Primero casado. Después soltero.

No, no me he divorciado.

Pero estoy muy seguro de que así se debe sentir, multiplicado por el no poder decir a tu ex-pareja lo que te da vueltas en el estómago.

Si algo estoy, es muy bien casado. Y aunque la oración anterior suena divertida y cursi, significa básicamente que eres amigo/a de tu pareja, compartes los mismos valores, disfrutas su compañía y la respetas como persona y profesional. Al menos eso significa para nosotros —cada pareja es diferente y hace mucho dejé de ser exigido por mi psiquis en la idea de que lo mejor para mí es también lo mejor para los demás. Cada persona es un mundo y tiene necesidades diferentes.

Este no es un escrito para pedir disculpas, tampoco.

Es una reflexión que hago al encontrarme solo y lejos, después de 10 años de matrimonio, mi familia en Ecuador y yo en Barcelona. Cuando uno se casa tan joven como nosotros y tiene la suerte de no haberse equivocado en su elección de pareja, hacerse adicto a ciertas costumbres es inevitable. Nuestro cerebro es naturalmente perezoso y cuando encuentra la comodidad entra en un estado de somnolencia duro de romper.

Pero cuando te encuentras haciendo equilibrio sobre la cuerda floja a 30 metros de altura, todos tus años de experiencia como equilibrista te dan esa comodidad que brinda la experiencia... hasta que notas con un ligero vistazo que la red de seguridad ha sido retirada en un audaz acto de espectáculo y avaricia del dueño del circo.

Una década pasa volando, y las noticias de veinteañeros deambulando por el mundo estudiando másters te llega amortiguada cuando tienes dos niños pequeños en casa que necesitan atención y amor. Los estudios pueden hacerse hasta los 90, pero la niñez de los hijos se va para siempre.

Ying-Yang, karma, causa-efecto. No hay acción en el universo que no esté interconectada, ni acción (o inacción) sin consecuencias. Así, en neutro, consecuencias: ni buenas ni malas.

Como buenos seres humanos que somos, no nos alegramos cuando tenemos algo bueno, sino cuando comparamos lo que tenemos con lo que tienen los demás. Esto es tan cierto en la crianza de niños como en cualquier otro ámbito. No es sino cuando miras a un mozalbete ya crecido haciendo el trabajo de sus padres 20 veces más difícil que aprecias el poder comentar con los tuyos 'lo mala que estuvo la última trilogía de Star Wars', riendo con tu mujer de lo duro que fueron los primeros 5 años en los que la pugna de poder entre humanitos y humanotes no quedaba todavía zanjada.

Es entonces cuando decides que los planetas se han alineado y el mar está ya lo suficientemente calmado, y que es ahora o nunca; ¡a embarcarse en un galeón y a circunnavegar el mundo en busca de una nueva ruta de las especias! Tal vez te encuentres con un continente lleno de oro.

Pero entonces la ley de la entropía entra en efecto y tus planes son barridos por el aleteo de una mariposa; o el aleteo de un murciélago en algún mercado de Wuhan, China.

Encerrado y solo, frente al debate de morir de hambre o aprender a cocinar, malacostumbrado por todos aquellos años de tortas, galletas, bizcochos y otras muchas delicias de sal, provistas por tu pareja en su esfuerzo y necesidad de practicar lo aprendido en su carrera culinaria. Estoy seguro que el primer 'chef' de la historia se hizo a si mismo en alguna comunidad humana hace miles de años, harto del mismo venado hervido insípido de todos los días.

Y es así como crecemos como personas. ¡Que sutilmente importante y poco apreciada es la capacidad de cansarnos del status-quo! Es como interés compuestos para nuestras ambiciones; pequeños cambios que se acumulan después de los años. Por supuesto, mientras estén bien enfocados, pueden obrar maravillas. También hay que saber que uno puede hacerse experto en el juego 'solitario', y que la utilidad de esta habilidad será la que cada uno pueda inventarse. Esto no significa que toda habilidad que a primera vista aparenta ser 'absurda' o 'inútil', lo sea. Y que bueno, porque si este sentido de lógica pura primara, no tendríamos museos que visitar, películas que mirar ni música que escuchar. Nos quedaríamos sin alma... pero ya estoy divagando. ¿O no?

Un supuestamente estéril Máster en Finanzas, lleno de números, ecuaciones y reglas y que a primera vista es igual en todas partes, tiene más arte que ciencia... una vez uno domina los números y las ecuaciones. La ciencia es una condición sine qua non del arte. Y creo que lo anterior aplica a la mayoría de argumentos modernos. Como decía Harlan Ellison, "Usted no tiene derecho a su opinión, tiene derecho a su opinión informada. Nadie tiene derecho a ser ignorante". Precisamente es lo que me incomoda con muchas obras de arte moderno; no significan nada, no tienen mayor práctica o experiencia, pero se debe catalogar como obra maestra solo por 'ser'. ¿Qué diría Da Vinci?

Siempre me impresiono de lo mucho que puede caber en la mente, pero también de lo duro que es entender conceptos básicos y obvios cuando uno los encuentra por primera vez. Pero que agradable es el valle de calma posterior a la tempestad de la ignorancia, cuando los conocimientos se sienten cimentados y uno puede empezar a debatir con argumentos, no sólo opiniones. Empieza uno a apreciar el previamente "estéril" arte de, por ejemplo, la valoración de una empresa, M&A, la previsión de ciclos económicos y el verdadero entendimiento de la naturaleza humana. ¿Por qué es que un profesor que se auto-categoriza como perezoso, ganó el premio Nóbel de economía? El profesor de la Escuela de negocios Booth en Chicago, Richard Thaler, dio la vuelta al círculo y descubrió que el consumidor no es racional, pues si no, no existirían empresas como Louis Vuitton y Ferrari. ¡Descubrió que el ser humano no es racional! ¿No lo sabíamos ya, acaso, por experiencia propia? Hizo falta un PhD y la entera carrera de un individuo para descubrir algo que ya sabíamos. Pero eso precisamente es arte. Antes de Richard Thaler (de quien me considero un fan), la creencia común era que el ser humano está motivado exclusivamente por la variación en los precios: oferta y demanda ligados en una hermosa ecuación.

La incomodidad y el dolor son parte del proceso. Significa que nos estamos esforzando; que estamos saliendo de nuestra zona de confort. Por favor, leer el libro 'Range' de David Epstein, en donde trata a profundidad este y otros temas; precisamente el tipo de libro que hace que uno quiera incomodarse, y que te agrade hacerlo.

La vida es una maratón, no un sprint. Quien lo haya dicho es alguien muy sabio. Hoy estoy solo, sin una clara visión del futuro. Casi como si volviera a estar soltero, aparte del anillo. Me incomoda mucho; muchísimo. Mi memoria olfativa despierta con esencias de canela y chocolate de tanto en tanto, sin una proyección futura próxima de obtener tan frescos manjares. Pero poco a poco, día a día, mejoro. No hay experiencia que se desperdicie ni aprendizaje que esté de más.

Gracias a todas las personas que están ahí para mí, enseñándome a cocinar, a ser paciente, o a corregir errores infantiles en la hoja de Balance y P&L. No hay mucho que pueda hacer para expresar mi gratitud, excepto que sepan que en mí tienen a alguien dispuesto a devolver el tiempo cuando lo necesiten... con interés compuesto.