¿Qué respiramos?
Pubilicado en www.elhorizonte.mx (24/02/2017)
Este año han circulado profusamente dos reportes que levantaron ámpula en Monterrey, orgullo herido, los dos proceden de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y tienen que ver con el ranking de ciudades más contaminadas en el mundo (goo.gl/p1vEzI) y sus efectos sobre la salud (goo.gl/zx6Gid).
El primero refiere a los niveles de contaminación en 579 ciudades del mundo, específicamente en material particulado menor a 10 micras y menor a 2.5 micras (PM10 y PM2.5). En este ranking, el AMM se ubica en el lugar 21 de las ciudades de más alta concentración de PM2.5 (25.4 mg/m3) y en el lugar 76 de PM10 (76 mg/m3). En el segundo se puede ver que cada año mueren 12.6 millones de personas por vivir o trabajar en ambientes poco saludables y que, de estos, 8.2 millones se atribuyen a la contaminación del aire. El 56% de las muertes vinculadas con el medio ambiente se relacionaron con enfermedades respiratorias y/o cardio vasculares.
Pero, como dicen en mi pueblo ¿Y eso qué? Pues que sí, también a nosotros nos toca y nos pega de forma directa y especifica.
El Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud (Institute for Health Metrics and Evaluation o IHME) ha estimado que la contaminación del aire en México con material particulado fue la causante de cerca de 20,500 muertes en 2010, ocupando el noveno lugar como factor de riesgo. A su vez ocasionó 461,454 años de vida perdidos ajustados por discapacidad (goo.gl/EoX1QA).
Recientemente se han hecho dos estudios para cuantificar el segmento de muertes relacionadas con la contaminación en ciudades mexicanas, uno lo hizo el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC, 2014) y el otro el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP, 2014).
El segundo se hizo para 26 ciudades mexicanas con bases de datos de 2005 y 2010, valora las muertes que pudieron haberse evitado por efectos de la ingesta de ozono (O3) y material particulado (PM2.5 y PM10). El ejercicio que hacen es muy interesante: determinan el volumen de contaminantes que ingieren las personas, aplican relaciones “dosis/respuesta” y estiman el número de muertes que podrían haberse evitado de cumplirse la Norma Oficial Mexicana vigente hasta 2014, la vigente a partir de 2014 y la de la OMS. Conviene destacar que la norma de la OMS, para los tres contaminantes citados, es más exigente que las nacionales, particularmente en PM10 (40 mg/m3 vs 20 mg/m3).
El resultado es abrumador, si se toman como referencia las concentraciones de 2005 y se cumpliese la norma de la OMS, en México se evitarían, al menos, 29,332 muertes por año y en Monterrey 4,059. ¿Son muchos o son pocos?
Son muchos. Según el registro de estadísticas vitales del INEGI en Nuevo León, en 2015, se registraron 25,087 defunciones (goo.gl/Ng6Sfe); la cifra de defunciones evitables representa un 13.83% del total y un 666% de las defunciones por accidentes de tránsito (609 registradas en 2015).
Son muchos, así fuera una sola muerte seguirían siendo mucho. Son muchos, porque son producto de la manera en que se da la actividad en unas pocas industrias, de la forma en que se organiza la ciudad y de la manera en que se prestan los servicios para la movilidad.
¿El origen de los contaminantes es un terreno inexplorado? ¿Es arena movediza para nosotros los que no sabemos? ¿Hay que medir más? ¿Hacen falta más estudios? Sí y no. Con la información pre existente se puede construir una política pública centrada en reducir los efectos de la contaminación ambiental en las personas, con nuevos estudios se pueden dar tiros de precisión.
No parece buena idea esperar a nuevos estudios o “diluir” las responsabilidades, cualquiera de estas “estrategias” banaliza e irrespeta las vidas que se pierden y podrían evitarse.
¿Qué se puede hacer? Una respuesta de Estado (el conjunto de las instituciones) con un liderazgo fuerte y comprometido, que reconozca las limitaciones que las competencias administrativas imponen, pero que también entienda que en ese mismo contexto existe la subsidiariedad hacia abajo, pero también hacia arriba (lo mismo que en Seguridad Pública). Sobre todo, tratándose de vidas humanas, no hay espacio para el deslinde administrativo.
El otro elemento fundamental es entender que la solución a los problemas de la calidad del aire no está en la regulación administrativa de las fuentes de la contaminación. Una pequeña parte depende de la regulación de las fuentes, otra parte de la calidad de los combustibles y la otra de la forma en que se organiza la ciudad y los servicios para la movilidad que se ofrecen a la gente.
De todas las opciones, las más baratas y efectivas, al alcance de los gobiernos locales, son las que tienen que ver con la forma en que se mueve la gente: menos inversiones para obras viales, lo que se haga en obras viales tiene que ser con tiros de precisión (menos vías más conectividad), más y mejores servicios de transporte público, transporte público asequible y nuevos servicios e infraestructuras para medios no motorizados (bicicletas y espacios públicos). También entran en estos rubros las grandes campañas de arborización, gestión del tránsito (semáforos inteligentes, tarificación del estacionamiento en la vía pública, etc.) y gestión de la demanda (transporte escolar, horarios flexibles, trabajo a distancia, etc.). De más largo plazo, pero también al alcance: usos mixtos y alta densidad.
Plus. Este tipo de medidas también son útiles para combatir el cambio climático (http://www.inecc.gob.mx/descargas/dgipea/2009_economia_cc_mex.pdf).
¿Qué debería estar, terminantemente, prohibido en una agenda de lucha contra la contaminación? Humilde opinión: Fuente Ovejuna y A mí no me toca.