Prólogo
SENTIRES, de Félix María Mothe, es la palabra exacta que define el sentido de la poesía que el autor nos deja en sus largos poemas de cortos versos, que parecieran río que se bifurca en meandros, tan capaz de hacer temblar cuanta alma afín le salga al paso. Y a salirle al encuentro, vamos.
Acercarse a estas aguas líricas de SENTIRES es conocer el alma pura y diáfana de su autor, que conjuga verbos que cobran acción con solo leerlos: amar, vivir, morir... Sentir, en definitiva. Son todos estos sentimientos los que inspiran a cualquier poeta como ser que se nutre de experiencia, pero de forma inesperada, los hallamos en este libro más profundamente descubiertos, como venas abiertas al aire, a través de la sencillez de sus proclamas; porque a menudo, el autor habla consigo mismo y ese flujo suyo de pensamientos se queda a dormir en la sencilla cadencia de sus versificaciones, como si nos relatara su sufrimiento en oración con el Divino o sus alegrías más vívidas.
No precisa Félix M. Mothe de artificios literarios poéticos y cuando lo hace, lo borda con sencillez espartana; y no precisa de la rima para que la lírica vibre en su lectura, pues nos lleva hasta sus recónditas reflexiones sobre el sentido de la vida y de la muerte, cuyo único yugo es el sufrimiento del amor universal, que va y viene en estos versos que conforman sus “poemas-río”.
Nutrido el poeta de su vital caudal a lo largo de la última década, ha desarrollado una poesía que debió comenzar como única vía de escape a los problemas que la vida nos arroja. Leyendo a otros poetas, un joven Félix que los admiraba en las redes sociales donde se prodigaba, también encontró su propia forma de expresión verbal. Siempre me fascinó esta capacidad suya de decir tanto en tan pocas palabras y servidora, que ha seguido su trayectoria durante estos años, sabe que sus únicas influencias son las que le brotan del gran corazón que tiene y que saca a tomar el sol con cautela para brindarnos todos los colores de su "ser interior", su "humanidad" y su "fe y espiritualidad" como regalo.
Decidir publicar un recopilatorio de sus poemas es sin duda una de los grandes retos que se le han presentado y admiro este valor porque lo fortalecerá como poeta para seguir escribiendo. Su criatura, este libro, con sus angelicales sentires también torna en rabia e impotencia -la misma que nos permite sacar las penas de la vida y sus angustias- demostrando así que la dualidad es inherente a la creatividad más allá del proceso que exorciza los "demonios" que pudieran atormentarnos.
El autor lo logra en este su primer trabajo. Han sido años de escritura, amor, dolor, alegría y tristezas, pero él los ha sabido llevar por el camino de la conformidad, a veces orando para sí mismo, otras, implorando a su fe divina y siempre, apelando a esa voz que parece dirigirse a quien está al otro lado del poema con tanta naturalidad como si lo tuviera enfrente.
Decir, por último, que las lecturas juveniles de los grandes poetas que pudieron haberlo marcado a la hora de escribir (Neruda o Benedetti) no aparecen como influencias y por tanto, más genuina resulta ser su "poesía-narrativa", que así yo la siento por su profundidad; algo así como una suerte de magia que no logra cualquier poeta de la nueva poesía moderna, donde la métrica y la rima no son esencia primordial para alcanzar el lirismo donde poder atesorar los más enigmáticos sentires a los que nos aboca la existencia vital.
Purificación Ávila López, escritora. Bilbao, a 31 de agosto de 2017
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7 añosGracias, adriana Astudillo de adriana Astudillo de Fruttero
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