¿Qué pide Hamas?
El modelo de protección que ha adoptado Hamas, tras el inicio de la Operación Espadas de Acero de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), pivota sobre dos circunstancias.
La primera son los túneles que recorren Gaza y que las FDI están destruyendo.
La segunda son los israelíes que fueron secuestrados durante la incursión de Hamas en el sur y en el centro de Israel, de los cuales 134 permanecen bajo su control y se encuentran repartidos en localizaciones separadas dentro de aquel inframundo telúrico.
Durante noviembre y diciembre de 2023, Israel había conseguido que otros 80 fueran liberados por Hamas -la mayoría, mujeres y niños- a cambio de la entrega de prisioneros palestinos condenados por terrorismo y, en febrero de 2024, otros dos fueran rescatados con éxito por las FDI.
Esa puesta en libertad inicial tuvo mucho que ver con el coste internacional que para Hamas tenía mantener retenidos a un número tan grande de mujeres y de niños, después de las salvajadas que sus militantes habían cometido contra la población israelí, especialmente, las mujeres, el 7 de octubre de 2023.
Aquella negociación entre Israel y Hamas, a través de terceros, se suspendió, dado que el grupo terrorista incumplió lo pactado y obligó, por ello, a las FDI a continuar con el despliegue de Espadas de Acero que las llevó a controlar Khan Yunis – principal ciudad del sur gazatí- y a llegar hasta las puertas de Rafah, ciudad fronteriza entre la Franja y Egipto.
Los contactos entre Israel, intermediarios internacionales y los representantes de Hamas se recuperaron en febrero de 2024 y ya se han celebrado, al menos, dos reuniones en París y otras tantas, de forma sucesiva, en El Cairo.
Los mediadores internacionales son Estados Unidos (EE. UU.), la gran potencia aliada de Israel, desde los años 60 del siglo XX, a la que representa William Burns, director de su Agencia Central de Inteligencia -Central Intelligence Agency (CIA), en inglés-, y Egipto.
Catar participa en todas estas reuniones como apoderado de los intereses de Hamas, dado que es uno de los mecenas de las actividades del grupo terrorista.
Por último, la troika de delegados del gobierno de Israel en estas sesiones son David Barnea, director del Mossad, la agencia israelí de inteligencia exterior y de operaciones especiales, Ronen Bar, director del Shin Bet o agencia de seguridad interna de Israel, y Tzachi Hanegbi, asesor de seguridad nacional del gobierno de Benjamin Netanyahu.
Este formato de conversaciones prueba, una vez más, que la Unión Europea (UE) no es un interlocutor apreciado por las partes en la región y las declaraciones y los gestos de los dirigentes de aquella no ayudan, si no, dificultan, el devenir de los acontecimientos.
Al final, EE. UU., China y Rusia son los únicos intercesores respetados en el Oriente Próximo, además de algunos poderes regionales.
Los estadounidenses son, actualmente, esa potencia global que, de acuerdo con la doctrina de seguridad nacional israelí definida por Ben-Gurion, Israel siempre necesitará tener cerca.
Las diplomacias discretas de China y de Rusia están jugando un papel crítico en el Levante.
Los chinos han mediado entre Irán y Arabia Saudí y los rusos son el sostén de Siria y mantienen relaciones estrechas con Egipto, con Arabia Saudí, con Emiratos Árabes Unidos (EAU) -nuevos miembros de BRICS-, con Irán, con Turquía o con los actores no estatales de la zona.
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Las demandas de Hamas se componen de una principal y de varias secundarias.
Las exigencias accesorias son el final de la guerra y la retirada de las FDI de Gaza, lo que parece, por el momento, imposible, antes de que Israel haya conseguido una victoria decisiva sobre Hamas y sin que haya tomado una decisión sobre el futuro de Gaza para el día después.
Asimismo, Hamas reclama que la situación en torno a la mezquita de al-Aqsa -Monte del Templo, para los judíos-, en Jerusalén, vuelva al statu quo ante, lo que, en otras palabras, significaría que los musulmanes tuvieran el control exclusivo de la zona entorno a la mezquita.
Para Israel, en cambio, el statu quo del Monte del Templo debe preservarse, es decir, que los musulmanes puedan rezar en al-Aqsa, mientras que la policía israelí controle el acceso y sea responsable de la seguridad del lugar y los no musulmanes puedan visitarlo como turistas.
Con todo, la reclamación fundamental de Hamas es la liberación de 1.500 prisioneros palestinos condenados por crímenes graves de terrorismo, incluyendo a los 500 condenados a cadena perpetua, de todas las organizaciones palestinas y no sólo de Hamas.
Hamas ya no pide “el vaciado de todas las cárceles” o la liberación de “todos los prisioneros” -9.000, que incluyen a los capturados desde el 7 de octubre de 2023-, sino que reclama, en cambio, la “mejora de las condiciones de encarcelamiento” de todos ellos.
El objetivo de Hamas con esta petición es doble.
Hamas busca recomponer el liderazgo de su organización con esos 500 presos, los terroristas profesionales más crueles y experimentados, mientras que los 1.000 restantes compondrían las bases de una organización que ha perdido, hasta el momento, el 80% de sus efectivos.
Asimismo, Hamas quiere incrementar su popularidad para arrebatarle el poder a la Autoridad palestina con la demanda de excarcelación de presos palestinos sin distinción de sus filiaciones -incluyendo al secretario general del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Ahmed Sa’adat, o a Marwan Barghouti, líder de Fatah durante las dos intifadas-.
El cuarteto que lidera Hamas desde el interior de Gaza -los dos hermanos Sinwar, Deif e Issa- no cree que el número final de los prisioneros palestinos que se puedan liberar de las cárceles israelíes en este macabro intercambio sea lo importante.
Lo decisivo para ellos es recuperar a personas específicas, cuyas cadenas perpetuas son una garantía de que vayan a asegurar el futuro de la existencia y de la crueldad de Hamas.
Nadie está en condiciones de avalar que una intermediación de esta naturaleza vaya a finalizar con éxito y el proceso será complejo y doloroso para el gobierno y para la sociedad israelíes.