LA PAREJA EN LA ADULTEZ
Una vez cumplido el sueño, el mandato familiar social o el deseo de formar una pareja que luego se convertirá en familia, comenzamos el trabajo de cuidar y sostenerla.
Seguramente cada persona tiene su modalidad de transcurrir esos años, consensuar la educación de los hijos, las vacaciones, el tiempo dedicado al trabajo y todas las cuestiones cotidianas.
Tal vez..........
Un día esa etapa de pareja termina, por decisión, por fallecimiento y nos encontramos con una edad, un cuerpo, con miradas y conceptos distintos. ¿Cómo es esta nueva forma de transcurrir?
Voy adaptandome, aprendiendo de pares que están en una situación similar, leyendo desde libros sobre la edad adulta hasta revistas de autoayuda. Terapia, grupos de teatro, coro y cine debates son posibles creadores de respuestas.
¿Y si quiero compartir en pareja? ¿Cómo se manejan los tiempos? Tiempos de cafés, de conocer distintos estilos, tiempos sexuales. No quiero hacer el ridículo pero no se como se arma un vínculo, no se que se proyecta a esta edad, con los hábitos que cada uno tiene y que no los armamos en conjunto con una convivencia de años.
Cuánto para aprender!!
Las formas de conocer personas parecen haber avanzado siglos. Tengo que aprender códigos nuevos y formas desconocidas. El temor a estar inadecuada me invade ,amigas que me explican que las relaciones a esta edad son distintas. ¿Quién me enseña? ¿Acaso no existe un curso o seminario, jornada o diagrama que enseñe a vivir después de los 50?
Hombres y mujeres copiando modelos, averiguando con pares, no es una cuestión de sexo. Para ambos es una nueva etapa minuciosamente artesanal.
Ayyy era tan conocida en mi vida anterior! Tal vez no era feliz pero sabía como moverme, no tenía tantas incertidumbres, tantas dudas. Pero por elección o no éste es mi presente.
La realidad es que tengo que re armarme, mirarme, ver que quiero y aprender a mirar al otro, a conocerlo, a aceptarlo. Es una persona nueva, no la conozco, no se de sus proyectos ni de sus mañas. Yo tampoco me reconozco, también tengo que conocerme.
El miedo a la soledad eterna me visitará de vez en cuando, las salidas aburridas también como así aquellas que me harán creer que me enamoré.
La escucha activa es nuestra gran aliada, me escucho, lo escucho. No me conozco ni lo conozco. Escucho las palabras, escucho las acciones y escucho los sentimientos.
Así comienza mi nueva etapa vital en lo vincular, escuchando por sobre todo mis visceras. Lo más profundo en mí.
Clr. Andrea Tarrab