñará mejor el alumno. Aunque no siempre es así al final de las prácticas, actuamos como si se fuesen a quedar con nosotros.

En este interregno, es común que a los alumnos no se les pida nada, y no sepan qué hacer durante el día, y que luego se les asignen pequeñas tareas sin orden ni concierto, de distintos ámbitos.

Evidentemente, en Datarmony tomamos nota de todo esto y trabajamos para que esa situación se acorte lo más posible.

Fase 2: planteamiento e inicio de un plan formativo personalizado

Con las pistas que se recopilan desde su entrada, y teniendo en cuenta donde nos hacen falta manos, planteamos un plan formativo personalizado para cada alumno. Dicho plan consta de elementos comunes (profundización en gestores de tags, SQL, etc…), y de materias determinadas que tienden a coincidir con los intereses del alumno, y nuestras necesidades. 

Es necesario advertir que vamos a contrarreloj (las prácticas duran tres meses), por lo que es posible que las hipótesis de encaje deban revisarse y adaptarse (si actuamos con tiempo).

En esta fase, a cada alumno se le asignan mentores especializados en los temas en los que el alumno debe formarse. Esos mentores son los  encargados de guiarlos en sus estudios, y de ayudarles en el desarrollo de las tareas que se les asignen en la etapa siguiente.

Fase 3: asignación a equipos de trabajo

Idealmente, los alumnos se asignan a un equipo de trabajo concreto como tarde un par de semanas tras su llegada. Idealmente.

Una vez asignados, y con el plan formativo bajo el brazo, el caos de los primeros días empieza, o debería empezar, a remitir. Al formar parte de un grupo de personas que tiene un responsable, y proyectos definidos, es más sencillo darles tareas concretas.

Dichas tareas, simples al principio, están relacionadas con el plan formativo diseñado para ellos. Es aquí cuando los alumnos deben empezar a gestionar su tiempo laboral: una parte para realizar los cursos propuestos, otra parte para realizar las tareas que se les encomiendan. La mezcla entre teoría y práctica es la base del aprendizaje.

Fase 4: confianza

En realidad, la confianza, más que una fase, es un proceso. Este proceso se inicia desde que los alumnos llegan a la empresa, pero se hace evidente cuando empiezan a trabajar en equipo, y tienen que asumir tareas concretas.

La confianza tiene al menos tres direcciones. De los alumnos hacia ellos mismos, de los alumnos hacia nosotros, y de nosotros hacia ellos.

La inseguridad inicial con la que los alumnos encaran las tareas que se les asignan es perfectamente normal. Están empezando, y tienen miedo de no hacerlo bien, incluso de “romper algo”. La manera en la que una persona gestiona su autoconfianza dice mucho de ella. Y nosotros, como formadores, debemos trabajar con ellos para asegurarnos de que vayan adquiriendo la capacidad de fiarse de ellos mismos. Aquí, la labor de los mentores es esencial.

Ese trabajo, en paralelo, debe servir para que los alumnos adquieran confianza hacia nosotros. No debemos dar por hecho que la tienen de fábrica. Aún no nos conocen, ni como personas, ni como empresa. Para que un equipo de trabajo funcione, los integrantes del equipo deben confiar entre ellos. Si somos sinceros en todo momento con ellos, si sabemos escucharlos, si les brindamos apoyo en el proceso (su futuro profesional depende en gran medida de él), seguramente confiarán en nosotros y la comunicación será más fluida.

Finalmente, queda la confianza de nosotros hacia ellos. Paradójicamente, es la más compleja. A todos nos cuesta salir de la zona de confort, y asignarle una tarea a un alumno en prácticas supone en la mayoría de los casos salirse varios metros del perímetro. Todos los responsables de equipo, todos los gestores de proyecto, se sienten más seguros pidiéndole algo a un senior que a un junior. Normal.

Pero si no somos capaces de seleccionar cuidadosamente las tareas que podemos asignarles (aquellas que puedan tener un impacto mínimo al principio, o que no sean urgentes, o que puedan ser desarrolladas en paralelo por otro miembro con más experiencia), no les asignaremos nada. Y si no les asignamos nada, ellos no aprenden, no ganan confianza, y nosotros tampoco. Es una pescadilla que se muerde la cola, una situación tóxica que suele tener mal pronóstico.

Para evitar esta situación, en Datarmony también trabajamos con los miembros de los equipos titulares para desarrollar esta capacidad concreta: atreverse a asignar tareas y comprometerse con el desarrollo de los alumnos que hacen prácticas con nosotros. En otras palabras, nosotros también trabajamos en el desarrollo de nuestras habilidades formativas.

Fase 5: evaluación

Finalmente, al final del período de prácticas, nos sentamos todos los que hemos interactuado con los alumnos (responsables, directores de proyecto, compañeros de equipo…) y evaluamos tanto a los alumnos como al proceso.

En la evaluación final determinamos en qué medida los alumnos han adquirido las competencias en las que se han formado, cómo han desarrollado las tareas que se les han asignado, y su potencial.

La evaluación no sólo es una dirección. Los alumnos también valoran el proceso, y a sus mentores. De esta forma detectamos aquellos puntos en los que es necesario mejorar.

Al final de estas fases, estamos seguros de que tanto los alumnos como los responsables y mentores han crecido como personas y profesionales. Para nosotros es un honor contar con alumnos que confíen en nosotros para hacer sus prácticas, y esperamos contribuir positivamente en sus carreras.

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