Próximas Tendencias en los Estudios de Género: Reflexiones Personales

Próximas Tendencias en los Estudios de Género: Reflexiones Personales


Para empezar, declaro abiertamente mi manía por especificar el mundo hasta sus fracciones más pequeñas. También aclaro lo consciente que soy de que el infinito del universo se representa en direcciones magistrales. En este caso, buscaré dar claridad a las que creo serán las próximas tendencias evaluativas a nivel de los estudios de género de las nuevas generaciones.

Dentro de lo que me cataloga, soy un adulto homosexual que siempre ha sido admirador de los conceptos culturales que atraviesan las definiciones de lo masculino. Estas definiciones se han visto debatidas desde unos sectores, a preferir optar por nuevas definiciones y explorar en lo que la aleatoriedad del ser humano pueda entrar a describir dentro de su margen; y por el otro, a desapegarnos de conexiones biológicas que se pensaban como únicos puentes entre el género y el sexo.

De esta manera, las construcciones de género empiezan a fluir con más argumentos definidos entre los sexos, habilitando una amplia percepción sobre todas estas variables y sobre los gustos que podamos sentir entre nosotros mientras transmutamos los gustos tradicionales que socialmente abarcamos.

Abrimos los ojos en un debate muy específico, producido entre las personas trans en el momento de ayudar a definir a alguien que guste de sus cuerpos transicionados entre estos géneros. Para este punto, un hombre que se enamore de una persona trans-femenina queda con el debate político de argumentar por qué esto no lo hace una persona homosexual o gay, ni siquiera ser catalogado como bisexual. ¡Vaya quilombo se le armó a los heteros! Y lo peor del asunto es que estoy de acuerdo, al menos desde mi apreciación: no son heterosexuales.

Vayamos primero a la etimología de hetero, homo, bi o asexual. Desde lo básico, los sufijos están atados a la coincidencia o diferencia entre los genitales que están presentes en los involucrados, definiéndolos como: diferente, igual o ambos dentro del gusto hacia el área sexual: pene más pene, homosexual; pene más vagina, heterosexual; vagina más vagina, homosexual… Ya la fluidez entre estos gustos define la bisexualidad, y el alejamiento de las conductas sexuales responde al asexualismo.

Ahora hagamos un enfoque hacia el género de estas interacciones sexuales. Si la conexión entre el género y el sexo coincide en el cisgenerismo, las personas continuarían con su prefijo hacia el género, describiendo así a los homogéneros, heterogéneros y bigenerismo. Es fácil continuar, así, con la tradicional identidad de género que abarca la orientación sexual junto a la de género.

Pero lo tradicional de esta divergencia social que nos caracteriza mueve la lupa para establecer vínculos lexicales cuando, en los antónimos, nos lleva a analizar estas conexiones sexuales teniendo en cuenta las personas transgénero. Personas cuya identidad se construye por fuera de los umbrales que dejan las definiciones entre lo masculino y lo femenino, personas cuya identidad pasa al lado opuesto de lo que socialmente les define desde sus características sexuales primarias.

Así, una mujer que se siente atraída dentro de los espectros que definen la masculinidad, pero sexualmente le es indiferente su relación con los genitales, entraría en la definición de heterogénero y bisexual; a diferencia mía que construyo mi identidad en el gusto y coincidencia de lo masculino asociado a su pene. O como otras personas que necesariamente se sienten atraídas hacia las personas transitadas en el género. Así, un heterogénero podría defender más a gusto sus coincidencias personales, hacia lo que percibimos como masculino y femenino, sin importar las definiciones hacia lo sexualmente participativo.

Ahora movamos la lupa hacia lo romántico. Dentro de todas estas posibles conexiones entre personas, ahora, hay que delimitar y admitir que, por un lado, está el gusto desde lo sexual hacia los sexos y géneros determinados; y por el otro, está el acercamiento que puedo tener desde lo romántico y no, no necesariamente coinciden los unos y los otros. Desde lo sexual podemos entrar en cercanías con los diferentes sexos e identidades, pero desde lo romántico la cosa cambia por muchos factores. Puedo verme atraído desde lo sexual -en lo referente al sexo y género- hacia diferentes sectores de la población, pero verme habitado emocionalmente hacia parámetros o definiciones más específicas; o, en el caso de los asexuales, no sentir atracción sexual hacia el otro, pero sí establecer vínculos afectivos teniendo en cuenta los otros factores identitarios por fuera del sexo.

Encaminar nuestras filosofías a entender todas las individualidades nos conecta a evolucionar desde estas a culturas más entendidas y diversas, lo que garantiza poder entender y actuar desde lo que conozco en mí hacia un universo social que te muestra tanta diversidad como maneras de entrelazarse.

Por último, debemos garantizar el valor de lo dinámico. Si las definiciones son amplias y las variables infinitas, pensar en que somos sujetos estáticos nos condena a una vida lineal en el actuar y el sentir; sin embargo, si aceptamos que, a pesar de una definición específica, ésta puede transmutar en el tiempo, podemos dejar abierto el campo a la experiencia espontánea, a lo diverso y a la permanente transitoriedad de la naturaleza del ser humano.

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